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CAMBIOS EN EL GOBIERNO

El hombre que recomendó a Aznar para refundar el PP

Juan José Lucas es uno de los dirigentes populares más fieles al presidente del Gobierno

El nuevo ministro de la Presidencia, Juan José Lucas, hasta ahora presidente de Castilla y León, es uno de esos hombres fieles a José María Aznar que, a pesar del inmenso poder de que ha gozado en esa comunidad autónoma, se ha mantenido obediente a los dictados enviados desde la calle de Génova en Madrid, la sede del Partido Popular.

Ganador por mayoría absoluta en tres elecciones autonómicas, Lucas es un político que ha visto en repetidas ocasiones cómo su nombre, a pesar de estar en las quinielas, quedaba en ministrable sin más. Todo ello a pesar de la fidelidad al líder, sus triunfos electorales y la estabilidad de su partido en una región que se convirtió en granero del PP después de tener como primer presidente a José María Aznar.

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Lucas, de 56 años, casado, abuelo reciente, padre de dos hijos, y nacido en la localidad soriana de El Burgo de Osma es uno de esos animales políticos a los que Castilla y León ya se le había quedado pequeña.

Desencantado por no ser llamado para un Ministerio -como lo fueron Jesús Posada, Juan Carlos Aparicio y Ángel Acebes, miembros como él del Gobierno autónomo con Aznar-; desencantado porque no se tuvieran en cuenta sus favores desde su puesto de vicesecretario de organización del PP en la etapa Hernández Mancha, ya que de él se dice que fue quien en el verano de 1989 recomendó a Fraga, en una reunión en su chalé de Perbes -a la que también asistieron Rato, Álvarez Cascos y Trillo- el nombre de Aznar para encabezar la refundación popular, y desencantado por el retraso y el poco apoyo a algunos proyectos para la región desde el Gobierno de la nación, Lucas ha dado la sensación en los últimos meses de que su futuro no pasaba ya en lo político más allá de Castilla y León.

Empeñado en que su autonomía estuviera dotada de modernas infraestructuras en carreteras, vías ferroviarias y aeropuertos, Lucas no ha conseguido en sus 10 años de mandato que la región abandonara algunos de sus anquilosadas estructuras del pasado.

La política de parcheo ha sido constante y su imagen se ha mantenido gracias a un férreo control de los medios de comunicación regionales. El nuevo ministro ha gobernado Castilla y León a base de paños calientes, y deja deberes importantes por hacer. Como ejemplos baste destacar el que dos de cada tres personas en paro en la región son mujeres, o el que en la pasada década en la comunidad la afiliación a la Seguridad Social creció un 6,5%, siete puntos menos que la media nacional. O que en los últimos 10 años mientras el número de ocupados crecía en España en 600.000, en la región se perdía 31.200, o el que los beneficiarios de las pensiones contributivas sólo subían en Castilla y León un 14% mientras la cifra en España pasaba del 20%.

La incógnita está en si esta política puede pasar factura al Partido Popular en Castilla y León, ya que desde hace meses la guerra por la sucesión de Lucas amenaza la estabilidad de un partido al que ni el caso de la construcción, ni el caso Zamora ni el caso de la minería hizo mella alguna.

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