Un muerto y 11 heridos al desplomarse un edificio de cinco plantas en Argüelles
El juez investiga si el siniestro tiene relación con las obras que se hacían en los bajos del bloque
Eran las dos de la tarde y el comercial barrio de Argüelles estaba lleno de gente. De repente, una sacudida sorprendió al vecindario. Fue un estruendo seco, acompañado de una enorme polvareda que se veía desde Puerta de Hierro. Un edificio de cinco plantas sito en el número 1 de la calle Gaztambide, esquina con la de Alberto Aguilera, frente a un gran centro comercial, se venía abajo. Un hombre, de unos 40 años según el Samur, murió, y otras 11 personas resultaron heridas.
El juez investiga, como apuntan algunas hipótesis, si el siniestro pudo tener su origen en las obras de reforma que se realizaban en uno de los dos locales comerciales de la planta baja del edificio. Fuentes municipales señalaron que las obras tenían una licencia comunicada, es decir, un permiso para obras de tipo menor, ya que el edificio se encuentra protegido y los trabajos no pueden afectar a su estructura.
El edificio es copropiedad de Alfonso Bertomeu -un delineante contratado en la Junta Municipal de Moncloa- y de su hermana, según fuentes de Urbanismo. Desde 1944 era residencia habitual de Bertomeu, cuya esposa se encontraba en el interior del domicilio familiar cuando ocurrió la catástrofe.
Al lugar del siniestro acudieron rápidamente varias dotaciones de bomberos, Policía Municipal y miembros del Samur. Las tareas de rescate se presentaban complicadas. La impresión era que bajo aquella amalgama de cascotes podía haber mucha gente sepultada. En plena calle de Princesa se instaló el hospital de campaña del Samur y hasta allí fueron llegando los heridos. El rescate se llevó a cabo prácticamente a mano, ante el temor de que las máquinas excavadoras pudieran provocar nuevos derrumbes con el consiguiente peligro para las personas sepultadas y para los propios bomberos.
Los perros rastreadores marcaban los puntos en los que podía haber personas bajo los escombros. La tarea fue lenta. Piedra a piedra. En el desescombro aparecían los enseres de los hogares que albergaron durante más de cincuenta años a una docena de familias, aunque ahora el perfil del edificio había cambiado. El bajo albergaba un local comercial que se encontraba en obras y que pudo ser el origen de la catástofre. Más arriba, en el primer piso, había una peluquería, un centro de Internet y la consulta de un dentista. En el segundo piso, un centro capilar.
A la hora en la que se produjo el derrumbe apenas había gente en el inmueble. Sólo algún obrero que se quedó rezagado en el local que estaba en reformas y poco más. Ello no evitó que el desplome del edificio afectara a una decena de personas que transitaban esas populosas calle del centro de la ciudad, muchos de ellos cargados de bolsas de los centros comerciales.
Hasta el lugar de los hechos se trasladó el alcalde, José María Álvarez del Manzano, y la concejal de Policía Municipal, María Tardón, así como expertos municipales en edificación deficiente.
Todo ocurrió, según testigos presenciales, en breves instantes: 'Varios obreros que trabajaban en la reforma del local salieron momentos antes del derrumbamiento gritando '¡esto se cae, que corra todo el mundo¡', según relataban algunos vecinos. Primero cayeron algunos cascotes de la cornisa, e instantes después, toda la fachada.
Al dueño del otro local, los Almacenes Argüelles, el siniestro le sorprendió almorzando en un restaurante de la calle de Gaztambide. 'Él suele venir a comer aquí. Cuando ha oído el ruido, se ha puesto blanco y ha salido corriendo. Luego ha vuelto muy nervioso a recoger sus cosas', explicaba Ruth, una camarera.
A última hora de la tarde, fue rescatado Ángel Gómez, de 21 años, que pasó más de cuatro horas atrapado entre los escombros. Sólo pudo comunicarse con el Samur y con su novia a través de su teléfono móvil. En total, 11 personas resultaron heridas al desplomarse el edificio. Otras 11 -bomberos y policías municipales heridos durante las labores de rescate y familiares de las víctimas implicadas en el siniestro que sufrieron crisis nerviosas- fueron atendidas también por el Samur.
Del total de heridos, 11 fueron llevados a hospitales, aunque sólo los dos más graves quedaron ingresados: una mujer de 51 años y su hija de 25. La primera fue ingresada en el Gregorio Marañón con numerosas fracturas, y la segunda fue trasladada al Clínico.
