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Reportaje:

Sónar 2001: de la playa a la fábrica

El festival pierde 'glamour' pero gana comodidad con el traslado a la Fira

Siete ediciones y tres diferentes emplazamientos. Convertido casi en un festival itinerante dentro del ámbito urbano de Barcelona, el Sónar, aplaudido encuentro anual de artistas electrónicos y multimedia, se prepara para otro cambio. Esta vez abandona el idílico emplazamiento de la Mar Bella, urgido como en mudanzas anteriores por la presión de un público cuya afluencia ha ido creciendo año a año. El nuevo lugar de acogida resulta estéticamente menos sugestivo que la Mar Bella al tratarse de un polígono poblado por pabellones industriales, sin palmeras, playa ni mar. Se llama Polígono Pedrosa, y allí, en una nave de la Fira de Barcelona, el Sónar celebrará entre el 14 y 16 de junio su octava edición.

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El cambio ya ha generado felicidad en algunos estamentos. En la Fira sin ir más lejos. Su director de Salones Externos, Manel Sol, se muestra satisfecho por el aterrizaje del Sónar en las instalaciones que rige, ya que 'permiten abrir la Fira a las nuevas generaciones, a los jóvenes'. Sol predice que 'alguno de estos jóvenes será empresario el día de mañana'.

La Fira albergará el festival durante un mínimo de tres años merced a un acuerdo que obliga a ambas partes a cerrar fechas con dos años de antelación. Aunque no lo diga, Sol sabe que a falta de arena y palmeras ofrece al Sónar casi 2.000 plazas de aparcamiento, aire acondicionado y suficientes metros cuadrados como para crecer en función de sus necesidades. Los organizadores del festival disponen de unos 24.000 metros cuadrados, de los que en esta edición no utilizarán ni tan siquiera la mitad.

'La Mar Bella se había quedado pequeña, igual que en su momento se quedaron el Apolo o la Carpa de Montjuïc. Para esta edición precisábamos un espacio que nos permitiese programar actividades al aire libre y bajo techo, con suficiente aforo, buena infraestructura, facilidad de aparcamiento y servicios suficientes. Nos encantaba la Mar Bella pero ya resultaba inadecuada. Buscamos otros espacios en la ciudad, pero no existen. Ponderamos incluso la posibilidad del Sant Jordi, pero allí es imposible crear varios espacios'. Lo afirma Sergi Caballero, miembro de la tríada organizadora del Sónar. Entre líneas viene a decir que la Mar Bella resultaba paradisiaca, pero también implicaba las apreturas del público y los problemas de seguridad derivados de la presión ejercida por aquellos que sin entrada se colaban en el recinto saltando vallas.

El caso es que el Sónar crece, y al igual que los niños pierden la inocencia a medida que dejan de serlo este festival deja atrás noches en las que la música electrónica se disfrutaba en una postal de cielo, salitre y brisa marina. 'El cambio de emplazamiento es fruto del pragmatismo, de la necesidad de responder a las exigencias de un festival cuyo poder de convocatoria escapa de las manos de los propios organizadores', afirma Sideral. Es pinchadiscos y ha actuado en el Sónar, un festival que bajo su punto de vista 'perderá algo de glamour pero ganará en comodidad gracias a su traslado'.

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'Puede que el ambiente sea distinto', especula Omar, empresario discográfico y también pinchadiscos que ha pasado por el festival, 'pero el crecimiento del Sónar obligaba un cambio de ubicación. No conozco el nuevo emplazamiento', reconoce, 'pero dudo de que el traslado allí suponga un descenso de asistencia. Al menos este año'. '¿El glamour de la Mar Bella?', dice Zero, otro de los artistas locales que ha pasado por el Sónar, 'lo tenía, sin duda alguna, era un emplazamiento estupendo', afirma antes de añadir que 'gracias al impredecible crecimiento del festival igual acabamos descubriendo el extrarradio. Al fin y al cabo el acid house creció en las zonas deshabitadas, periféricas e industriales de Londres'. Santi Carrillo, director de la revista Rock De Lux, abunda en la idea de la imposibilidad de que el Sónar permaneciese en la Mar Bella, 'un espacio que ya no garantizaba la seguridad de sus usuarios'.

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