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Eduardo Zaplana | Presidente de la Generalitat de Valencia | entrevista

'NO PIENSO GUARDAR LA SILLA A AZNAR'

Ni era nuevo en la plaza, ni mucho menos ha venido a Madrid a tomar la alternativa. Pero tampoco a presentar su libro El acierto de España, con el que logró convocar el pasado 11 de febrero a casi todo el poder del PP. Su sonrisa, de oreja a oreja, le delata cada vez que intenta, que lo intenta hasta la exasperación, negar la evidencia de su abierta ambición en un ejercicio de cinismo político, aplastado por los hechos.

Pregunta. La presentación de su libro El acierto de España ha sido un espectáculo político, digamos que inquietante, dentro del poder del PP. La cuestión está en si habrá 'acertado' usted, o no, despertando tantas inquietudes...

Respuesta. ¡Ah! ¡No! No creo que haya despertado yo esas inquietudes que usted sugiere. Para mí lo que sucedió en el hotel Palace de Madrid no fue más que la concurrencia de varias personas de relevancia política con las que tengo una relación de amistad realmente sincera. No tiene para mí otra interpretación... Bajo ningún concepto estaría alejada hasta del sentido común, diría yo. Otra cosa es que esas otras interpretaciones inquietantes a las que usted alude se tengan que hacer. Pero no veo yo que haya motivo, se lo aseguro. Mire, ya llevo unos cuantos años en la política y le puedo decir que, al menos en mi caso, las relaciones humanas funcionan y que...

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P. Y que usted sabe, muy bien, que en la vida, pero en la política menos, nadie da duros a pesetas, ¿verdad?

R. Mire, eso ya lo sé. Pero también soy consciente de que, en estos momentos, a cualquier acto se le quiera buscar algún tipo de... consecuencias que vaya más allá del propio acto. Ya sé que no me va a creer, pero le aseguro que no estaba en mi intención dar que hablar más que de mi libro.

P. O sea que usted vino a Madrid para dejar claro que no le interesa el poder... Pues nadie de los que estaban allí se creyó eso. Lo que sí que se preguntaban algunos es si no habrá usted ido demasiado lejos y demasiado pronto.

R. Desde luego tiene usted razón en que hubiera ido demasiado lejos, y, por supuesto, demasiado pronto, si hubiera tenido la más mínima intención de ir... Cuando se carece de cualquier otro interés o intención que no sea el de presentar un libro pues no se corren esos riesgos que, sin duda, son errores ciertos para quien los hace. Es un círculo vicioso en el que estamos y que me temo que nos va a acompañar en los próximos tiempos. Yo ya sé que cualquier cosa que haga se le va a querer dar una intención en ese sentido. Pero eso no me va a obligar a permanecer inmóvil en mi partido, se lo aseguro. Seguiré intentando, como pueda, que la gente me crea cuando afirmo que, en estos momentos, no tengo el más mínimo interés político que no sea gestionar bien la Comunidad Valenciana. ¡Ningún otro interés!...

P. Entonces usted es víctima de una hermenéutica perversa, que lleva a la gente a interpretar justo lo contrario de lo que usted afirma. Incluido el señor Bono, que es de los que no da puntada sin hilo y que allí estaba en 'lo del Palace' haciéndole de telonero entusiasta...

R. Bueno... yo puedo admitir, si quiere, que en aquel acto del libro, mi libro era lo de menos. Pero le puedo asegurar que a mi pesar. Por otra parte, el señor Bono, con el que me una una buena amistad, poco tiene que ver, creo yo, con lo que pueda pasar con el futuro poder del PP. ¡Qué quiere que le haga! Yo intento, sinceramente, pero no se me ocurre cómo podría evitarlo, la verdad...

P. Pues conformándose con presentar su libro en Valencia, sin montar el show del Palace, por ejemplo.

R. También lo voy a presentar en Valencia, y lo de Madrid ha sido cosa de la editorial.

P. ¡Ah!... Esto seguro que le va a tranquilizar a Aznar cuando lo vea. Por cierto, ¿usted es de los que le tienen miedo a Aznar?

