El Rayo se engrandece
El Girondins nunca creyó en la remontada ante los vallecanos, que se meten en los cuartos de final tras ganar también en Burdeos
El Girondins, su glorioso pasado, su fama y su caché saltaron ayer por los aires. El Rayo tuvo la culpa. Empeñado en prorrogar su sueño, el cuadro de Vallecas se asomó al estadio Chaban-Delmas y lo dejó cubierto de un silencio fúnebre, sólo roto por los gritos de los aficionados españoles. El Rayo escribió otra brillante página en su temporada de gloria, cuyo desenlace, sorprendentemente cuando se habla de un equipo que lleva toda su vida sufriendo, está por llegar.
Que apenas hubiera fútbol sobre el césped fue lo de menos. Lo que valió fue el sentimiento, ése que baña en oro un triunfo tan lógico como el de ayer. O como el de cualquier otro que se dé en un partido en el que un equipo es mejor que el otro. Y el Rayo es mejor que el Girondins. Así de simple. Lo era antes de saltar al tapiz y lo fue sobre todo a partir del minuto 19, cuando se produjo una jugada que enterró cualquier esperanza francesa.
GIRONDINS 1 | RAYO VALLECANO 2
Girondins: Rame; Grenett, Roche, Sommeil, Basto; Battles (Roux, m. 19), Smertin, Legwinski (Afanou, m. 80), Dugarry; Laslandes y Pauleta. Rayo Vallecano: Lopetegui; Alcázar, Ballesteros, De Quintana, Mingo; Quevedo (Glaucio, m. 61), Helder, Poschner, Michel (Set-valls, m. 73); Luis Cembranos; y Bolo (Bolic, m. 52). Goles: 0-1. M. 19. Quevedo deja a Bolo solo ante Rame; el portero le arrolla y el árbitro, tras consultar con su auxiliar, pita un penalti que aprovecha Luis Cembranos. 1-1. M. 25. Pared entre Dugarry y Laslandes, que supera al portero. Mingo se lanza en plancha para despejar y cuela la pelota. 1-2. M. 51. Roche no consigue despejar el balón y Bolo marca de tiro raso. Árbitro: Stuart Dougal (Escocia). Expulsó a Rame (m. 19), por la patada en el pecho a Bolo que propició el penalti del 0-1. Amonestó Abasto y Sommeil. 20.000 espectadores en el estadio Chaban-Delmas, de Burdeos. Clasificado para los cuartos de final el Rayo por el marcador global de 6-2.
Penalti, expulsión y gol. Todo llegó de golpe, en la misma acción, en el mismo minuto, como para que al Girondins se le quitaran las ganas de seguir adelante. Quevedo le mandó un fantástico pase largo a Bolo, que rompió con habilidad el fuera de juego, y Rame, el portero, decidió detenerle como fuera. Así, le arrolló, le atropelló y le mandó a la lona en una entrada brutal que puso el asunto aún más de cara al Rayo. Y es que el árbitro expulsó a Rame, pero, además, se le fue la mano al determinar que aquello era penalti. Sin embargo, el atropello se produjo al menos un metro fuera del área.
No se había llegado al minuto 20 y el Rayo ya tenía otro gol en el zurrón, el quinto. Y lo logró justo cuando el Girondins parecía dispuesto a venirse arriba, lo que no le resultó fácil no sólo por su demostrada incapacidad para echarle imaginación a su juego, sino porque el Rayo encaró de cara el partido, sin arrugarse, presionando y esperando que la inspiración de Luis Cembranos o de Míchel le diera fruto.
No pasó el Rayo la eliminatoria desde el buen fútbol, lo que para equipos como él no deja de resultar lícito. Superó la prueba apelando a criterios más físicos y agarrado a su sentido táctico, terreno en el que el equipo de Juande Ramos se maneja de vicio.
Ganó el Rayo en el cuerpo a cuerpo que le planteó su rival en el arranque y solventó sin mayores apuros lo que vino después. Tal vez, porque en el equipo francés el buen criterio quedó en exclusiva en poder de Dugarry, que lo hizo todo con enorme sentido, elevando su figura por encima de cuantos le rodeaban. La elevó, eso sí, hasta que decidió dimitir, solución que adoptó cuando vio que él hablaba un idioma futbolístico distinto al de sus socios de equipo. Sobre todo, distinto al de sus defensas, que no se enteraron de nada.
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