'Fue como una explosión controlada, de ésas que se ven por la televisión. La gente se puso histérica y empezó a correr despavorida', explicaba ayer Juan Manuel Jiménez, que en ese momento repartía propaganda en la puerta de El Corte Inglés, justo enfrente del lugar del siniestro. 'La gente se ha puesto muy nerviosa y ha empezado a gritar porque no sabía lo que pasaba', contaba Juan Manuel. La nube de polvo formada por el derrumbe se introdujo en los pasillos del metro de Argüelles, hasta alcanzar los andenes, por lo que los viajeros también sufrieron unos instantes de angustia.
La tragedia pudo ser aún mayor. Instantes antes del siniestro, decenas de personas aguardaban en el semáforo de la calle de Alberto Aguilera para cruzar. 'Que se pusiese el semáforo en verde justo en ese momento nos ha salvado la vida. Si no, estaríamos debajo de la fachada. Estábamos cruzando la calle cuando hemos oído que unos cristales estallaban a nuestras espaldas', recordaba Lucía Díaz, una estudiante que pasaba por allí con dos amigas. 'Al darnos la vuelta hemos visto que nos perseguía una enorme nube de humo y hemos empezado a correr. Un chico que conducía un coche se ha puesto muy nervioso porque no podía avanzar por culpa de la gente', relataba Lucía.
Álvaro Rodríguez, al volante de su BMW familiar de color burdeos, circulaba por la calle de Gaztambide cuando oyó un ruido sordo y, a continuación, se dio cuenta de que algunos cascotes habían roto el cristal de la ventanilla derecha de su coche. 'He pisado al acelerador hasta que he chocado con algo', relataba. Álvaro repasaba, media hora después, los daños de su vehículo con un policía municipal: todo el lateral derecho abollado, cristales rotos y daños en la parte delantera. Todos los coches aparcados hasta 80 metros del edificio siniestrado en la calle de Gaztambide quedaron cubiertos por una gruesa capa de polvo debido a la gran nube que se formó.
En la televisión
Pero la gente que en ese momento pasaba por el lugar de la catástrofe no fue la única en asustarse. Algunos de los trabajadores de los cuatro negocios del inmueble, que en esos momentos habían ido a comer, se enteraron del accidente por la televisión o por la llamada de sus familiares. 'Hemos salido del edificio cinco minutos antes del desastre. Nos hemos dejado todo arriba. Me ha llamado mi madre para contármelo y casi me da una taquicardia. No nos ha pillado de milagro', decía Maribel Rodríguez, encargada del centro capilar Mariano García, sito en la segunda planta del bloque siniestrado. Maribel, junto a dos compañeras, intentaba pasar el cordón policial para acercarse a su lugar de trabajo para ver si todavía podía recuperar el abrigo y todas las cosas que se había dejado, como cada mediodía. 'Sólo quiero sacar mis cosas de los escombros, aunque hace un rato he visto las fichas de mis clientes volando, así que no debe de quedar nada', dijo resignada.
Mariano García, dueño del centro capilar, que se acercó con su esposa al lugar en cuanto se enteró de lo que había pasado, trataba de calmar a sus empleadas: '¿Seguro que estáis bien?', comentaba mientras miraba de reojo lo que había quedado de su negocio. García, a pesar del disgusto, se mostraba indignado con el dueño del edificio: 'Este señor es un dejado, tenía el bloque hecho un auténtico desastre', aseguraba. El edificio, al ser tan antiguo, era de madera y no tenía ningún tipo de reforzamiento de metal, señaló.
Fernando Macías, jefe del departamento de Protección a la Edificación, aseguró que el joven rescatado había dicho, una vez libre de escombros, que a su lado se encontraban tres compañeros en el momento del derrumbe.
Los perros olfatearon de nuevo sin encontrar rastro de ninguna persona. Pero ante la posibilidad de que los tres compañeros de Ángel Gómez estuvieran entre los cascotes, los bomberos retiraron los restos del inmueble con mucho cuidado. Utilizaron sobre todo rastrillos. También las palas mecánicas mordían la estructura del edificio con prudencia. A las doce de la noche seguían buscando.
Esta información ha sido elaborada por Antonio Jiménez Barca, Susana Hidalgo, Oriol Güell, Francisco Javier Barroso y Azucena Criado.
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