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Columna
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La difícil campaña socialista

El PSOE lucha en el País Vasco por conseguir un perfil propio y por romper la imagen de que ya está todo pactado

Soledad Gallego-Díaz

La dirección socialista, tanto en Madrid como en el País Vasco, se prepara para hacer frente a la que será una de las campañas electorales más complicadas de su historia reciente. Primero, por las condiciones de peligro físico en que se va a desarrollar, y segundo, por la enorme dificultad que a va tener para marcar un perfil propio y no dejarse arrastrar por la imagen que transmite el PP (y una buena parte del propio PSOE) de que todo está ya hecho y que no existe otra posibilidad que el pacto poselectoral con los populares.

El intento de asesinato del concejal socialista de Ordizia ha dejado aún más claro, si era posible, que ésta es una campaña marcada por la violencia y la coacción. Los socialistas, que han sido históricamente muy capaces de movilizar a sus afiliados en las grandes ciudades y en los pequeños pueblos para pedir el voto casa por casa o bar a bar, se encuentran ahora con que en muchas localidades de Euskadi su actividad es prácticamente clandestina.

El miedo, que afectaba desde hace años a los afiliados y simpatizantes del PP, ha alcanzado también a los militantes del PSOE, que, en algunos pueblos, se ven obligados a reunirse a horas extrañas en domicilios particulares, huyendo de los locales, cerrados, del partido. En la inmensa mayoría de estos pueblos no existe posibilidad de hacer mítines y la campaña se tendrá que limitar a envíos por correo o a los medios de comunicación. La propaganda electoral va a ser casi clandestina, algo que enferma de rabia a muchos socialistas, que ven cómo sus antiguos socios del PNV se mueven en esas mismas localidades con gran facilidad.

En este ambiente, resulta evidente que amplios sectores de los socialistas vascos se sienten unidos a sus compañeros de sufrimiento, los populares, y que personalidades del PSE como Rosa Díez o Javier Rojo están decididas a que su partido dé por cerrada, ya antes de las elecciones, cualquier posibilidad de acuerdo con el PNV.

Incluso algunas personalidades socialistas menos inclinadas inicialmente a ese acuerdo estiman que ya no hay vuelta atrás y que ha sido el PNV el responsable de haber colocado al PSOE en una situación no buscada ni querida de llegar pactos con el PP, su adversario natural en todas las demás zonas de España.

Otro sector de los socialistas pelea, sin embargo, por lograr que la dirección del partido mantenga abiertas vías de diálogo con el PNV, por muy difíciles e improbables que parezcan en este momento. Se trata de diseñar una estrategia de 'centralidad' que recuerde que el pacto antiterrorista firmado con el PP no incluye un acuerdo poselectoral y que permita soportar durante los casi ochenta días que va a durar esta larguísima campaña el permanente 'tironeo' de los populares.

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Prácticamente todos los dirigentes socialistas, partidarios o no del acuerdo con el PP, creen que ese pacto será inexcusable en el caso de que los populares logren más escaños que el PNV o que los no nacionalistas rocen, en conjunto, la mayoría absoluta del Parlamento vasco. En el caso de que existan combinaciones distintas, el grupo más reacio a ir junto a los populares admite que un acuerdo con el PNV dependerá fundamentalmente de que los nacionalistas, en la negociación que se abra el día 14 de mayo, estén dispuestos a dejar claro que no intentarán alcanzar el 'ámbito vasco de decisión' por otros mecanismos que no sean el propio Estatuto y la Constitución.

Ese cambio, para ser creíble tanto en el País Vasco como en el resto de España, exigiría el protagonismo de personalidades nacionalistas que ahora están en segundo plano y una reflexión muy profunda en el PNV; dos cosas que, en este momento, rechaza la actual dirección.

Los socialistas se enfrentan en esta larguísima campaña a otra realidad insoslayable: la repercusión que puede tener en la imagen de los populares en el resto de España la formación de un gobierno PP-PSOE en el País Vasco. 'Es indudable que un gobierno de coalición sería un éxito para la estrategia diseñada por José María Aznar y su equipo hace ya varios años', afirma un alto dirigente del PP.

'Aznar se siente muy satisfecho con todo lo que ha logrado, y con razón', asegura esa misma fuente, 'porque nadie le va a poder quitar estos ocho años de gobierno nacional ni le va resultar fácil a ningún otro dirigente popular conseguir resultados como los de las últimas elecciones generales, con lo que Aznar tendrá garantizada su influencia en el partido en el futuro'.

'Si se consigue un gobierno vasco de coalición PP-PSOE supondría que Aznar habría alcanzado su segundo gran objetivo', afirma este miembro de la ejecutiva popular. ¿Y si no lo logra? 'Si no se logra porque el PP no alcanza los resultados previstos, es decir si es achacable a nosotros mismos, el partido sufriría un gran golpe, el primer golpe verdaderamente serio en mucho tiempo'.

La campaña electoral vasca será también observada con atención por los distintos barones socialistas y por el aparato del partido en general, porque se trata de la primera ocasión en la que el nuevo secretario general, José Luis Rodríguez Zapatero, tendrá que hacer frente a un escenario tan complicado y aparecer como el creador e impulsor de una 'estrategia de Estado'. Y también será la primera ocasión en que tendrá que rodearse, dentro de la nueva ejecutiva, de un núcleo duro que le acompañe en ese camino y que se vaya convirtiendo en un auténtico punto de referencia y centro de poder en el PSOE.

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