R. ¿Yo? ¿Miedo a Aznar? ¡Yo no tengo el más mínimo miedo, nunca se lo he tenido! Le tengo afecto... Mire, yo soy el presidente de una de las comunidades autónomas más importantes de este país. Eso, desde el punto de vista político, tiene una trascendencia capital, aunque, no sé por qué, parece que fuera una responsabilidad política de segundo nivel y eso es un error por parte de quien lo crea. Cuando Fraga o Pujol hacen una valoración sobre cuestiones que afectan al conjunto del Estado nadie piensa que es que quieren venir a Madrid. Pues yo reclamo para mí esa misma dimensión cuando hago mis aportaciones políticas como las que se contienen en mi libro...

P. La cuestión es que, a día de hoy, no está muy claro si su 'no lanzamiento' de su 'no candidatura' en Madrid, le ha consolidado o le ha amortizado a usted irreversiblemente...

R. Eso que usted sugiere, como segunda hipótesis, no me preocupa en absoluto, porque no forma parte de mis inquietudes. Pero, en cualquier caso, le recomiendo que tenga usted en cuenta una cosa: que no hay para un político mejor aval que la realización de una buena gestión. A mí habrá que medirme en función de mi capacidad de gestión de intereses públicos muy importantes al frente de la Generalitat Valenciana. Ahí es donde daré la medida de si soy, o no, un buen político. Ahora... Lo que no puede ser es que nos creamos que España es Madrid, porque España es algo más que Madrid, España es...

P. ¿Es el Palace? Le recuerdo que fue usted el que se vino a Madrid a presentar su libro...

R. ¡Y yo le reitero que eso fue una decisión de la editorial! Eso no es contradictorio con mi empeño, se siempre, de que Valencia juegue el papel que le corresponde con el conjunto de España. Porque Valencia es muy importante desde el punto de vista de la vertebración de España. Dudo que haya ninguna otra comunidad autónoma, con tantas singularidades como Valencia, con un orgullo tan claro de participar en el proyecto español. Por ejemplo, yo me he empleado a fondo en crear infraestructuras de comunicación entre Madrid y Valencia. Con el apoyo incondicional de Aznar.

P. La verdad es que usted no parece despertar excesivas inquietudes, ni recelos, en José María Aznar. Quizás sea porque es usted tan políticamente correcto, controlable, 'dirigible' incluso...

R. ¡No, no!... Bueno, la verdad es que yo intento ser políticamente correcto y, desde luego, controlable... Aunque depende del sentido como se interprete eso... Yo no sé si las cosas que yo hago le incomodan más o le incomodan menos a José María Aznar, aunque le aseguro que siempre hago lo que creo que debo hacer. Sí es un dato cierto que fidelidad al presidente del Gobierno me lleva a compartir con él proyectos y objetivos. En cuanto a lo de 'dirigible'... ¡Pues no sé lo que quiere usted decir con eso!

P. Quiero decir que es usted fácil de manejar, que no supone usted peligro alguno para el poder de Aznar. Sólo eso.

R. Pero... ¡Si yo no quiero ser un peligro para nadie! ¡Y muchísimo menos para Aznar, así de claro se lo digo!

P. Por cierto, ¿tiene algún dato de qué le ha parecido a Aznar su 'lanzamiento', perdón, la presentación de su libro en Madrid?

R. La verdad es que no he hablado con el presidente Aznar ni antes ni después del acto. ¡Le doy mi palabra de honor! Pero también es cierto que no he sentido la más mínima necesidad de saber lo que piensa Aznar al respecto, ni tampoco de darle ninguna explicación. Nunca lo hago.

P. Pues si usted actúa así, no le habrá resultado precisamente cómodo tener que pasar el placet de Moncloa para poder publicar su libro. Tantas idas y venidas, tanto controles (dicen) de Carlos Aragonés, el jefe de Gabinete de Aznar...

