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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

'Objetivos a eliminar'

El principio de que asesinar a un semejante por motivos ideológicos es un crimen reza para el común de los ciudadanos, no para ETA y quienes la alimentan. 'Matar es legítimo al cien por cien', declaró a un diario italiano el dirigente de Haika Ugaitz Elizaran, días antes de ser detenido por orden del juez Garzón. Y, sin los circunloquios que utilizan sus mayores de EH, predicaba en la entrevista que los concejales del PP y del PSOE 'son objetivos legítimos a eliminar'. En aplicación de tal doctrina, ETA asesinó ayer en Lasarte-Oria al concejal socialista y militante de la UGT Froilán Elespe, uno de los 243 ediles que tiene el Partido Socialista de Euskadi. Lo intentó hace un mes con su compañero de Ordizia Iñaki Dubreuil y mató a dos trabajadores al pasar junto al coche bomba. Pese a este antecedente, Froilán Elespe era de los que se resistían a pensar que, por ser un hombre del pueblo, los terroristas pudieran ir a por él.

Por más que se enmarque en la dinámica asesina lanzada desde el final de la tregua, no son casuales ni la adscripción política de la última víctima ni el momento elegido, el arranque formal de la precampaña para las elecciones del 13-M, tras la disolución del Parlamento vasco. Al 'eliminar' a cargos electos no nacionalistas, los estrategas del terror persiguen un doble objetivo: intimidar y doblegar a los ciudadanos a quienes representan y salpicar con su sangre a los nacionalistas demócratas que dicen repudiar sus métodos, pero compartir los fines por los que los violentos matan. Siendo tan evidentes sus propósitos de limpieza étnica e ideológica, desazona que, más allá de las condenas, la dirección del nacionalismo continúe aferrada al análisis rutinario de que ETA y su proyecto totalitario son la consecuencia de un 'conflicto político' cuya solución exige dar satisfacción a su programa de máximos. Es un error de dimensión histórica negarse a ver que con el asesinato de sus adversarios políticos comunes ETA pretende levantar un muro de sangre entre los partidos vascos constitucionalistas y el nacionalismo democrático, cortarle a éste todas las vías de retirada para, al fin, anularlo y sustituirlo.

No es una exageración afirmar que el asesinato de Elespe constituye la presentación del programa electoral de ETA para los comicios del 13 de mayo. La amplitud de su amenaza distorsiona la normal elección entre alternativas políticas distintas. Porque lo que se dirime el 13-M es, en primer lugar, la vida y la libertad de muchos vascos, cada vez más, que no pueden defender sus ideas en igualdad de condiciones. Ante esta realidad sangrante, no caben condenas condicionadas o equilibrismos. Supeditar el final de ETA a un 'diálogo abierto y sin exclusiones' acerca de las exigencias que trata de imponer por las armas es conceder a los terroristas la llave para perpetuarse.

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