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Reportaje:51º FESTIVAL DE BERLÍN

'¡Nunca os rindáis!'

Kirk Douglas se muestra exultante en su comparecencia pública en Berlín, donde recibe hoy el Oso de Oro

Kirk Douglas, después de 88 películas, mucho hambre en la infancia, un accidente de helicóptero y un ataque cerebral que le ha dejado un habla lenta pero igual de contundente, dice haber aprendido una cosa en la vida: a no dejar de luchar. '¡Nunca os rindáis!', dijo ayer en Berlín el legendario actor estadounidense, que habló en alemán, inglés, español y arrancó un buen número de aplausos con su fortaleza, su optimismo y sus bromas. Hoy recibe el Oso de Oro a toda su carrera en un festival que se le ha rendido a los pies.

Ha sobrepasado 54 años de carrera desde que la empezara en 1946. Ha cumplido ya 84, sigue peinándose para atrás y luciendo la sima profunda de su barbilla. Habla a trompicones porque tiene un 20% de su cuerpo paralizado, pero en estos días se ha convertido en Berlín en el más aclamado, en el más piropeado, en el que más autógrafos ha firmado y en el más feliz de todos. Lleva el optimismo en los genes y eso de retirarse, ni hablar de ello. 'Hay muchos directores con los que no he trabajado que me gustaría probar. Por ejemplo, este chico, Steve Soderbergh, qué gran director; me gustaría rodar algo con él', dijo aludiendo al cineasta que acaba de hacer Traffic junto a su hijo Michael y su nuera, Catherine Zeta-Jones.

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Será para añadir a su lista a otro de los grandes nombres, detrás de Billy Wilder, Howard Hawks, Vincent Minnelli o Stanley Kubrick, a quien también le toca parte del homenaje que recibirá Douglas hoy y para el que el actor inmenso tuvo palabras de hielo ayer. 'Stanley, sí. Yo vi una película suya, Atraco perfecto, y le propuse hacer algo juntos, así decidimos sacar adelante Senderos de gloria. Creo que tenía mucho talento, pero para mí era algo frío. Miren su última película, Eyes wide shut, es una historia de amor, pero fría', aseguró Douglas.

Fue el único pero que le puso a alguien en la rueda de prensa que reunió a cerca de 500 periodistas entregados de todo el mundo. Y quizás lo hizo porque, a pesar de que Kubrick le dirigió en algunos de sus mejores papeles, el del coronel Dax en Senderos de gloria y el de Espartaco, no se comportó tan bien con otros, como el guionista perseguido en la era del macarthysmo Dalton Trumbo, a quien Kubrick quería borrar de los títulos de crédito para ponerse él. 'Haber decidido poner a ese hombre en los créditos de Espartaco ha sido la decisión más importante que he tomado en mi vida', declaró Douglas. 'La época de McCarthy ha sido una de las más terribles en la historia de Estados Unidos. Dalton firmaba como Sam Jackson y llevaba diez años sin pisar los rodajes de las películas que escribía. Yo le llamé para vernos en el de Espartaco. Vino, hablé con él y le dije que iba a poner en la película su nombre. Me lo agradeció después, con lágrimas en los ojos, y me dijo: 'Gracias por haberme devuelto mi nombre'. Douglas no se rindió tampoco entonces.

Ha sido alguno de los dilemas difíciles que ha tomado en su vida. Y tiene que ver con otro capítulo de su existencia. Pero esta vez, la decisión tomada por él fue libre. Tuvo que quitarse el nombre que le pusieron sus padres, Issur Danielovich, nacido en Nueva York, en 1916. 'Me bautizaron así. Pero es un gran nombre para alguien que quiere ser bailarín'. Las raíces le obsesionan al hijo del panadero. 'He ido a Rusia a buscar mis raíces, no he encontrado nada de mi pasado, aunque sé que estará por alguna parte. Mis padres tuvieron la valentía de emigrar en una época dura. Llegaron a Estados Unidos, en mi infancia pasamos hambre y ahora, miren, estoy aquí, en Berlín, y van a darme un Oso de Oro por toda mi carrera. Se lo debo a mis antepasados'.

Y también a directores de cine y amigos por los que Douglas quiso romper una lanza. Como Vincent Minnelli, que le dirigió en Cautivos del mal y El loco del pelo rojo. 'Creo que se ha subestimado a Minnelli. Era un director que podía hacer de todo, musicales, comedias, dramas', aseguró sobre uno de sus títulos más queridos.

Entre sus 88 trabajos le cuesta elegir, pero lo hace. 'Podemos hablar de las películas que no debería haber hecho, nos llevaría cuatro horas de discusión. De todas formas, aunque yo me quedaría con 20 títulos, a mí me gustan hasta las malas', cuenta, manteniéndose leal a sí mismo. 'Y les sorprendería cuál de todas ellas es la que a mí más me gusta. Es una película pequeña, de un director poco importante, Peter Miller, y se llama Lonely are the brave'. Es la historia de un hombre no muy amante de los avances técnicos que acaba atropellado por un camión.

Entre anécdotas y puyas, llegó la hora de la despedida. Habían sido 40 minutos de historia del cine, de nuevo junto a una leyenda que se desnudó a corazón abierto para disculpar no poderse quedar allí más tiempo: 'Lo siento, se habrán dado cuenta de que hablan ustedes inglés mejor que yo, pero tengo que irme; desde que tuve el ataque sé dónde está mi cerebro, pero no mi lengua, y me cuesta un gran esfuerzo expresarme. He ido recuperando el habla poco a poco y el tiempo que estuve sin poder abrir la boca me di cuenta de lo buen actor que podía llegar a ser. Gracias por todo, me han hecho ustedes muy feliz'.

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