Charles Trenet
Para Sergi Pàmies
Charles Trenet murió la noche del domingo al lunes 19 de febrero en el hospital Henri-Mondor de Créteil, a causa de un ataque cerebral. El próximo 18 de mayo hubiera cumplido 88 años.
La noticia de la muerte de Trenet me la dio, nos la dio, Josep Cuní en su programa matinal de Onda Catalana, el lunes 19. Cuní fue repitiendo la noticia a lo largo de la mañana al tiempo que nos hacía escuchar uno de sus mayores éxitos, La mer -'La mer / Qu'on voit danser le long des golfes clairs / A des reflets d'argent / La mer...'-, en la propia voz de Trenet. Y daba gozo escuchar aquella voz, aquella canción. Era la prueba indiscutible de que Trenet seguía vivo. Aquella voz y aquella mar, aquella 'bergère d'azur infinie', en clara, luminosa contraposición a la música seria, fúnebre, de circunstancias, que solía anunciar la muerte de alguien famoso en la radio de mi infancia, venía a decirnos que Trenet gozaba de una estupenda salud. Luego, Cuní convocó al cantautor e historiador de la canción catalana Miquel Pujadó, el cual en pocas palabras colocó a Trenet en su lugar, es decir, en lo más alto de la canción francesa, y nos recordó la frase de Brel a propósito de Trenet: 'Sin él, todos hubiésemos sido contables'. A Pujadó le sucedieron Guillermina Motta, que había cantado, en catalán, una de las canciones más finas, más surrealistas de Trenet, Une noix, y Núria Feliu, que popularizó, también en catalán, uno de los grandes títulos de Trenet: Que reste-t-il?, las cuales se deshicieron en elogios sobre la extraordinaria calidad del poeta, del compositor y del intérprete Charles Trenet.
Ha muerto Charles Trenet, el autor de 'La mer', 'Douce France', 'L'âme des poètes'... Sus canciones corren anónimas por las terrazas de los bares
Al día siguiente, la prensa local barcelonesa daba la noticia de la muerte del autor de Douce France, pero sin otorgarle, en líneas generales, el tratamiento informativo que se merecía una figura de la talla y del peso de Charles Trenet. Nada sorprendente en unos profesionales formados en unas facultades en las que nadie les dice quién fue Just Cabot, o Joan Tomàs, o Sebastià Gasch, y cuyos profesores son capaces de afirmar, impertérritos, que Bruant, Delmet, Mayol, Chevalier y Tino Rossi son la delantera de un equipo de fútbol de la Martinica. Pero, bromas -y no tan bromas- aparte, hay un hecho que si bien no justifica la falta de consideración de nuestra prensa con una estrella mundial del music hall, lo hace hasta cierto punto comprensible. Me explicaré. Cuando, en el mes de enero de 1959, mi buen amigo Lluís Serrahima escribió en la revista Germinàbit su célebre artículo Ens calen cançons d'ara; cuando, al año siguiente, Montsalvatge, Espinàs, Gasch, Javier Coma, José Luis Guarner, mi padre y un servidor ofrecimos en el Ateneo un ciclo de conferencias sobre la canción francesa y reclamamos, también, cançons d'ara; cuando, en 1961, en diciembre, se presentaron en sociedad Els Setze Jutges, cuando esto ocurría, Charles Trenet ya no estaba en el candelero, al menos aquí. La canción francesa que a nosotros nos interesaba era la surgida después de la II Guerra Mundial, la de la rive gauche de París, la de los pequeños locales de la rive gauche. Nos interesaban Brassens, Ferré, Bécaud, Brel -que a la sazón se iba imponiendo-, Boris Vian, Prévert/Kosma... A Espinàs le fascinaba aquel señor (Brassens) con pinta de perito agrónomo o de bedel universitario, muy serio, que se sentaba en una silla, tocaba la guitarra y cantaba unas canciones asombrosas, maravillosas, sobre la oca de una tal Juana o sobre el gorila de un zoológico que acababa follándose a un magistrado, monótonamente, como quien reza los misterios del rosario. Yo, la verdad, no me imagino a Miquel Porter vestido de azul celeste, con un clavel en el ojal, dando brincos en un escenario y cantando: 'Y a d'la joie! Bonjour bonjour, les hirondelles! Y a d'la joie...', como hacía Charles Trenet. Aquí, al principio de los años sesenta, joie, tan poca como quieran. Lo de aquí era, como bien dijo Ferré, 'Franco, la muerte', a raíz de la ejecución de Grimau.
Charles Trenet quedaba lejos, aunque en 1960, y gracias a un crooner italo-norteamericano, Bobby Darin, la versión yanqui de La mer (1946) se convertiría en un éxito mundial con el título de Beyond the sea. Trenet era un cantante que pertenecía a nuestros padres, como Chevalier y Tino Rossi. Prueba de ello es que sus discos, los que había en casa, eran placas de 78 revoluciones por minuto, esos discos duros que se escuchaban en una gramola, de esas a las que se les daba cuerda. Nuestra canción francesa venía ya en microsurco.
Los de mi generación no valoramos a Trenet como éste se merecía. Sabíamos, sí, lo que de él había dicho Brel -lo de 'sin él, todos contables'-, y Brassens, y tantos otros que se lo debían todo o casi todo. Pero ni su música ni su estilo encajaban en aquella apremiante necesidad de cançons d'ara, un ahora poco dado al entertainment. Afortunadamente, luego llegaron Enric Barbat, Pau Riba, Jaume Sisa, que escribieron unas canciones memorables, que recordaban al Trenet surrealista, probablemente sin que ellos se diesen cuenta.
El lunes 19 de febrero, después de escuchar el programa de Cuní me fui, como tengo por costumbre, a tomar el aperitivo en el Bauma, en la soleada terraza del Bauma. Y mientras me fumaba mi puro y me bebía mi Jameson, me puse a tararear una canción de Trenet, Coin de rue -'Je me souviens d'un coin de rue / Aujourd'hui disparu / Mon enfance jouait par là...'-, una canción que Trenet había escrito para la Gréco y por la que siento una especial devoción. Y el camarero me preguntó: '¿Qué canta usted?'. 'Una vieja canción de Trenet', le respondí. '¿Trenet, quién es Trenet?'. Y yo le dije que Trenet era un viejo cantante, un viejo poeta francés que acababa de fallecer. Trenet, 'le fou chantant', el autor de L'âme des poètes ('Longtemps, longtemps, longtems après que les poètes ont disparu...'): sus canciones corren todavía las calles, las terrazas de los bares, y la gente las canta mientras otros las escuchan, ignorando el nombre de su autor... Nunca mejor dicho.
P. S. La tercera y última horma sobre Catania y la festividad de Santa Ágata, anunciada para hoy, se servirá, si Dios quiere, el próximo domingo.
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