Descartados
Daría para escribir más de un libro el contar la evolución de la carta en los restaurantes. Y no hablamos del contenido sino de los aspectos formales. Desde la mera enumeración en papel, a veces con claros signos de uso, del repertorio de platos a servir y su correspondiente precio, hasta las últimas filigranas que enmarcan con los mejores grabados y materiales una amplia explicación de las preparaciones del jefe de cocina, con detalle de los componentes que intervienen en el guisado.
Pero todos los modelos pretenden un fin último, que es presentar ante el comensal la cocina que se elabora en la casa e indicarle el precio que le costará satisfacer en ella sus gustos o necesidades. Sólo en aquellos muy antiguos o exclusivos establecimientos, y además de carácter discriminatorio, existen dos modelos de carta, la que incorpora el precio de los platos y se ofrece al caballero supuesto pagador y otra libre de aspecto tan material como el precio, para la dama acompañante.
Ésta u otra razón han aconsejado al Restaurante Paco Gandía en El Pinós no ofrecer a sus clientes la carta, que confiesa no utilizar. Pero, después de abonar 10.000 pesetas por una botella de vino con coste inferior a 3.000, o 1.000 por el pan tostado que sirven sin previa solicitud, entendemos que hay razones que aconsejan restringir la información.-
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