Tirantez en el Palacio de Festivales
El BSCH ganó el pasado año lo que nunca: 375.000 millones, elevando sus beneficios un 43,4%. Para este año, las previsiones son más moderadas, pero aun así prevé aumentarlos en 100.000 millones más (un 27%), hasta acercarse al medio billón, y mantendrá una política de dividendos bastante generosa. Con cargo al ejercicio 2000 dio 45,5 pesetas por acción, lo que supuso un aumento del 20%. El objetivo es que las acciones sean las más rentables del sector financiero, afianzar la solvencia mediante el control de la morosidad y el fortalecimiento del ratio BIS con amortizaciones anticipadas del fondo de comercio y materialización de plusvalías.
El clima de agasajo al que podría invitar estos datos estaba servido para los accionistas (entre 895 presentes y las representaciones, totalizaban el 47,009% del capital del banco). Pero durante el turno de ruegos y preguntas, se llegaron a crear momentos de fuerte tirantez en el Palacio de Festivales de Santander. Hubo 12 intervenciones y, de ellas, cinco en una misma dirección y orquesta. Marcó la pauta la ya clásica del abogado Rafael Pérez Escolar, condenado a seis años en el caso Banesto, junto a Mario Conde y otros colaboradores.
Entre otros temas, lanzaron una batería de preguntas sobre la gestión del BSCH y de Banesto (integrado en el grupo), anunciaron que habían recurrido ante las instancias comunitarias el proceso de saneamiento de esta entidad, pidieron explicaciones sobre la remuneración del consejo y sugirieron oscuras intenciones fiscales en la ausencia de 400 empresas de la memoria del banco.
José María Amusátegui manejó el capote con soltura. Respondió que el consejo se repartió el 0,28% del beneficio frente al 0,41% del ejercicio anterior, y anunció que el consejo se reservaba el derecho de emprender acciones legales si concluye que las sugerencias sobre las 400 empresas afectaban a la imagen del banco.
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