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Crítica:Liga de Campeones | FÚTBOL
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El fútbol maltrata al Deportivo

El Galatasaray defiende como un tesoro su gol y hace inútil el buen juego de los de Irureta

El fútbol maltrató al Deportivo en Estambul. Casi nada le faltó en Turquía al conjunto de Irureta, que manejó los resortes, jugó casi toda la noche en el campo del Galatasaray, construyó un fútbol siempre regido por el buen criterio y generó el suficiente número de ocasiones para haber tumbado a su rival. Sólo una cosa le faltó al Depor, justo lo que decide los partidos. Porque, por esas ironías que gasta el fútbol de vez en cuando, el equipo de la temible pegada, el que apenas necesitaba nada para hacer un gol, se quedó súbitamente sin puntería. El Galatasaray defendió como un tesoro el tanto que había cazado al poco de iniciarse el partido y finalmente el premio fue para el más miserable.

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Mucha literatura se ha vertido sobre el llamado infierno turco, que parece una rememoración futbolística de los caracteres diabólicos que se atribuían al secular enemigo otomano. Pero lo que se encontró anoche el Deportivo en el desvencijado Ali Sami Yen no fue un ambiente tan fiero como se suele pintar en ocasiones. Aunque los blanquiazules se toparon con un estadio en ebullición y un público extraordinariamente apasionado, el choque no tuvo desde las gradas los tintes dramáticamente belicosos que se atribuyen a los partidos en Turquía. Y el Deportivo tampoco dio síntomas de sentirse intimidado, sino más bien todo lo contrario.

Irureta rehuyó la tentación más conservadora y volvió a dar una oportunidad a Valerón tras su magnífico partido del sábado último ante la Real Sociedad. Y el canario es de esa clase de jugadores que, cuando logra meterse en el partido, imprime su sello a todo el equipo, sobre todo, si como anoche, se sitúa en el lugar donde se cuece el juego. Bajo la batuta de Valerón, el Deportivo buscó el juego corto y las asociaciones individuales sin precipitarse en la persecución de la portería contraria. A esa tendencia contribuyeron también las instrucciones que había recibido la defensa, mucho más adelantada que de costumbre en los partidos lejos de Riazor. A pesar de un ligero susto de Jardel al poco de iniciarse el choque, el Deportivo parecía dominar la situación hasta que el Galatasaray logró enhebrar una jugada. Y esa sola acción les bastó a los turcos para contradecir lo que parecía ser el rumbo del partido. Hasan Sas avanzó por la izquierda, se deshizo de Manuel Pablo y centró al corazón del área, donde Suat conectó un preciso disparo que entró arrimado al palo.

Mircea Lucescu, el entrenador rumano del Galatasaray, ya había anunciado en la víspera, sin el menor sonrojo, que su equipo se conformaba con el empate y que nada más lejos de su intención que atacar al Deportivo. Y si ése era ya el plan previsto, con el gol a favor el Galatasaray levantó un baluarte casi tan grande como las murallas de la vieja Constantinopla que aún se mantienen en pie en Estambul. A partir de ese momento, algún espectador desavisado podría haber concluido que el conjunto turco jugaba anoche como visitante.

El Deportivo lo dominó todo: la pelota, el territorio y, por consiguiente, el fútbol. Pocos reproches se le pueden hacer al juego del grupo de Irureta, que buscó con criterio todos los caminos hacia al área del Galatasaray: las entradas por las bandas, el pase interior o los cambios repentinos de un costado a otro para tratar de sorprender al adversario. Pero el Galatasaray, crecido moralmente por el gol inicial y por el apoyo indesmayable de su público, dio muy pocas concesiones. Y el Deportivo se encontró con que su fútbol, siempre bien elaborado, se fue quedando sin profundidad.

Por momentos, el partido fue un verdadero baño de los gallegos al Galatasaray, que sólo olía la pelota cuando era capaz de interceptar algún pase. Pero, en cierto modo, el Deportivo pareció contradecir algunas de sus más marcadas señas de identidad: elaboró su fútbol mucho más que de costumbre, pero a su notable desempeño le faltó contundencia, la más fiel compañera de los blanquiazules, esa arma inesperada que de tantos embrollos les ha sacado. Cuando, al borde del descanso, Tristán echó fuera un remate franco ante Taffarel, se confirmó que el Deportivo ya no era en Estambul el pegador infalible que suele ser casi siempre. Y así siguió hasta el final: toque a toque, el Depor siguió mareando al Galatasaray, pero acabó él mismo mareado ante la imposibilidad de echar abajo el fortín turco.

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