Cambio social y parejas de hecho
A menudo, nuestra clase política nos da pruebas de su vulgaridad intelectual, como si temieran que nos olvidáramos de ese pequeño detalle (Qué nos vamos a olvidar). Estos días hemos leído reacciones a la ley de parejas de hecho presentada a las Cortes Valencianas por el consejero de Bienestar Social, Rafael Blasco. Eduardo Zaplana puede irse o puede quedarse, puede mantener en su sitio o cesar a hombres tan ineptos como el consejero de Medio Ambiente, señor Modrego, o el de Sanidad, señor Castellano. Qué más da. Para despertar la atención de un pueblo apoltronado hacen falta personajes de más relieve de los que puede presentar la oposición. Tal vez el PSPV llegue a las autonómicas con un cuadro dirigente aceptablemente cohesionado, aunque gris; bienintencionado pero ayuno de verdadero talento político. La crítica a la ley de las parejas de hecho es sólo una muestra.
¿Muestra de qué? Empecemos reconociendo que nadie ha desentrañado en parte alguna las claves de la evolución social. No vamos a pedir que lo haga la diputada del PSPV Nuria Espí o el diputado de EU Ramón Cardona. A decir verdad, tampoco les hace maldita la falta. Con todo, es casi obvio que para la supervivencia de la democracia es necesario que las instituciones, en primer lugar la política, le sepan tomar el pulso a ese ritmo colectivo e íntimo que llamamos cambio social. Al legislar, la política no hace sino convertir en concreto lo indefinido y abstracto, en tangible lo intangible. Pero no basta con la percepción del cambio, es necesario también descifrar su intensidad, sus tensiones internas, el grado de docilidad -o indocilidad- de sus pulsiones, lo que hay en él de ganga y lo que hay de mena, de sintonía o de pura y dolorosa metástasis, de interiorización consciente y de subsuelo inconsciente. Etcétera.
Reconozcamos también que no hay democracia avanzada en la que la clase política no se haya visto sorprendida y desbordada por un cambio social tan tormentosamente rápido que no ha dado tiempo más que a reacciones improvisadas, extemporáneas. De ahí que tantas veces el remedio haya sido -y sea- peor que la enfermedad; y de ahí también, en buena medida, el malestar del individuo, de los grupos y de las instituciones. Se ha perdido la batalla entre lo que ya es y no debería ser todavía y entre lo que aún no es y hace tiempo que debería haber sido. Se ha perdido la conexión con la evolución social y no por causa del desconocimiento de sus leyes -si es que existen- sino porque de pronto se han multiplicado inverosímilmente los agentes causales. De este modo, reconocer la justicia objetiva de una determinada y profunda reivindicación, no debe suponer necesariamente la inmediata puesta en práctica de la misma -creyendo que así se endereza el entuerto-, si al hacerlo se está vulnerando un sentir ancestral que muy amplios segmentos sociales mantienen en plena vigencia. La propaganda -toda manipulación lo es- constituye el medio para acallar toda rebelión abierta; pero individuo mediatizado, individuo que dice sí cuando siente no, es desdichado en su vida cotidiana e impredecible en las urnas. Imponer un valor por la vía del ridículo -difícil decir no cuando todos parecen decir sí-, haciendo escarnio de otro que a fuer de histórico se disfraza de biológico, tiene un precio tan alto que el individuo no ha acabado de pagar ni siquiera cuando cree que lo ha hecho.
Según doña Nuria Espí, la ley de parejas de hecho, tal como la presentó Rafael Blasco, es 'restrictiva y desfasada'. Para el diputado de EU señor Cardona, esta ley carece de 'proyección de futuro'. Se pasa así por alto que es una época de cambio convulso, son legión los que en su fuero interno rechazan lo que en su fuero externo proclaman aceptar. El fuero interno, no es necesario decirlo, es el que suele depositarse en las urnas, que tienen mucho de confesionario. ¿Cómo puede ser restrictiva una ley que concede derechos a las parejas homosexuales de hecho cuando la verdad es que un buen número de individuos ni siquiera acepta todavía la homosexualidad en un fuero interno tan frágil, es decir, tan cercano al fuero externo que multitud de detalles lo delatan? Yo he tenido más de una pequeña trifulca -pequeña porque no soy un cruzado- cuando entre hombres, para describir a un ausente, sale a relucir la reveladora frasecita 'es maricón'. Al protestarle al agresor lo más corriente es que se ponga a la defensiva, 'no, si a mí no me importa, yo no tengo prejuicios', pero es obvio que tiene éste y otros muchos prejuicios.
La ley de parejas de hecho da y también niega. Pero la negativa no es dogmática, y por lo tanto irreversible, sino sólo táctica. Lejos de carecer de 'proyección de futuro', es la más verosímil de las apuestas con esa proyección. Pues hay que darle tiempo a la gente para que asimile mejor o peor unos cambios que hace sólo treinta años habrían provocado infartos a granel. A la postre, esta ley que comentamos sí equipara en ámbitos importantes las uniones de hecho con las matrimoniales. Concretamente, en todo lo que tenga que ver con la Administración pública y no rebase la esfera de las competencias autónomicas. Un ejemplo: 'Hoy en día, si se convocasen ayudas para viviendas que estableciesen normas distintas para matrimonios y para uniones, esa norma sería legal. Cuando se apruebe la ley (de parejas de hecho) serán ilegales'.
Vuelvo al cambio social. Lo novedoso no es sólo la enormidad del vuelco y su rapidez, sino también la heterogeneidad del sistema en la misma persona: una confusión que habrá de resolverse en una síntesis que, sin embargo, carecerá de la armonía de épocas pretéritas, en razón de que a mayor complejidad social, más fragilidad y más contradicciones. El político, más que nunca, tiene que apelar al instinto y a la intuición para aproximarse al fondo oculto de las gentes. Puestos a intuir, yo diría que Blasco ha hecho lo adecuado para esta sociedad en este momento histórico. Pero si se ha equivocado, me sorprendería que fuera en la dimensión que PSPV y EU quieren imprimirle al cambio. Castilla sólo es ancha por comparación.
Manuel Lloris es doctor en Filosofía y Letras.
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