R. ¡Para nada he recibido ningún placet! Yo lo único que sí he hecho es comentar el contenido de mi libro con mucha gente, y desde hace mucho tiempo. Lo que he hecho es simplemente favorecer un debate abierto en mi partido, en la clase política, sobre los retos del futuro en la España autonómica que, si no lo abordamos ahora, puede llegar a ser preocupante... En El acierto de España lo que pongo en valor es el éxito de nuestra apuesta por el Estado de las Autonomías pero, también, la necesidad de cerrar, definitivamente, el debate.

P. La verdad es que no se entiende que se le haya podido ver algún tinte desestabilizador a su libro, con tanto afán por revisarlo en Moncloa...

R. ¡Pero si en Moncloa no lo han revisado! Le puedo asegurar que me une una buena amistad con el señor Aragonés, pero también que nunca le consulto mis decisiones y, mucho menos, mis reflexiones políticas!

P. Unas reflexiones que son, si me lo permite, 'previsiblemente heterodoxas' en cuanto a la financiación autonómica. La pregunta del millón es cómo se las va a arreglar usted para convencer a Maragall que, el mismo día y a la misma hora que predicaba su apuesta federalista en otro lugar de Madrid...

R. ¡Pero de Maragall nadie dice que quiera ser el sucesor de Zapatero!

P. La sucesión de Zapatero no está planteada, señor Zaplana. Además, el señor Zapatero estaba en primera fila escuchando a Maragall. Y Aznar no estuvo en el Palace. Pero dígame como va a convencer a Maragall, ande...

R. Creo que lo primero es que en el PSOE se pongan de acuerdo entre ellos, ¿no? Porque las propuestas federalistas de Maragall son diametralmente opuestas a las de los responsables y dirigentes autonómicos de su partido. Mire, yo no quiero hacer la crítica del federalismo asimétrico que predica Maragall, porque me sería demasiado fácil. Yo lo que advierto al señor Maragall es algo real: que no habrá sistema de financiación estable si no es por consenso y que la cuestión clave es ser capaces de armonizar la legítima reclamación de autonomía financiera de algunos territorios, de algunas comunidades autónomas, con los criterios de solidaridad con otros lugares de España que son indeclinables. Lo que le debe preocupar al señor Maragall no es lo que le pase a los demás, lo que le debe preocupar es que Cataluña tenga recursos suficientes para ejercer sus competencias. A mí me parece una aberración esa actitud que consiste en establecer el 'no me importa cómo me quede yo, siempre que me quede mejor que los demás'.

EL ESTADO AUTONÓMICO

P. Me gustaría saber qué es lo que pone en peligro, según su opinión, el 'federalismo controlado' que propone Maragall.

R. Mire, yo estoy convencido de que someter a revisión el Estado autonómico del que nos hemos dotado, planteando cuestiones que serían muy difíciles de consensuar, me parece una torpeza, por no calificarlo de irresponsabilidad.

P. Mientras transcurre este debate virtual hay otras realidades más 'reales' en su propia comunidad. Me temo que no tendrá más remedio que pedirle al ministro del Interior que haga 'la vista gorda' con los miles de ilegales que trabajan en la huerta valenciana...

R. No, no le he pedido eso al ministro del Interior, porque yo lo que quiero es que todos los trabajadores inmigrantes que trabajen en la huerta valenciana tengan garantizados sus derechos. Y yo no sé que haya tantos como usted dice, si lo supiera lo evitaría...

P. Es muy fácil. Con acercarse usted a las huertas los vería. Están ahí en las plantaciones, en los huertos de los naranjales...

R. La estadística no dice eso. Eso sucede en otros lugares de España, pero en Valencia creo que menos... En cualquier caso el ministro del Interior ha dicho que no se va a dedicar a expulsar a la gente. Yo pienso que hay una realidad con la que tenemos que ser comprensivos, que tenemos que normalizar progresivamente, para que todos los trabajadores que están en nuestro país tengan reconocidos todos sus derechos. Nosotros, en la Comunidad de Valencia, hemos incluido a todas las personas, inmigrantes, con independencia de su situación legal, en la tarjeta sanitaria. ¡A nadie se le va a preguntar a estas alturas si tiene papeles para atenderles sanitariamente!

