Un pasado de pavorosa desolación La reedición de 'Historia de la Baja Alpujarra', de José Ángel Tapia, reafirma su vigencia
Han transcurrido 36 años desde que el sacerdote e historiador José Ángel Tapia Garrido, más conocido como el Padre Tapia, publicara la Historia de la Baja Alpujarra concebida como un estudio etnológico y lleno de vivencias sociales y económicas de las ciudades de Berja, Adra y Dalías.
Con una segunda edición publicada en 1989 el propio autor ya advertía de la vigencia y juventud del volumen de 650 páginas. 'Se han formado pequeñas poblaciones y dos nuevos municipios -El Ejido y La Mojonera- se añaden a los antiguos', explicaba Tapia en los preliminares del libro, 'de los que uno -Benínar- se ha sacrificado hasta desaparecer en beneficio de los otros '.
No ocultaba tampoco el autor su asombro ante el cambio conferido al paisaje alpujarreño a cuenta de la mano del hombre: 'Cuando llegué a Berja en diciembre de 1957, desde el Cerrón de Dalías contemplé su campo, ocre y verde, tachonado de pequeñas casitas blancas, ahora todo está anegado en un mar de plástico, debajo bulle la vida en actividad fecunda e imparable', escribió.
El Instituto de Estudios Almerienses (IEA) ha vuelto a reeditar con otros 1.000 ejemplares Historia de la Baja Alpujarra, agotada en su segunda edición de 1989, como libro señero que ahonda en las raíces de una comarca, la del Poniente almeriense.
El volumen, fiel a la estructura diseñada por el Padre Tapia, que incluye láminas a plumilla de rincones de la zona firmadas por su amigo Cárdenas, se remonta a la etapa neolítica del territorio pasando por la fenicia, griega, romana, mozárabe, el reino nazarí, la reconquista cristiana y los albores del siglo XX en el que, por 'falta de perspectiva histórica', el Padre Tapia rehusó plasmar apunte alguno.
Entre los pasajes más sobresalientes del autor destacan los capítulos dedicados a la repoblación vivida en la Alpujarra tras la conquista de Granada por los Reyes Católicos. 'Sacados los moriscos del reino de Granada, la desolación de sus tierras es pavorosa. El 5 de noviembre de 1570 decía el príncipe de Éboli: 'No se niegue que ver la despoblación d'este reyno es la mayor compasión que se puede imaginar'. Si esto se decía del reino de Granada en general', apunta Tapia, 'con más motivos se podía afirmar de la Alpujarra y en particular de la Baja Alpujarra almeriense, en la que sólo se movían los soldados de los reductos construidos en los lugares principales y los cristianos viejos supervivientes de la tragedia, que volvían a recordar a sus parientes asesinados y recoger su hacienda. Los pocos moriscos que quedaban embreñados, ni se notaban'.
La consulta de todo tipo de archivos y legajos a los que tuvo acceso el sacerdote historiador, miembro desde 1967 de la Real Academia de la Historia, aporta descripciones exhaustivas en las que se refleja, por ejemplo, el número de vecinos, terreno sembrado, cabezas de ganado o cantidad de maravedís producidos por las haciendas más ricas de Berja.
Archivos como el General de Simancas, el Negociado de Mar y Tierra, el Histórico Nacional, el de la Inquisición, el de la Real Chancillería o el del Reino de Valencia, entre medio centenar,confieren al trabajo de Tapia un rigor y una vigencia a prueba de años. Pendiente queda, sin embargo, la continuación de dicho estudio etnológico de la comarca del Poniente almeriense a partir del siglo XX. Éste es un reto que, hasta la fecha, ningún especialista en historia contemporánea ha ofrecido al IEA.
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