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Reportaje:Segunda División

Futre, el eterno recurso de Gil

El 'Valdano' del Atlético filtra la difícil relación entre el presidente, el técnico y los jugadores

Diego Torres

El hombre de las gafas de pasta negra apareció por Majadahonda en noviembre como de incógnito. Aún no se había quitado el susto del cuerpo y las tijeras habían hecho estragos en su melena cuando se presentó engominado en la Ciudad Deportiva del Atlético. Su chándal rugoso era ahora un traje gris. Las gafas de sol le servían para ocultar su miedo al 'caos': la situación del equipo, en posiciones de Segunda B. Días antes, le había llamado Jesús Gil, el presidente, con una oferta extraña: hacer de Valdano. Plenos poderes deportivos para gestionar el ascenso a Primera para Paulo Futre (Montijo, Portugal, 1966), en una encrucijada y con dos gafas por única arma disuasoria.

'Las gafas son mi objeto preferido desde hace 15 años', dice mientras pasan los camiones bajo su oficina flotante sobre la M-30, en el estadio Calderón; 'no puedo estar sin ellas; ni con sol ni muchas veces con lluvia. Cuestión de hábitos. También sirven para regatear. Son un recurso psicológico. Es una forma de salir a la calle. Me levanto, veo la luz del día y siempre salgo con gafas. Cuando jugaba, siempre aparecía con chándal y gafas. Cuando jugábamos de día, habría salido al campo con gafas'.

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El temor se le materializó hacia la 10ª jornada, cuando le pusieron en bandeja el cargo de director deportivo del Atlético: 'Vi la derrota ante el Universidad como un aficionado y pensé que la situación era delicadísima, un caos. Estábamos los últimos, en un círculo vicioso hacia la Segunda B. La desaparición, la ruina. Me llamó el presidente y no pude decirle que no. Me dijo que tenía que dar cariño, estabilidad y confianza a los jugadores. Estaba asustado'.

Otra vez alguien se acordó de Futre cuando el momento político en el Atlético incitaba a echar mano de un símbolo. Lo hizo Antic tras despedir a Simeone y Solozábal en 1997. Y lo repitió Gil cuando la afición se le ponía en contra. El dilema para el ídolo era inevitable. Por un lado, acceder a la intención demagógica de otros con riesgo de ser utilizado. Por otro, obedecer a su deseo visceral de gloria y poder. 'Nadie me puede utilizar', rechaza Futre. '¿Por qué?, se plantea; 'porque mi dignidad no se compra. Si he aceptado ha sido por el Atleti. ¿Por qué? Porque me lo ha dado todo. Si Dios quiere, independencia financiera para toda mi vida. ¿Por qué? Porque el Atleti me ha dado el placer de hacer esto. Sentí que podía hacer algo positivo. Un reto tremendamente difícil. Recibí muchísimas llamadas. 'Estás loco', me decían. Pero no podía decir que no. No por el presidente, con quien tengo una relación especial. He obedecido al corazón más que a la cabeza. Tengo una deuda con el club, con la afición'.

La deuda data del periodo 1987-1993, cuando estuvo en el Atlético, al que llegó procedente del Oporto y con una Copa de Europa bajo el brazo para convertirse en un personaje irrepetible. Ganó dos Copas del Rey y, por sus particulares condiciones técnicas y su poderoso tirón carismático, el Calderón lo elevó a la condición de mito. 'Yo marqué mi época en el Atlético y en el fútbol portugués', dice con distancia; 'a mí no me gustan las comparaciones, pero me considero un jugador que ha pasado la media, que es lo difícil. ¿A quién se parece Figo? ¿Y a quién Rivaldo? Comparar no se puede. Tampoco soy de otro tiempo. Los grandes jugadores de ahora también serían grandes si hubieran jugado hace 30 o 40 años. Y los grandes de antes serían cracks ahora. Ha cambiado la velocidad, pero no el juego en sí. Di Stéfano sería Di Stéfano; Pelé, Pelé, y Maradona, Maradona. Hay cosas que no cambian. La técnica es lo esencial. Pero no descarto jugadores por no tener buen toque si tienen otras condiciones'.

El cargo de Futre huele a encerrona. El club permanece intervenido por la justicia. Negociar con la megalomanía de Gil parece difícil sin pagar un elevado peaje. Más aún cuando Futre es el nexo entre el equipo y el presidente. Y las relaciones entre Gil y el entrenador, Marcos Alonso, se habían deteriorado gravemente. Sobre el factor Gil Futre se califica de especialista: 'Tengo 35 años y aún soy un niño en este cargo pero he aprendido muchísimo. Al presidente le conozco desde hace 15. Sé cómo es por dentro y fuera. Si hay que discutir, discutimos; si hay que dar voces, las damos. Si se comete algún error, lo decimos a la cara. Él me dejó trabajar, porque, si veo que toma una decisión que tengo que tomar yo o si hace algo de mi competencia en lo que no estoy de acuerdo, aquí no estoy haciendo nada'.

'Cuando llegué, la plantilla estaba formada y he jugado con lo que había', prosigue, explicando la dificultad de negociar fichajes y ventas bajo el control de un juzgado. 'Desde que estoy yo, el club ha fichado a Dani, Faggiani y Wicky. Es muy difícil trabajar con el interventor aquí metido. Me dijo: 'Aquí, de ventas, nada. Sólo sesiones'. Luego te llaman los representantes y te dicen: 'Mira, tengo este jugador y sé que es grandísimo...'. Yo les respondo que no me hablen. '¿Puede venir a cambio de cero?', les pregunto. 'Cero'. Ésa es mi respuesta. Con Turu Flores fue posible negociar porque tenemos pagos pendientes del Deportivo tras la venta de Valerón y Molina. Y tuve la suerte de que conocía bien a Dani, que tenía un problema con el Benfica y lo aprovechamos. Los fichajes son una ruleta, y más en diciembre, ya que mientras los jugadores se adaptan llega abril y termina la temporada'.

En su papel de diplomático, Futre dice navegar por aguas calmas: 'Estoy en el medio: entre el presidente, el equipo técnico y los jugadores. Mi trabajo es hacer de filtro para reducir la presión y dar confianza a Marcos y los jugadores. Tengo línea directa con ellos y nos reunimos en el vestuario. He vivido 20 años en uno. Sé cómo es el idioma. Lo conozco por dentro, fuera y los lados. Sé lo que tengo que decir en cada momento'.

Paulo Futre ahora, siempre con sus gafas, su móvil y su cigarrillo.
Paulo Futre ahora, siempre con sus gafas, su móvil y su cigarrillo.J. AGUILERA

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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