P. ¡Como se entere el ministro del Interior se le puede caer a usted el pelo!

R. No creo. Mire, yo entiendo que España debe establecer el número de personas que vengan a trabajar con nosotros de otros países y que no puede ser ilimitado. Pero eso no impide que todos tengamos la obligación de cuidar los derechos y las necesidades de las personas que ya están en nuestro país. El Gobierno de Valencia no sólo no persigue ilegales sino que les damos servicios públicos. Yo no concibo que se le pueda negar la asistencia sanitaria a un inmigrante, simplemente porque no tenga papeles. ¡Sería monstruoso! Las situaciones absurdas no tienen defensa posible.

P. Lo absurdo es oír a los empresarios agrícolas clamando porque vayan los inmigrantes a recoger los frutos, que se pudren en los campos, y ver a los sin papeles vagando por ahí sin poder trabajar ¿no? No sé cómo se las arreglaría, incluso usted que es tan 'despachado', para explicárselo...

R. Bueno, primero le diré que no creo que la situación en la huerta valenciana sea tan límite. Y luego, a esos empresarios agrícolas les diría que lo que querrán será contratar ilegales y, desde luego, nosotros no vamos a permitir que contraten gente para que después puedan tener posibilidades de vejarla negándoles sus derechos. Habrá que buscar soluciones, pero esa no.

P. Quizás lo razonable sería que fueran las comunidades autónomas las que determinaran los cupos de inmigrantes en función de sus necesidades de mano de obra. Como ha planteado Pujol, con perdón...

R. Yo creo que eso se va a hacer. Le aseguro que eso se va a hacer. O, por lo menos, está en nuestra voluntad, que eso se haga así, que las comunidades autónomas aporten sus datos, sus necesidades a la hora de definir los cupos con mayor criterio y rigor. Creo que ese proceso ya está abierto y le diré que, en mi opinión, el criterio de los gobiernos autónomos tienen que ser muy importante para el Gobierno de la Nación.

P. Cuando eso suceda es previsible que el ministro Mayor Oreja tenga ya otras preocupaciones más graves, si, finalmente, es elegido lehendakari. Él sí que le va a dejar a usted un hueco en la meta de salida, en la innombrable sucesión de Aznar, ¿no?

R. Pero... ¡Qué mal me quiere usted! (Je, je, je...) ¡Qué mal me quiere! ¡No, no!... Yo creo que Jaime Mayor es uno de los activos más importantes que tiene el Partido Popular y que...

P. Y que tal vez por eso Aznar lo manda al infierno vasco... ¿Usted cree que Mayor Oreja es un buen candidato para lehendakari?

R. Si lo desea él... Pero yo no me atrevería a opinar en esa cuestión, a opinar de verdad, por las implicaciones que tiene... Lo que sí que le digo es que la responsabilidad que manifiesta Jaime Mayor, hasta el nivel de sacrificio personal que eso implica, para poder dar una solución al conflicto vasco es digna de elogio. Muestra la generosidad de un político que prescinde de una situación política y personal, que podría ser mucho más cómoda, para afrontar una situación tremendamente compleja. El que sea ministro del Interior no es negativo sino todo lo contrario; no se olvide usted que en el País Vasco hay un problema principal que es el terrorismo que, además, nos afecta a todos los españoles.

P. Y para usted (le decía) uno menos en la meta de salida, ¿no?

LA CARRERA POR LA SUCESIÓN

R. Primero le reitero que yo no estoy en esa carrera que se dará dentro de tres años para la sucesión de Aznar. Porque no lo deseo y porque hay otros compañeros con más activos y más capacidades que yo. Pero hay algo que me interesa precisar: usted da por hecho que la decisión de Jaime Mayor, si en su día la tomara, de ser candidato a lehendakari, le incapacita para otras responsabilidades para ser candidato del Gobierno... Y yo le digo a usted que no. En política las puertas se abren y se cierran por encima de la estrategia y que el futuro del poder en el PP no está escrito, y que...

P. ¿Y que Mayor Oreja podría ser un buen presidente del Gobierno, tal vez?

R. Lo que le digo es que Mayor Oreja es el político más valorado en estos momentos y que la gente lo valorará muchísimo si, al final, toma esa decisión de valentía y de sacrificio a la hora de colaborar en la solución del problema más importante que tiene España.

