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Reportaje:AULAS

La música como instrumento

Estudiantes de Cádiz aprenden en Musicoterapia las aplicaciones reeducativas y terapéuticas del sonido

Cuando Ana, Maribel, Carlos, Isabel, Pedro, María o Marta acuden a su clase semanal de Musicoterapia saben que les va a cambiar el estado de ánimo. Eso nunca falla. Tampoco faltará la sorpresa de cada día. Saben que la profesora Patricia Sabbatella no impartirá una clase magistral. Ajena a la ortodoxia universitaria, invitará a sus alumnos 'a improvisar y a jugar' con las múltiples posibilidades que la música ofrece.

Durante dos horas, para estos jóvenes la música dejará de salir de los instrumentos para convertirse en sí misma en un instrumento de ayuda terapéutica, reeducativa, y de rehabilitación. Esta terna pedagógica ampara una disciplina desconocida para la mayoría, pero bienvenida por muchas personas con trastornos físicos, mentales y emocionales.

El aula de Dinámica de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Cádiz (UCA) se convierte con frecuencia en un laboratorio de sensaciones. Allí la profesora Sabbatella alcanza una complicidad con sus alumnos impropia en el ámbito universitario. 'Resulta fundamental para que la clase alcance el sentido natural de la Musicoterapia', explica esta profesora de 36 años, quien engendró esta asignatura -extendida en EEUU, Centroeuropa, y Sudamérica- en los planes de estudio de la UCA cuando llegó a la institución académica gaditana en el curso 1991-92.

Desde entonces, unos 50 estudiantes cursan esta asignatura optativa cada año. Provienen fundamentalmente de la Facultad de Ciencias de la Educación. 'Aunque se vienen incorporando estudiantes de Medicina y este año curiosamente tengo alumnas de Ciencias del Mar', subraya. En sus clases, la enseñanza teórica y la práctica van de la mano. 'Sólo así se puede entender la Musicoterapia', detalla esta profesora, quien enumera las aplicaciones fundamentales de esta disciplina científica. Sus áreas tradicionales de uso han sido el campo terapéutico, para el tratamiento de patologías severas con pacientes psicóticos, dementes, o esquizofrénicos; con fines reeducativos y sustancialmente pedagógicos, dirigido a niños con discapacidades o debilidad mental, y, en tercer término, proyectada hacia la rehabilitación de trastornos motores.

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Así lo define Juliette Alvin, una de las pioneras de esta especialidad, quien la define como 'el uso dosificado de la música en el tratamiento, rehabilitación, educación y adiestramiento de adultos y niños que padecen trastornos físicos, mentales y emocionales'. A estos aprovechamientos, se suma uno más reciente. En un foro más médico, la musicoterapia se aplica como tratamiento a pacientes en coma o con alzehimer, cáncer o estrés crónico.

Para obtener avances en estas aplicaciones se emplea una variada gama de técnicas. Ahí está la función de Sabbatella: transmitir a los estudiantes los instrumentos que la música proporciona para tratar ciertas patologías. 'Entonces entran en juego las fórmulas de improvisación, composición, audición y expresión vocal, instrumental y de movimiento', detalla esta profesora que lleva estos métodos al más elevado grado práctico en sus clases mediante ejercicios libres, semidirigidos o dirigidos. 'Esto no tiene nada que ver con la relajación que proporciona la música por sí sola cuando se escucha', aunque curiosamente todos los estudiantes confiesan que salen más relajados de clase que cuando entran.

'Con frecuencia, me preguntan al inicio de cada clase con qué les voy a sorprender', relata la profesora, quien hace cantar a sus alumnos, componer sintonías rítmicas, les plantea situaciones lúdicas y de juego, escuchas prolongadas de sonidos, proyecciones de vídeo, tocar diferentes instrumentos de percusión, o moverse de forma destartalada individualmente o siguiendo las premisas del grupo.

Eso les ocurre cada día, con escenas continuas de humor y risa, que sirven para desdramatizar algunas de las crudas aplicaciones de la Musicoterapia. Así se explica la también importancia teórica. 'No se libran de los conocimientos teóricos y de los exámenes', espeta Sabbatella.

Al final del curso, los alumnos afirman que la asignatura les ha valido, además de su sentido original, para perder de paso el miedo a hacer el ridículo, a integrase más, a desterrar la vergüenza, a ganar en espontaneidad y creatividad, y a crecer con la música.

Todos confiesan que además de aprender la ciencia de la música entendida como terapia para la rehabilitación, el estímulo o el desarrollo, han experimentado un cambio en sus vidas. Patricia Sabbatella encuentra una sencilla explicación para descifrar esta evolución personal del alumno. 'La música en sí misma no tiene verdadero efecto curativo cuando se escucha, si no se utiliza con fines terapéuticos. Su utilización agudiza las emociones e incide en el comportamiento del ser humano. De ahí que mis alumnos terminen por desinhibirse para expresar lo que sienten y aplicarlo después a la Musicoterapia', sostiene.

Patricia Sabbatella, con sus alumnos, durante una de sus clases de Musicoterapia.
Patricia Sabbatella, con sus alumnos, durante una de sus clases de Musicoterapia.E. RUIZ

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