Convergència da luz verde a la candidatura de Vilajoana para la alcaldía de Barcelona
La preferencia de Mas por Vilajoana es evidente: son amigos y, además, el conseller en cap lo apadrinó para entrar en el Gobierno. Mas precisa que el cabeza de lista por Barcelona sea un hombre de su total confianza porque de otra manera el delfín de Jordi Pujol no podría estar tranquilo: ¿Cómo encarar unas elecciones autonómicas tras la sombra política de un alcalde de Barcelona convergente?, aseguran fuentes de CDC. De no mediar sorpresas, las municipales tendrán un carácter de primarias sobre la autonómicas; por tanto, en el caso de que CiU consiguiera hacerse con la alcaldía, Mas tendría un auténtico problema si el primer edil no es un hombre de su total y absoluta confianza y tiene aspiraciones a llegar al otro lado de la plaza de Sant Jaume. Por eso, anticipándose a otras declaraciones de voluntades, Vilajoana saltó a la palestra. Eso le valió críticas de Unió Democràtica, el socio con el que CDC negocia los términos del nuevo reparto de poderes en CiU. De 'poco serio' calificó un dirigente democristiano que en plena negociación Vilajoana se postulase como candidato.
En CDC hay quienes piensan que en las próximas elecciones ganarán la alcaldía por ley de compensación, ya que creen que les tocará despedirse del Gobierno de la Generalitat. Y este valor añadido a la plaza de candidato a la alcaldía hace que en CDC sean de talla los aspirantes que optan a ella. Aparte del actual consejero de Cultura, hay otros que aspiran a ese puesto. El caso más claro es el del consejero Macias. El titular de Política Territorial ya se postuló en una de las dos ocasiones en que el convergente Josep Maria Cullell encabezó el cartel convergente., lo que provocó no pocos quebraderos de cabeza al partido cuando, tras ello, volvió a concurrir a los comicios como candidato a la alcaldía de Olot.
Trias y PuigAdemás de Macias, se habla de otros dos candidatos. Xavier Trias es uno de ellos. De él cuentan que hace unas semanas tuvo oportunidad de exponer sus notables conocimientos sobre Barcelona cuando estaba en presencia de Jordi Vilajoana, lo que causó una notable incomodidad en éste. Al igual que Trias, Felip Puig niega rotundamente que pretenda optar a la alcaldía de Barcelona. ¿Por qué se habla de él? Pues porque muchos ven en el actual consejero de Medio Ambiente -hombre con buen cartel en el partido y en el núcleo familiar de Jordi Pujol- a un hombre de firmes convicciones nacionalistas capaz de afrontar la travesía del desierto que le auguran a la coalición nacionalista tras la retirada de Jordi Pujol del cartel electoral de CiU. Con todo, la plaza de candidato a la alcaldía de Barcelona por CiU hasta ahora ha sido un altar de inmolación, al que todos los candidatos han ido más o menos contentos como los primeros cristianos al martirio. Todos se han estrellado: Xavier Millet, Ramon Trias Fargas, Josep Maria Cullell, Miquel Roca o Joaquim Molins.
Y eso ha ocurrido incluso cuando CiU ha encarado su papel de principal grupo de la oposición en el Ayuntamiento con mucha energía, como ocurrió con el equipo que ahora dirige Joaquim Molins, un Molins que tras superar el mal resultado electoral no desperdició la ocasión para criticar prácticamente todas las decisiones del equipo de gobierno que encabeza Joan Clos. Durante los primeros meses del actual mandato municipal, tanto el jefe de filas convergente como el portavoz del grupo, Josep Miró i Ardèvol, se multiplicaron en ruedas de prensa y aprovecharon las comisiones y el plenario del Ayuntamiento para practicar una oposición frontal. Ésta fue más beligerante en algunos aspectos concretos, como la plantilla de la Guardia Urbana, en proyectos urbanísticos de renombre, como el desaparecido Barça 2000 o el fiasco de las inundaciones de la plaza de Cerdà -en septiembre de 1999- y la obra del túnel de Mitre. Tan sólo dos apuestas de ciudad se han salvado parcialmente de la crítica sistemática: el Fòrum 2004 y el 22@ del Poblenou.
Mala racha
A esa primera etapa, le sucedió otra más moderada y marcada por la ausencia obligada de Joaquim Molins por problemas de salud. En abril del año pasado se produjo la primera marcha del grupo, la del hijo del presidente de la Generalitat, el concejal Oriol Pujol Ferrusola que, por otra parte, tuvo un paso más que discreto por el Ayuntamiento de Barcelona. El concejal Pujol Ferrusola, que no fue una de las apuestas propias de Molins sino una impuesta por Convergència Democràtica, tiró la toalla municipal para asumir la Secretaría General del Departamento de Industria.
El problema de salud de Molins no fue el único y los concejales Magda Oranich y Josep Miró i Ardèvol -precisamente los dos fichajes de Molins- también tuvieron que desvincularse parcialmente del día a día del grupo. Éste acabó descansando principalmente en el trabajo de un concejal, Joan Puigdollers, que ya ha sacado las castañas del fuego en más de una ocasión.
Las relaciones del grupo municipal con el partido se fueron deteriorando progresivamente. Y Molins, que había exteriorizado su predisposición a encabezar de nuevo la lista de CiU en las futuras elecciones de 2003 y se había postulado como presidente de la Federación de Barcelona de Convergència Democràtica, vio cómo quedaba arrinconado a medida que el actual conseller en cap, Artur Mas, tomaba más mando en CDC.
En diciembre pasado, Molins anunció que se retiraría de la política al acabar el actual mandato municipal. Desde entonces, el grupo de CiU se ha enfrentado a no pocas papeletas, como la de ser prácticamente ignorado por Mas en la asamblea de la Federación de CDC de Barcelona, en la que colocó al concejal Joaquim Forn como su sucesor, o la de verse obligado a reajustar el equilibrio de los dos partidos que forman la coalición después de que Miró i Ardèvol renunciara a seguir como portavoz.
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