P. Hay una interpretación perversa, según la cual Aznar no quiere un 'peso pesado' en la candidatura a la presidencia, para poder permitirse una reaparición calculada... ¿Usted estaría dispuesto a, digamos, 'guardarle la silla'?

R. ¿Al presidente Aznar? ¡No, no, no! No estoy yo en esas condiciones. Pero no creo que aquí se trate de guardarle la silla a nadie, absolutamente a nadie... Es cierto que el presidente Aznar tiene un activo que trasciende ampliamente al Partido Popular y todos desearíamos que recapacitase sobre aquella decisión de no volver a presentarse, porque la situación política de entonces no es la de ahora. Pero ahora lo único que podemos hacer, para no despistarnos de los problemas que realmente afectan a los ciudadanos es, en la medida de nuestras posibilidades, intentar que de esa cuestión de la sucesión de Aznar se hable lo menos posible, lo menos posible... Yo, por mi parte, sólo hablo cuando me preguntan. Y en eso de guardarle la silla a Aznar, ni estoy dispuesto ni creo que esa fuera una fórmula que quisiera poner en funcionamiento el presidente.

P. Al otro candidato (al que todo el partido mira cuando no mira a Aznar) lo tenía usted muy cerca en la presentación de su libro. Es el más silencioso, pero el que parece que de verdad inquieta a José María Aznar...

R. ¿Quién? ¿Rodrigo? ¡Ah!... Somos muy amigos, y la verdad es que me ha ayudado de forma decisiva. Fue muy importante para mí que estuviera conmigo ese día.

P. ¿Quién es más cómodo para Aznar, usted o Rodrigo Rato?

R. No se trata de una cuestión de comodidades... Desde luego, yo me excluyo. El señor Rato no lo sé, aunque no me consta que tenga la más mínima ambición, ¿eh? ¡Y no se sonría!... Lo que sí le puedo asegurar es que adelantar el debate sucesorio es muy malo, muy malo para todos.

Un poder que no inquieta a Aznar

Eduardo Zaplana, presidente de la Comunidad Valenciana (una de las más sólidas canteras de votos del Partido Popular, donde Aznar se complace en celebrar mítines multitudinarios), hasta en eso de las ambiciones es políticamente correcto... Ni muchas, para que se revuelva el gallinero del partido, ni demasiado modestas, para no quedarse en el anodino montón de los que, al final, tendrán que conformarse con hacer quinielas en la sucesión de Aznar. Zaplana, desde luego, no será de ésos. Y a eso vino a Madrid, a dejar muy claro que bien podría ser el candidato a la sucesión de Aznar, aunque afirme, con sospechosa rotundidad, que no entra en sus planes. Dejó claro eso: que no se debe mover ficha sin contar con él. Sus enemigos aseguran que a Zaplana le pasa con el poder lo que a zorra con las uvas, pero precisan que es él el que está verde, todavía. Quienes le observan sin prejuicios convienen en descubrir en el presidente valenciano el retrato robot de un idóneo sucesor de Aznar en la candidatura a La Moncloa: es razonablemente joven, contundentemente eficaz, claramente conservador... Y le gana a Aznar en algo que necesita el PP si el desgaste del poder se lo pone difícil para volver a ganar dentro de tres años: es insoportablemente brillante. Por si fuera poco, habla bien y habla alto. Y ahora, además, ha escrito un libro que no será un bestseller, sin duda, pero que mucha gente del poder del PP se lo ha llevado a su casa dedicado, por si las moscas. Incluso Rato, que avaló la teoría sobre la financiación autonómica de Zaplana haciendo de inusual telonero. Le viene pequeña y un tanto aburrida la gestión a Zaplana. Y ha venido a Madrid a tentar la suerte. Por si acaso, deja claro que Aznar debería repetir (no vaya a ser que repita) y, por si las moscas, que Mayor Oreja podría ser un buen candidato, también... Cuando regrese de su viaje a México sabrá, sin duda, si El acierto de España ha sido un acierto. O no...

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