Mario Maya recupera su 'Amargo'

Nos trajo añoranzas ver de nuevo este Diálogo del Amargo. Añoranzas de hace 16 o 18 años, cuando Mario Maya se hallaba en la plenitud de su arte -como bailaor y como coreógrafo- y lanzó esta creación sobre textos famosos de Federico García Lorca. Una obra que destilaba inspiración, y poesía, y belleza. Y el baile de Mario Maya, lo recuerdo, en los tiempos en que él probablemente bailaba mejor.

Ahora ha recuperado la obra para este Festival de Jerez, limitándose a la coreografía y la dirección. En una versión reducida, esquemática, que se concreta en media docena de escenas bien escogidas, en las que participan solamente los cuatro personajes básicos.

Mantener el espíritu

Maya ha hecho un notable esfuerzo, sin duda, para mantener el espíritu de la obra original en esta versión fragmentaria. No es fácil, como sabemos, porque en la creación artística siempre es más difícil reducir que ampliar, pero Maya ha tenido buen pulso a la hora de mantener íntegro aquel halo de emoción y de poesía que hicieron de Diálogo del Amargo quizás su más lograda creación.

El problema que más salta a la vista, para quienes vimos aquella versión, es el de la personificación del Amargo. Entonces corrió a cargo del propio Mario Maya, quien bailaba portentosamente y tenía la cualidad de transmitir a la audiencia su convincente emoción. Hoy ese lugar lo ocupa un joven, Rafael de Carmen, en un trabajo sumamente comprometido para él.

Digamos, antes que nada, que hace un buen trabajo, aunque obviamente carece de la sutil delicadeza, del refinamiento expresivo de Maya, que normalmente sólo los da la experiencia. De Carmen resuelve el compromiso airosamente, bailando bien, con fuerza, aunque quizás repetitivo en algunos momentos.

Sus compañeros en escena, excelentes. Singularmente Ricardo Franco, quien supo dar un desarrollo contenido pero sumamente eficaz a su complicado personaje del Jinete-Caballo. Beatriz Martín es una Amante hermosa que interioriza su drama y dota a su baile de discreta pero efectiva sensualidad. Esperanza Fernández, en la Madre -personaje que ya hiciera en aquella primera versión de la obra-, espléndida. Excelentes el cante de El Ecijano y las guitarras de Paco Jarana y Salvador Gutiérrez.

La recuperación de Diálogo del Amargo, en cualquier caso, nos parece interesante, porque no había vuelto a representarse y es una muestra excelente del mejor baile flamenco que en un tiempo se puso al servicio de una coreografía importante. Hay otras obras que deberían seguir el mismo camino, para conocimiento de un público que no tuvo ocasión de verlas en su momento y que lo agradecería.

Artistas de la diáspora

Jerezanía defraudó en general. Es un concierto de cante y toque, con algo de baile por bulerías, realizado por artistas jerezanos llamados de la diáspora, es decir, que viven y realizan sus carreras fuera del Jerez natal.

Se esperaba mucho más de ellos. Sin embargo, la malagueña de Chelo Pantoja me sorprendió gratamente, pues no la hacía cantaora capaz de tales empresas; pero abrió la voz como el género exige y cantó con mucho gusto. Otro cante a destacar, probablemente el mejor de todos los que se hicieron, fueron las soleares de Romerito. Y con la patadita de Enrique Pantoja, tan gracioso como siempre, y el buen toque de José María Molero y Manuel de María, poco más podemos decir.