El Atlético se viene arriba
El conjunto rojiblanco remonta dos goles y derrota al Compostela
Aunque parezca mentira, aún hay gente más deprimida que la del Atlético. El Compostela, por ejemplo, un equipo que, tras su paso por Primera, se ha convertido en un manojo de ansiedades que se precipita sin remedio a la Segunda B. Ayer estuvo en un tris de sacar la cabeza y enterrar las últimas opciones del Atlético de engancharse a la carrera por el ascenso. Pero, en ciertos estados anímicos, no hay ventaja que valga, ni siquiera los dos goles que cazó el cuadro gallego en la primera parte. El Atlético reaccionó a la desesperada tras el descanso, el Compostela se aterrorizó, le cedió el empate y, en un agónico final, los rojiblancos pescaron un triunfo celebrado como un gran acontecimiento.
El fútbol y la autoridad del Atlético se esfumaron muy pronto, en cuanto el Compostela apuntaló su defensa, tomó confianza en el manejo de la pelota y encontró la brújula para enhebrar algún contragolpe con sentido. Al Atlético le ocurrió el proceso inverso. Si los estirones del Atlético resultaban cada vez más inofensivos, las réplicas del Compostela iban tomando un aspecto más peligroso. Y en una de ésas llegó lo que se venía anunciando: Fabiano metió un pase muy largo a Gudelj que se elevó por encima de la defensa, el bosnio se anticipó a todos y, ante el acoso de Amaya, remató con lo que pudo, en este caso la rodilla, que le bastó para hacer una especie de sombrero inalcanzable para Sergio.
Hasta el descanso, el Atlético se hundió en una ciénaga y el Compostela siguió tirando de los restos de calidad que le quedan a sus ilustres veteranos. Esta vez fue Nando el que salvó por los pelos una pelota que se salía por la banda -queda la duda de si tal vez el balón no estuviese ya fuera del campo- y metió un excelente centro que volvió a resolver Gudelj con su oficio de goleador crepuscular.
Preso de la desesperación, el Atlético se puso en el descanso el disfraz de kamikaze. Salió a tumba abierta, sin más guión que jugárselo todo en la última baza. Entró Kiko por Njegus, Marcos se quedó con tres defensas y el choque se convirtió en un ejercicio de funambulismo: o el Atlético, moviéndose por el alambre sin ninguna cautela, lograba engancharse al partido, o el Compostela lo apuntillaba en cualquier contragolpe. Sucedió lo primero, en una confusa jugada en el área local que Luque remachó con un solvente zurdazo.
De repente, al Compostela se le despertaron todas las aprensiones y su ánimo se desplomó cuando, tres minutos después, Pinillos regaló el empate con un gol en propia meta. Eufórico por haberse librado del precipicio, el Atlético recobró la salud, comprendió que podía ganar el partido y, hasta el final, el choque fue un monólogo rojiblanco. El Atlético se permitió dilapidar unas cuantas ocasiones pero, en la agonía del tiempo suplementario, Hugo Leal desató la euforia de un equipo que agotaba sus últimas posibilidades de tomar a tiempo el tren a Primera.
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