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Reportaje:

Un hito en la nueva Europa del Este

En 2000, y por primera vez desde la caída del muro en 1989, el crecimiento económico alcanzó a toda la región

Fernando Gualdoni

Mucha gente pulula sin rumbo por las calles de Bratislava, va y viene por los recodos de Liubliana y espera sin hacer nada en la estación Keleti (del Oriente) de Budapest, adonde llegan los trenes procedentes de la señorial Viena. ¿Qué cara pondrían si se les dijese que en 2000, y por primera vez en 11 años, sus países y todos los demás que alguna vez pertenecieron al bloque comunista han crecido económicamente una media del 4,1%, el doble que en 1999? Probablemente, toda esa gente que posee sólo una o dos mudas de ropa como toda pertenencia diría: '¿Y a mí qué me dice?'. Muy distinta sería la respuesta de los habituales del desenfadado café Miró en Buda y de los asiduos a los bares de la plaza Franz Liszt en Pest o del stare miasto (casco viejo) de Varsovia. Esa minoría asentiría con el dato, ellos sí ven los beneficios del crecimiento cada vez que abren sus carteras.

A pesar del progreso, el paro y la desigualdad en la distribución de la riqueza han aumentado

Peter Havlik, vicedirector del WIIW (según sus siglas en alemán), explica 'que 2000 ha sido un año muy bueno para las economías de Europa del Este'. El fuerte crecimiento de la UE contribuyó a acelerar el crecimiento de las economías más avanzadas de la región, como es el caso de Hungría, que viene registrando una tasa económica positiva desde 1997, y de aquellas como Rumania que sufrieron un gran retroceso en 1999. Rusia y Ucrania se beneficiaron, además, por los altos precios del petróleo. Para 2001, se espera que la región frene su crecimiento, que exporte menos, en consonancia con la desaceleración económica de la UE y EE UU. El WIIW prevé que el PIB regional se contraiga al 3% este año.

'A pesar del crecimiento, el déficit por cuenta corriente de muchos de los países de la región sigue siendo el mayor problema', dice Havlik, 'pero el flujo de inversiones extranjeras directas ha posibilitado que ese déficit no sea problemático'. Según el WIIW, la UE invirtió 20.000 millones de dólares en Europa del Este en 2000, 2.000 millones más que en 1999. La mayor parte de esas inversiones se concentró en Polonia debido a la privatización de su compañía telefónica, seguida de la República Checa y Hungría.

Eslovaquia y Bulgaria también se hicieron atractivos el año pasado para la inversión extranjera por sus proyectos de privatización de Slovnaft (la petrolera eslovaca) y el Bulbank (principal banco búlgaro). Rumania, por contra, frenó el proceso de privatización e incluso cerró su agencia de promoción de inversiones.

Tras los buenos datos generales, Havlik destaca a que 'a pesar del aumento de la producción industrial y la mejora de la productividad laboral en la región, el desempleo creció, y con ello el descontento de los europeos del Este'. Havlik, no obstante, no cree que la decepción generalizada conlleve el regreso de los partidos de extrema izquierda al poder en las elecciones previstas para 2002 en Polonia, Hungría y la República Checa.

Fernando Luengo, profesor de economía de la Universidad Complutense de Madrid y experto en Europa del Este, ve con mucha más preocupación el desempleo y la ampliación de la brecha entre pobres y ricos en la zona. 'El aumento de las tasas de desempleo, la caída de los niveles de ocupación y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios amenazan con convertirse en un futuro próximo en obstáculos infranqueables para la necesaria continuidad de las reformas de estas economías', dice Luengo, 'transformaciones, por otra parte, acordes con la ambición de estos países de ingresar a la UE', añade.

El alto desempleo y los desequilibrios sociales preocupan mucho a los políticos en Bruselas, que temen una oleada de inmigración del Este al Oeste tras la ampliación de la UE. Un informe de la OCDE publicado recientemente destaca que el flujo de inmigración de europeos del Este hacia la UE es hoy menor que entre 1989 y 1992. El mayor crecimiento se centra en la migración de trabajadores temporales tanto dentro del ex bloque comunista como hacia Europa occidental. La OCDE concluye que los temores a una inmigración masiva son exagerados. Por las dudas, la organización avisa a los candidatos a unirse a la UE, que deben reforzar sus controles fronterizos y sus políticas de migración.

Luengo sostiene que el paro en el Este es un problema mucho más grave de lo que parece. 'Los índices de desempleo deberían ser más altos de lo que ya son. La caída de la actividad laboral, es decir, la conversión de personas que buscan empleo en inactivas, permite maquillar la tasa de paro', explica. 'Este proceso ha afectado principalmente a las mujeres, cuya actividad se ha replegado a los papeles sociales tradicionales, asistenciales y reproductivos', añade.

Según la Comisión Económica para Europa, la relación entre población activa femenina y mujeres en edad de trabajar ha pasado en Hungría entre 1985 y 1997 del 61,3% al 42,8% y del 59,3% al 52,1% en la República Checa, por citar dos ejemplos. Si se relaciona la cantidad de mujeres empleadas y población femenina, en el mismo periodo los porcentajes pasan del 48,9% al 30,2% en Hungría, del 46% al 40,2% en la República Checa y del 41,5% al 34,5% en Polonia. En ambos ejemplos se toman los países que más han crecido, en los otros casos las diferencias son mayores. En Rusia, la moderada tasa de paro del 10,2% en 2000, según el WIIW, 'tiene como contrapunto la imposición de vacaciones no remuneradas y grandes retrasos en el pago de las nóminas, ya de por sí en franca regresión'.

Los salarios de los ex Estados comunistas perdieron un gran parte de su capacidad de compra entre 1989 y 1999. En Bulgaria y la mayor parte de las repúblicas ex soviéticas la regresión superó el 50%, en Rumania casi el 40% y en Hungría el 20%. En los países en los que los salarios menos poder adquisitivo perdieron, Eslovenia, Polonia, Eslovaquia, la regresión fue superior al 10%. Según Luengo, 'sólo en la República Checa ha habido un crecimiento de los salarios a la par del de la productividad del trabajador'.

En Hungría, el salario medio del 75% de la población ocupada es de unos 280 dólares (menos de 50.000 pesetas), mientras que del otro 25%, empleado mayoritariamente en el sector financiero, está entre los 3.000 y 4.000 dólares (más de medio millón de pesetas). A pesar de que estas diferencias existen en la mayoría de los países en vías de desarrollo e incluso en industrializados, en lo que lamentablemente destaca Europa del Este es en la velocidad con que se amplían las diferencias entre pobres y ricos. En Rusia, Ucrania y Rumania, las desigualdades se han triplicado en los últimos siete años y se han duplicado en Polonia, según el Banco Mundial. Un reciente estudio del especialista en economías en transición del banco, Branko Milanovic, señala que entre 1987-1988 y 1993-1995 el número de pobres -personas que viven con menos de cuatro dólares diarios- había aumentado más de 12 veces, de 13,6 a 168 millones en Europa del Este.

'En Rumania, Bulgaria y Eslovaquia, entre el 30% y 40% de la población vive por debajo de las líneas nacionales de pobreza, es decir, sin poder satisfacer sus necesidades básicas', dice Luengo, 'a lo que hay que añadir que en esos países, como en el resto de los de la región, existen redes de protección social muy frágiles, poco extensas y de reciente creación'.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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