Andalucía: de Lynch a Dell'Olmo
Todo proceso revolucionario tiene (entre otras cosas) dos fases. Una primera, de apertura e ilusión y luego otra segunda de cerrazón y atrincheramiento. Ejemplos haberlos haylos. Desde el modelo leninista de exportación de la revolución soviética al caso stalinista de socialismo en un solo país. En la gran Revolución Francesa el paso fue más gráfico verbalmente. Se pasó de aquella idea de 'yo no estoy de acuerdo con lo que usted piensa, pero daría mi vida por defender el derecho que tiene usted para expresar lo que piensa', a la fase r obesperiana (perdona Robespierre a los mindundis que fueron mal interpretadores del líder) expresada en el grito de 'viva la libertad y a la guillotina quien no piense como yo'.
Es evidente, que cualquier paralelismo con la actualidad es mera coincidencia. Empezando, porque no vivimos un periodo revolucionario, sino muy al contrario un periodo de clara involución, política, social y cultural. Y siguiendo, porque cualquier comparación de don José Caballos con Robespierre sería una profunda ofensa para este último.
No obstante, un fantasma recorre Europa, el mundo y lo que le echen: el fantasma de lo políticamente correcto (dentro del pensamiento único) y por ende, la intransigencia hacia lo que no se exprese dentro de lo político correctamente.
Estamos entrando, hemos entrado ya, en una nueva fase (más políticamente correcta) de linchamiento. Más correcta pero igualmente despreciable.
Pero, vamos a ver, ¿es que uno no puede ser xenófobo? ¿Es que uno no puede decir lo que le de la gana, sea ese o no su pensamiento? ¿De qué carajo estamos hablando? Yo creía que el sol de la democracia salía para todos, todos los días.
No pienso entonar un credo sobre mis pensamientos y posturas políticas en el tema de la inmigración y el racismo, pongo encima de la mesa el aval de la trayectoria de mis compañeras/os y la mía propia. Y desde esa situación decidiré mi postura personal y política sobre personas, personajes, y personajillos xenófobos. El día que me cruce por la calle con doña Marta Ferrusola (no con la señora de Pujol) no le cederé la acera, como me enseñaron mi madre y mi abuela; cuando me cruce con Matías Conde, seguiré pensando que es un señor muy de derechas y, si alguna vez veo a Centeno, lo recordaré como ese noble bruto que es. Y el que esté limpio de boutades que tire la primera piedra. Y como estamos en democracia que cada uno ponga a cada uno en su sitio.
Pero de ahí al linchamiento hay un paso. La entrada en esos procesos es irreversible. Hoy se lincha (algunos de forma hipócrita) a los xenófobos porque no es políticamente correcto y hoy toca eso; mañana (y ayer), a los pacifistas que criticamos (entre otras muchas cosas) el uso de uranio empobrecido en la guerra de los Balcanes (además de la guerra misma); pasado mañana, a los judíos del mundo porque allí en Israel se están más que pasando, y pasado mañana, a los comunistas por un problema en Cuba o en China (¿Quién no recuerda a Bertolt Brecht)?
De lo que se trata es de combatir las ideas y las prácticas xenófabas y racistas con argumento y razones no con linchamientos. Así ganan ellos.
Y, sobre todo, una cosa. Si alguien quiere que los moros se queden en Marruecos, son los propios moros y sus familias, como que los españoles se quedaran en los años 50 en España, y no en Alemania y Suiza, lo querían nuestros emigrantes y su familia. Otra cosa fue como decía Carnicerito de Úbeda que 'más cornás da el hambre'.
Y por último, lo que está pasando en el Parlamento de Andalucía (que paren ya, por favor) es aquello de Hegel y Marx. Uno dijo que la Historia se repite (Lynch/Dell'Olmo), el otro añadió: 'Sí, pero la primera como tragedia y la segunda como comedia'.
Luis Carlos Rejón es diputado de IU en el Congreso y fue portavoz en el Parlamento andaluz
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