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Las amenazas sobre la economía mundial centran la cumbre del G-7

Hace unas semanas, nadie tenía previsto hablar de tipos de cambio este sábado en Palermo. La reunión de los siete ministros de Finanzas más poderosos del planeta, el selecto club del Grupo de los Siete (G-7), estaba destinada a celebrar el primer contacto del nuevo patrón del Tesoro de Estados Unidos, Paul O'Neill, con sus homólogos de Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Japón, Canadá y, en el ya tradicional apéndice a ocho, Rusia. Pero la creciente pugna entre dólar y euro planea ya como una sombra entre las cabezas de los ministros.

Europa quería llegar a Palermo con euforia, dejar atrás los tristes días de la reunión de septiembre en Praga, cuando los siete países más industrializados del planeta tuvieron que salir en defensa de la moneda europea. El escenario parecía consolidado en favor del euro, que llegó a recuperar un tercio del valor perdido frente al dólar desde su nacimiento.

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Pero la moneda europea parece encerrada en un círculo vicioso. Cuando la economía americana crecía viento en popa, el euro se hundía pese a que su economía estaba mejor que nunca.

Recorte de tipos

La amenaza de recesión en Estados Unidos volvió a justificar luego la nueva caída de la moneda europea ante el pánico de que el parón afectara de frente a la economía europea. Y las noticias de que esa recesión apenas será un respiro de seis meses han vuelto a llevar al euro al purgatorio.

A pesar de ello, los ministros no quieren hablar de divisas, al menos en público. 'Lo importante es la salud de la economía y no el fracaso o no frente al dólar', afirmó ayer el ministro italiano del Tesoro y anfitrión, Vincenzo Visco. Armado con un humeante puro toscano, Visco vaticinó una bajada de tipos de interés en la zona euro a lo largo de este año, a su juicio, una consecuencia 'automática' de las reducciones decididas por la Reserva Federal.

El encuentro servirá al menos para que el nuevo secretario del Tesoro norteamericano empiece a ser conocido más allá de Estados Unidos. Paul O'Neill se mueve mejor en los consejos de administración de la empresa privada que en los sinuosos pasillos de la política.

Por eso pasa por ser un hombre pragmático que se ha declarado ya enemigo público de las intervenciones. Pero sus mensajes aún no son uniformes ('Hay que dar tiempo a una Administración que acaba de llegar', ironizó ayer Visco) y llega a Palermo con más ganas de escuchar que de hablar. Pero todo lo que diga, por poco que sea, será tenido en cuenta. Al menos por los mercados.

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