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CATÁSTROFE EN ARGÜELLES

Cuatro horas sepultado

'No aguanto más. Socorro. Estoy agotado', repetía Ángel Gómez desde su teléfono móvil

'No aguanto más. Socorro. Estoy agotado'. Ángel Gómez Gata, de 21 años, llevaba tres horas atrapado bajo los escombros. Angustiado por su encierro -bajo una viga que, sin embargo, le salvó la vida al evitar que los cascotes lo sepultaran- no cesaba de repetir por su teléfono móvil: 'Sálvenme, sálvenme'. Eso, hasta que se le agotó la batería.

Unas horas antes, los perros rastreadores marcaron dos puntos bajo los escombros del edificio de la calle de Gaztambide. Era la señal de que allí había personas enterradas. Primero se encontró el cadáver de un hombre (que se dedicaba a la mendicidad, según aseguraron los vecinos después). Luego, los perros descubrieron que había alguien más bajo la masa de cascotes. Era Ángel Gómez Gata, un fontanero que permanecía sepultado por cuatro metros de escombros. Pero estaba vivo.

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A través de su teléfono móvil, Ángel avisó de que estaba atrapado. Primero llamó a su novia, y luego, a su familia. Ellos le pusieron en contacto con los servicios de emergencia. 'Tranquilo, Ángel, que está todo el mundo aquí', le calmaba su novia a través del teléfono móvil media hora después del derrumbe. Mientras tanto, Ángel explicaba, agarrado a su móvil como único salvavidas, que le dolía mucho una pierna y la espalda, aunque tenía aire suficiente para respirar. Se había quedado atrapado mientras trabajaba en las obras de un local del edificio.

Cerca de 80 bomberos trabajaban a ritmo frenético para desescombrar a mano la zona bajo la que se encontraba el joven. La operación se realizaba con mimo por el temor a nuevos derrumbes. 'Allí abajo hay muchos huecos que se desploman si movemos los cascotes', declaraba un bombero. 'Si se hunde la zona donde está el chico, podemos acabar de aplastarle'. El peligro de los huecos también provocó algunas lesiones entre los miembros del equipo de rescate: tres bomberos sufrieron esguinces.

Ángel, a diferencia de sus tres compañeros de obra, no tuvo tiempo de escapar. El desplome del edificio le pilló inclinado, trabajando. Una viga de madera fue su salvación. Sin ese parapeto, los cascotes de ladrillo, el hormigón y el acero le habrían aplastado. La viga, además, le abrió una bolsa de aire que le permitió respirar.

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'Tranquilo. Respira profundo, Ángel. Que sólo son tres minutos...', le decía Emilio de Benito, portavoz del Samur. De Benito, como sus compañeros, trataban de calmar al obrero mientras se realizaba el rescate. Eran las 17.15 de la tarde y Ángel llevaba ya más de tres horan bajo los escombros. Aún faltaba otra hora para que pudiera salir.

Luego llegó Rosa Suárez, una enfermera del Samur que, a través del teléfono móvil, animó a Ángel a resistir. Hubo un momento en el que el hombre estuvo a punto de perder los nervios. 'Ha habido momentos en los que él no quería tener ninguna comunicación y estaba muy nervioso. Para ayudarle, le dijimos que pensara en algo agradable, que intentara alejarse mentalmente de la situación porque le iban a sacar enseguida. Pero decía que no iba a aguantar. Luego ha hablado con su novia y se ha animado'.

La novia de Ángel permaneció ante el edificio en el que se encontraba Ángel enterrado para apoyarle. Junto a los bomberos y a los técnicos del Samur, intentó mantener alta la moral del joven durante las cuatro largas horas de angustiosa espera.

Pasadas las seis de la tarde, los bomberos consiguieron apartar los escombros y rescatarle. Tenía graves heridas en la pierna derecha y en la pelvis, pero su vida no corría peligro. Apenas podía hablar, sólo se oían sus lamentos.

Los bomberos retiraban ayer varias vigas del edificio en busca de heridos bajo los escombros.
Los bomberos retiraban ayer varias vigas del edificio en busca de heridos bajo los escombros.GORKA LEJARCEGI

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