Napoleón
Señor Defensor del Pueblo:
Vamos a ver si logro explicarme, señor Múgica. Me llamo Jonás Garimba Sayagués, soy fotógrafo de bodas, tengo 27 años y resido en Madrid. Me encanta disfrazarme una vez al año, dejar el alma en el almario y salir por ahí susurrando procacidades a los perros y a gentes diversas que me fascinan. Amparado por la Constitución, perpetro desatinos razonables en carnaval para olvidarme de mí mismo en la noche oscura. Ayer irrumpí en el baile del Círculo de Bellas Artes vestido de Napoleón, el hermano de Pepe Botella. Contento me tiene el carnaval, señor Múgica. El próximo año me disfrazo de mí mismo, y si te he visto no me acuerdo; y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga; y a quien le pique, que se rasque.
Si detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, oh Defensor del Pueblo, detrás de todo gran patibulario hay una gran guillotina; se lo digo por experiencia. Sea lo que fuere, señor, aquí estoy, inasequible al desaliento y a las asechanzas de los mamelucos, dicho sea en todos los sentidos de esa palabra egipcia inequívocamente viperina.
Y todo por culpa de un amor como no hubo otro igual que me hizo comprender que una vez al año hay que asesinar alevosamente a ese tipo que se mofa de ti a diario en el espejo. Aunque oficialmente me veneran, oficiosamente abominan de mí las abuelas, madres, novias, novios, coyunturas, jefes y circunstancias de mis conocimientos. Asumo con humildad mis responsabilidades, señor Múgica. La cosa está clara: Napoleón tiene toda la culpa de los males que aquejan a mis allegados. Por eso ayer intenté ser Bonaparte, para olvidarme de mí mismo un rato, servir de disculpa a mis amigos y hacer de mi capa un sayo al amparo del anonimato. Usted tiene obligación constitucional de apoyar estas tesis.
Señor Múgica, esperamos mucho de usted los que únicamente pretendemos echar a diario unas risas tiernas y luego huir sin hacer mal a nadie. Y así, entre bromas y veras, se va pasando la vida.
Napoleón huyó a la francesa. Preguntado acerca de su torpe actitud, Bonaparte declaró: 'A Satanás le gustan las personas muy malas, y a Dios... Adiós, muy buenas'Señor Defensor del Pueblo:
Vamos a ver si logro explicarme, señor Múgica. Me llamo Jonás Garimba Sayagués, soy fotógrafo de bodas, tengo 27 años y resido en Madrid. Me encanta disfrazarme una vez al año, dejar el alma en el almario y salir por ahí susurrando procacidades a los perros y a gentes diversas que me fascinan. Amparado por la Constitución, perpetro desatinos razonables en carnaval para olvidarme de mí mismo en la noche oscura. Ayer irrumpí en el baile del Círculo de Bellas Artes vestido de Napoleón, el hermano de Pepe Botella. Contento me tiene el carnaval, señor Múgica. El próximo año me disfrazo de mí mismo, y si te he visto no me acuerdo; y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga; y a quien le pique, que se rasque.
Si detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, oh Defensor del Pueblo, detrás de todo gran patibulario hay una gran guillotina; se lo digo por experiencia. Sea lo que fuere, señor, aquí estoy, inasequible al desaliento y a las asechanzas de los mamelucos, dicho sea en todos los sentidos de esa palabra egipcia inequívocamente viperina.
Y todo por culpa de un amor como no hubo otro igual que me hizo comprender que una vez al año hay que asesinar alevosamente a ese tipo que se mofa de ti a diario en el espejo. Aunque oficialmente me veneran, oficiosamente abominan de mí las abuelas, madres, novias, novios, coyunturas, jefes y circunstancias de mis conocimientos. Asumo con humildad mis responsabilidades, señor Múgica. La cosa está clara: Napoleón tiene toda la culpa de los males que aquejan a mis allegados. Por eso ayer intenté ser Bonaparte, para olvidarme de mí mismo un rato, servir de disculpa a mis amigos y hacer de mi capa un sayo al amparo del anonimato. Usted tiene obligación constitucional de apoyar estas tesis.
Señor Múgica, esperamos mucho de usted los que únicamente pretendemos echar a diario unas risas tiernas y luego huir sin hacer mal a nadie. Y así, entre bromas y veras, se va pasando la vida.
Napoleón huyó a la francesa. Preguntado acerca de su torpe actitud, Bonaparte declaró: 'A Satanás le gustan las personas muy malas, y a Dios... Adiós, muy buenas'
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