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Copa del Rey | BALONCESTO
Columna
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Gasol y De la Fuente

Ganó el Barça la Copa. La ganó Gasol, que nunca deja de sorprender. Sabíamos de su potencial físico, sus habilidades, su futuro, pero en Málaga se ha comportado con un aplomo y sabiduría que ya le gustaría a muchos veteranos. Pese a estar acuciado por saberse centro de atención, se mostró impecable en todo, colgándose de la espalda a su equipo en los momentos críticos. Por no hablar de los tiros libres, suerte donde más se aprecian los efectos de la tensión y la responsabilidad. Pues Gasol, jugándose el título, los tiraba como en un entrenamiento. Nos encontramos, ya sin duda alguna, ante el jugador más importante del baloncesto español. Sin él, de nada hubiese servido el arsenal inagotable del que dispone Aíto.

También hubiese sido diferente la historia si De la Fuente no se encarga de Herreros. Alberto salió concentrado, pero un leñazo de Dueñas en una entrada a canasta le encorajinó hasta extremos hace tiempo no vistos. Cabreado como una mona se enfrentó a todo el Barça y durante la primera parte fue suficiente. Pero lo más sorprendente fue que entre toda su gente, el encargado de parar la sangría fue Navarro. Que no pudo claro. ¿Qué hacía La Bomba con Herreros estando Digbeau en la pista? Esto nos lleva al problema existencial del Barça. Son tantas sus posibilidades, tantos sus jugadores, que se vuelve un problema. Es la eterna duda, si se se juega mejor con titulares y suplentes claros, con una jerarquía asumida, o con 12 jugadores hábiles en continuo estado de inestabilidad, como Navarro ahora, sepultado en el banquillo. El caso es que hasta que salió en la segunda parte De la Fuente y se pegó como una lapa a Herreros, el Madrid tuvo el mando. Alrededor de Herreros se gestó el gran defecto de los madridistas en la segunda parte. No es de recibo que un jugador en estado de gracia (y más si se trata de Herreros) no se convierta en la piedra angular del equipo, por mucha buena defensa que le aplicase De la Fuente. Tal como estaba el patio, el equipo debía haber trabajado para él, surtirle de balones, colocarle en buenas posiciones. Ante su evidente desesperación nadie fue capaz de encontrar esa conexión que se tradujo en 17 minutos sin anotar. Y no es la primera vez. Con un Djordjevic dando muestras de una precaria condición física, al Madrid sólo le quedó su voluntad y las habilidades de Scariolo en el banquillo. Pero Gasol decidió que era el encargado de sacar del atolladero a su equipo y lo consiguió. Disfrutemos de él mientras podamos, aunque sospecho que no va a ser por mucho tiempo.

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