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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Madrid y su paisaje urbano

Con cierta frecuencia tengo oportunidad de hablar con amigos extranjeros, muchos de los cuales son viajeros empedernidos. Al interrogarles sobre Madrid, amablemente hacen referencia a aquello que la ciudad tiene de positivo, fundamentalmente su vitalidad.

Pero también suelen añadir dos aspectos negativos: su tráfico caótico y una estética urbana considerada desafortunada, cuando no vulgar, en comparación con otras grandes urbes europeas. Un amigo austriaco hizo una curiosa observación recientemente: Madrid le recordaba más a una ciudad del Cono Sur americano que a una ciudad europea. La coletilla no se hizo esperar, Barcelona sí era 'europea'. Esta apreciación ha sido recientemente reiterada por el escritor residente en Francia Miguel de Castillo en una entrevista publicada en un medio de comunicación español, en ella calificaba a Madrid de ciudad 'fea, sucia y vulgar', y añadía: 'Es como una ciudad suramericana, sin encanto'.

Bien es cierto que esto lo dice un hombre que tiene un amargo recuerdo de nuestro país; sin embargo, esta misma comparación la hacen con cierta frecuencia conocedores de las urbes españolas y americanas poco sospechosos de veleidades antiespañolas. Tal vez debamos, entonces, a la hora de hacer una valoración objetiva de cómo es Madrid, prestar atención a las opiniones de quien contempla el paisaje urbano de Madrid como un observador imparcial.

La apreciación de que la atmósfera urbana madrileña está más lejos de Europa que de Iberoamérica no responde al creciente número de ciudadanos suramericanos que -bienvenidos sean- pueblan nuestra ciudad, sino al desorden que impera en el paisaje urbano de la capital de España. Ignoro si existe alguna regulación municipal sobre colocación de carteles y reclamos comerciales en las fachadas y en la vía pública. Si la hay, desde luego, ésta no se cumple. La Gran Vía es un ejemplo tan palmario como patético de lo que ocurre en muchas calles madrileñas. Las fachadas de edificios arquitectónicamente interesantes están sembradas de todo tipo de carteles, desde hostales hasta 'compro oro', pasando por lo más variopinto.

Aunque difieren en los colores y tamaños, todos ellos tienen en común su estética cutre. Todo ello se adereza con esa exhibición rutilante de marquesinas que sobrevuelan amenazantes la cabeza del viandante. Feas y aparatosas, compiten anárquicamente unas con otras por atraer (o espantar) al cliente. Neones y luminosos recorren los edificios y sus aristas confiriendo al conjunto un aire de Las Vegas venida a menos. Cuando el alcalde declaró que quería convertir a la calle de la Montera en una nueva Galería Víctor Manuel, uno se pregunta: ¿habrá estado nuestro alcalde alguna vez en Milán?

Todo lo descrito está sencillamente prohibido en la mayor parte de las ciudades europeas con un cierto patrimonio monumental y voluntad de conservarlo. También lo está en muchas españolas, entre ellas la bella Barcelona, ciudad que protege sus edificios y monumentos.

En Madrid, sin embargo, se puede observar al lado de la plaza de Oriente y a 10 metros del recién reinaugurado Teatro Real cómo las tabernas nos anuncian con paneles electrónicos sobre las fachadas lo baratos que son sus callos o lo sabroso que es su jamón. Para completar el paísaje descrito, no debemos olvidar un elemento como es el mobiliario urbano; superabundante, tan profuso como falto de criterio. Más que prestar un servicio es un estorbo para el transeúnte.

Madrid no es una ciudad fea, es una ciudad que tiene un gran potencial, tiene bellos edificios, pero falta limpieza y la aplicación estricta de un reglamento que los proteja. Los habitantes de Madrid somos los primeros que debemos tomar conciencia, pero en este ámbito es el Ayuntamiento quien tiene absolutamente todo por hacer. Madrid es la única gran ciudad de España que no ha emprendido una gran reforma que, como decía un famoso lema publicitario, la 'ponga guapa', algo que ya han hecho Barcelona, Sevilla, Valencia o Bilbao.Para solucionar estos problemas, al igual que otros de mayor calado por su importancia práctica y no sólo estética, es necesario que la autoridad municipal tome decisiones valientes aunque le puedan costar algunos votos. Tal vez haya que empezar a pensar que la única forma de que nuestros munícipes se atrevan con iniciativas reales es limitar a dos los mandatos en la alcaldía. La certeza de que ésta será abandonada motivaría a los alcaldes, sea cual sea el partido al que pertenezcan, a tomar las decisiones más adecuadas, no las más populares.-

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