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Reportaje:La semana del gran clásico | FÚTBOL

El Madrid calla; el Barça se atraganta

El modelo directivo de Florentino Pérez cobra ventaja sobre el de Joan Gaspart

Ramon Besa

Tal es la escasez de noticias sobre el Madrid que en Barcelona se cuenta desde hace un tiempo que, cuando Florentino Pérez configuraba la candidatura a las elecciones, uno de sus vicepresidentes le preguntó si el cargo suponía la obligación de acudir al fútbol, porque, de ser así, renunciaría. El chascarrillo expresa la visión que desde el Barcelona se tiene de la directiva del Madrid y también la distancia que se ha abierto entre una y otra entidad pese a sus buenas relaciones institucionales. En el Barcelona hay que ir al estadio porque la vida del club depende del marcador. Todo pasa en el Camp Nou. Una palabra, un gesto, cualquier detalle, sirve para explicar el resultado. Nada que ver con el Madrid, que, frente al día a día del Barça, prefiere tratar una cosa después de la otra, una manera que le permite relativizar las derrotas, tal que fueran concesiones ante lo que se propone el club.

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Justificadamente o no, apoyado políticamente o en sintonía con el poder, el Madrid se presenta como un club que está tramando algo grande, da la sensación de estar metido en un caso importante, ha creado un complejo de inferioridad ante su rival. El recuerdo de Lorenzo Sanz agrandó aún más el poder intimidatorio de Pérez porque alrededor del ex presidente se creó la leyenda de un tipo con suerte, capaz de jugarse el curso a una carta o, lo que es lo mismo, la novena Copa de Europa al igual que la séptima o la octava.

Más que el equipo, el problema del Madrid era el club, y es en este contexto que Pérez gana a Sanz. Una persona que le arrebata a Figo al Barça es capaz de cualquier cosa: no sólo de ganar la novena, sino también la Liga, y de restablecer la jerarquía blanca en el fútbol. La garantía del presidente del Madrid es que únicamente ha intervenido en los asuntos de Estado, como el de Figo, y lo solucionó, sin necesidad además de ir al fútbol. Pérez no juega, sino que gestiona; va al campo sólo si conviene, como cuando inspecciona la obra; ejerce de empresario; y, como referente que es en su oficio, da credibilidad a la presidencia del Madrid.

Responsabilidad

El fútbol, en tanto que juego, como deporte que escapa a la lógica empresarial, es responsabilidad pero no competencia del presidente, y de ahí que delegue no sólo en ex futbolistas, sino en referentes madridistas. Valdano convence por lo que dice y porque hace ver que sabe más de lo que cuenta. Butragueño seduce en campo propio y ajeno. Y ante Di Stéfano se impone reclinarse. No necesitan dar explicaciones para justificar su trabajo. Para saber del Madrid hay que perdir permiso y ni así se pasa de la secretaria.

A Rexach, por el contrario, pueden enredarle por teléfono desde Tenerife, como hicieron en un programa de humor en el que el adjunto a la secretaría técnica del Barça contó lo que cobraban Dani y Zenden pensando que negociaba con representantes de un club italiano. Frente a la profesionalidad madridista, en el Barça todo es más familiar. El estado de ánimo se impone ante la organización. Parece como si en el Barça todo estuviera aún por hacer, esclavos como son sus rectores de la cháchara que impide discernir entre lo importante y lo anecdótico.

A Gaspart le gusta el cuerpo a cuerpo como a Sanz, de manera que va dejando una noticia por ahí, un recado por allá, tal que retransmitiera la vida del club en su intento de contentar a la gente. El amic Joan se impone siempre al presidente y el mensaje institucional pierde valor. A la verborrea de Gaspart se añaden las ganas de los vicepresidentes por dar su opinión, como si cada uno necesitara expresarse para diferenciarse de su compañero, no fuera que el club tuviera un único mensaje. Puesto que pocas cosas tienen en común, no es lo mismo hablar con Fernández que con Castells o Llauradó, de la misma manera que resulta delicado encontrar un punto de encuentro entre Rifé, Schuster y Serra Ferrer.

Pese a la multitud barcelonista que ha reunido Gaspart, se sigue persiguiendo a los que no están (Cruyff, Núñez, Koeman), como si siempre faltara alguien para comenzar. Más que un plan, presidido por la delimitación de funciones, el Barça es una suma de voluntarismos. En la persona de Gaspart pesa más la militancia barcelonista que su capacidad de gestión como empresario, y de ahí que igual impone una economía de guerra que despilfarra el dinero. Gaspart necesita del fútbol y del Barça, así que el sábado irá al Bernabéu aun cuando ello le suponga no acudir a la boda de Pilar Rahola. Quizá porque heredó un club fatigado y desnaturalizado, el presidente utiliza el boca a boca para convencer uno a uno a todos los socios de que vale la pena apuntarse de nuevo. El Barcelona es un libro abierto y, como tal, se sabe todo frente al silencio sepulcral del Madrid, que hace creer que cuando no se dice nada de uno es porque todo va bien.

Por su patrimonio y currículo, Pérez aparece como un empresario dispuesto a salvar al club, un objetivo suficientemente importante que le exime de asuntos menores, como el partido de cada día, competencia de quienes saben explicar el juego y los resultados, como Valdano. Hoy, en ese Madrid impermeable a la crítica se podría discutir incluso con normalidad sobre un cambio de entrenador sin que supusiera una crisis institucional. Ha logrado relativizar las cosas, darle a cada una su importancia, frente a la ansiedad del Barça, aún confuso ante el empeño del presidente en consensuarlo todo para implicar a todos. Un club nunca se ha llevado por inercia, y menos si el viento sopla en contra como en el Camp Nou, que, a diferencia de Chamartín, no le perdonó a un candidato (Bassat) que no supiera quien marcó el gol de la derrota azulgrana ante el Lleida. En el Barça es tan importante saber contar los goles a favor como en contra.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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