Preguntas sin respuesta
Escalofríos. Si se ponen en fila, una detrás de otra, las acusaciones contra Silvio Berlusconi vertidas en el programa de televisión Satyricon, de Daniele Luttazzi, hacemos bien en estremecernos de horror. (...) Sin embargo, una vez apagado el televisor, dejadas aparte la sorpresa y la emoción, conviene reflexionar, y la primera pregunta aflora como una obligación. (...) ¿Por qué Il Cavaliere no se sienta en el banquillo de los acusados (...)?
Il Cavaliere, que es candidato a gobernar Italia, debe aceptar las obligaciones que su ambición comporta y sobre todo el primero entre los deberes del que gobierna: la transparencia. No es necesario acusarle de mafioso, asesino o traficante de droga para pedirle que explique públicamente cómo y quién le garantizó los recursos necesarios para fundar su imperio económico, y en su propio interés, Silvio Berlusconi debería abrir el cofre que custodia su pasado.
Porque, ¿cómo negarlo con serenidad?, inquieta saber que durante un largo periodo un mafioso le sirvió como mozo de cuadra; inquieta saber que por el trigésimocuarto holding de su imperio en los años sesenta pasaron 114 .000 millones de liras de los que se desconoce la procedencia. (...) Que los testaferros -pensionistas anónimos, enfermos crónicos y terminales, amas de casa- eran los titulares del naciente imperio berlusconiano. Quizás haya respuestas legítimas a estos comportamientos. Es útil para todos (...) que las respuestas sean explícitas y verificables. El caso es político y debe afrontarse con instrumentos políticos. (...)
Giusseppe d'Avanzo
Roma, 16 de marzo
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