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Columna
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Hace falta valor

En ninguna organización humana se producen cambios sin turbulencias, sin resistencia. Más aún si el cambio se intenta en un partido político donde lo que está en juego es el poder, es decir, el dominio de unos sobre otros, se mire como se mire. En el PSOE están intentando el cambio. Responde a la exigencia de la sociedad que sigue creyendo que hay un camino a la izquierda y en él debe encontrarse con el partido que protagonizó el cambio histórico del 82, pero agotó su proyecto y debe renovarse. Es imposible que una organización, cualquiera que sea, funcione indefinidamente sin renovarse, por eso el PSOE, nacional y andaluz, están en proceso de cambio, tranquilo le quieren llamar, y está bien, pero todo cambio es intranquilo y ahí están para evidenciarlo las resistencias de algunos a que las cosas empiecen a producirse de manera diferente. No habría sido realista pensar que tras la celebración del congreso regional del PSOE todo se habría puesto a andar en la dirección marcada por quienes apostaban por el cambio, aunque sólo fuera porque empezaba a estar claro que el granero de votos, tarde o temprano, si nada cambiaba se agotaría irremediablemente. Algunos se resisten. Al PSOE le queda mucho por hacer para que todo lo apuntado por Rodríguez Zapatero se convierta en idea 'motriz' de un partido que, hoy por hoy, está todavía en el desconcierto de la búsqueda. El PSOE tiene un voto fiel, pero le falta el voto de los hijos y los nietos de quienes hasta el final de sus días, sobre todo porque en ellos actúa el mecanismo de la memoria histórica, votará al partido que sus hijos y nietos ven viejo. O se dan cuenta de eso los socialistas, o se perderán. Es posible que la resistencia a aceptar las encuestas y a hacer rebuscadas interpretaciones a favor, no les permita ver que, aunque el PP no crece, el PSOE pierde crédito electoral, pero esa es la verdad de la tendencia que marcan las encuestas. Esa es la situación que debe contemplar un partido que tras gobernar 20 años no tiene más remedio que comprometerse, sin dudas, al cambio tranquilo que ha prometido. Hace falta valor, valor personal y valor político, porque son muchos los hábitos consolidados y las ideas tenidas por dogmas de lo que algunos no quieren prescindir, pero les va el futuro en ello.

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