El júnior se gradúa
Gasol, elegido el jugador más valioso del torneo, mira sin prisas a la NBA: 'Vivo el presente. El futuro ya llegará'
Con una sonrisa inocente pero un claro gesto de triunfador, Pau Gasol alzó ayer el trofeo que le acredita como el jugador más valioso de la Copa. Fue su primer premio individual en una carrera sobre cuyas cotas nadie, ni siquiera él, tiene dudas. 'Quiero ser un ganador y que mi equipo también lo sea', afirma. Nada extraño: hace meses que se le coloca en la NBA. Sin embargo, Gasol no se inmuta. Responde al acoso mediático con hechos.
Desde el partido contra el Fuenlabrada, el barcelonista demostró que pocos le podrían disputar el galardón final. Consciente de lo que persigue y del grupo de ojeadores norteamericanas pendientes de sus evoluciones desde la grada, exhibió en Málaga algunas de sus mejores dotes. Con el desparpajo propio de su edad, 20 años, reboteó, machacó e hizo disfrutar sin recurrir a las estridencias. El número 16 azulgrana despertó desde el primer día la admiración.
Pero, inteligente, Gasol recurre a la prudencia para intentar controlar un fenómeno que, de otro modo, le podría superar. 'Trabajo, como siempre lo he hecho, con la tranquilidad de saber donde estoy'. No por ello esconde sus ambiciones. '¡Claro que he soñado con la NBA!', exclama. Pero, escuchando quizá los consejos de los que aseguran que una marcha precipitada podría abocarle al fracaso, matiza: 'Los sueños, de momento, se quedan en la cama. Vivo el presente. El futuro ya llegará'.
Ligado al Barça hasta 2003, Gasol es consciente de que su formación y sus éxitos con él le allanarán el camino hacia la mejor Liga del mundo. De modo que descarta una marcha precipitada. 'Es casi imposible que me vaya este año. Ahora vamos por la Liga', dijo tras recoger su premio. 'Me gustaría ir, pero a triunfar, no a morirme de asco y volver con la cabeza baja', razona. 'Quiero triunfar y hacerme con un puesto, como siempre lo he hecho', prosigue con el recuerdo cercano de cuando su nombre apenas figuraba, eclipsado por el brillo del de su compañero Juan Carlos Navarro.
Pero Gasol no se impacientó. Juntos cargaron el equipaje y el peso de un trofeo, el de la Liga 1998-1999, en la que apenas participaron. Y juntos, aunque con diferente protagonismo, vivieron la derrota en la pasada, en el Palau, ante el Madrid. Tras una temporada a rebufo de la Bomba Navarro, abanderado de la generación de oro, a inicios de este curso, Gasol, admirador de Jordan y Garnett, preparó su propia explosión. Ya no es aquel gigante esquelético de 2,15 metros y con cara de niño que no osaba rechistar. Ha perfilado su físico y su responsabilidad.
Sin embargo, sigue siendo un joven tranquilo, amante de la música y la normalidad. Aunque no siempre puede: desde hace meses, su cara se ha convertido en un icono más del Palau. Atrás, aunque cercanos, quedan los tiempos en los que con Navarro podía salir de él sin que los aficionados reparasen en algo más que su estatura. Ahora tiene problemas para que la sesión de fotos y autógrafos no exceda la media hora antes de coger su todoterreno para regresar a casa con sus padres y sus dos hermanos.
Es el precio del éxito y la popularidad y lo asume: 'La mayoría de las veces es positivo, aunque no siempre'. Y es que es difícil llevar una vida normal cuando medio mundo te considera una estrella. Las primeras dificultades comenzaron cuando abandonó los juveniles del Barça para integrarse de forma definitiva en el primer equipo. Tenía 18 años y una carrera de medicina recién iniciada. La vena universitaria pronto se frustró. Entrenamientos, concentraciones, viajes..., le impidieron continuar con una profesión que en su familia es casi una tradición. Con su madre médica y su padre enfermero, la afición por los sesudos tomos de medicina la tiene desde pequeño. A la espera de lo que suceda, de momento, duerme aparcada.
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