Contrastes
Vuelven a escena estos solos que ya se vieron en la sala Pradillo en versiones ligeramente diferentes, con las variaciones propias que impone el espacio y puede creerse que el criterio del intérprete-creador, pero mientras Carlos Fernández se muestra más seguro y depurado, el segundo monólogo gestual de Alejandro Morata flaquea y aburre. Son los contrastes entre dos posturas muy diferentes ante la expresión contemporánea. Mientras Fernández lucha por la homogeneidad y honestidad de su discurso, Morata quiere impresionar con lugares comunes y excesos seudoteatrales del montón.
En Confesiones... asistimos a un acto que reconoce sus limitaciones y explota a conciencia el gusto por lo concéntrico; en Nadie se acumulan las referencias ajenas y no existe un baile real.
¿Por qué Morata presume de bailarín cuando su registro no alcanza los mínimos exigibles profesionales? Por razones muy diferentes, Fernández desboca con acierto su inspiración hasta llevar al espectador a su terreno en una más que efectiva seducción.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.