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Columna
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Sucesión sin ley

Por todas partes se anuncian sucesiones. Ya tienen fecha las de José María Amusátegui en el BSCH, la de Emilio Ybarra en el BBVA y quién sabe si el apagón de la proyectada entente Endesa-Iberdrola animará a los rencorosos a intentar otras sucesiones inmediatas eléctricas. Yendo del área empresarial a la política, la sucesión más apasionante es la del presidente José María Aznar, que no será candidato a La Moncloa en las elecciones de 2004. Pero hay también otras sucesiones anunciadas, como las de Alberto Ruiz-Gallardón o Eduardo Zaplana, que, según anuncian, tampoco tomarán la salida en las elecciones autonómicas de Madrid y Valencia de 2003. Todas ellas son consecuencias del principio de la limitación de mandatos, que opera como recomendación, pero sin universalidad, porque no reza, por ejemplo, con el fundador del PP, Manuel Fraga, candidato de nuevo, por cuarta vez, a la presidencia de la Xunta de Galicia a los 78 años, ni tampoco ha sido válido para José María Álvarez del Manzano, alcalde desde el 5 de julio de 1991 y siempre dispuesto a tomar otra vara.

El caso es que Aznar, Gallardón o Zaplana parecen persuadidos de las malformaciones que la permanencia en un mismo cargo acarrea más allá del segundo mandato; es decir, cuando se prorroga por encima de los ocho años. Se diría que los citados andan escarmentados, vistos los daños causados por la perennidad en cabezas tan significadas como las de Helmut Kohl, Jacques Chirac, Giulio Andreotti, los retoños de François Mitterrand o de Margarita Thatcher e tutti quanti. El pensamiento pesimista sobre la naturaleza humana del que se les diría impregnados, en absoluto lo comparten el antes citado Fraga o, en el otro bando, los socialistas que presiden Castilla-La Mancha, Extremadura o Andalucía, incapaces todos ellos, según confesión propia, de salir del ruedo de la política por su propio pie y más bien decididos a que les saquen a hombros por su ganado triunfo o les retiren peones y monosabios en horizontal camino de la enfermería.

Está claro que José María Aznar, además de renunciar a competir en las elecciones de 2004, ha decidido permanecer como presidente del Partido Popular. Semejante combinación es imposible para Alberto Ruiz-Gallardón, que nunca ha sido presidente del PP de Madrid, puesto reservado primero a Luis Eduardo Cortés y ahora a Pío García Escudero. En cuanto a Eduardo Zaplana, buen cuidado ha tenido en eliminar la expresión de ambiciones regionales más allá de su actual mandato en el Gobierno de la Generalidad de Valencia. Para un observador atento es muy interesante además la forma en que se han ido presentando las candidaturas a la sucesión de José María Aznar. Cada una de ellas ha ido precedida de la proclamación del ego non sum dignus, de la renuncia formal a tomar la salida como relevo y de la petición rendida a favor de la continuidad del líder inigualable, cuya retirada pasan a considerar como un error, aún subsanable sobre la base de anular el indebido compromiso anterior en aras del bien del PP y de toda España.

Pero toda esta liturgia encubre un hecho que conviene resaltar. Se habla de una sucesión que, en realidad, es sólo parcial. Quien sea designado candidato a encabezar las listas electorales del PP para los comicios generales de 2004 o, si se prefiere la expresión, candidato del PP a la presidencia del Gobierno, lo hará en condiciones bien distintas a las que gozó José María Aznar, quien en todas las ocasiones en que compitió lo hizo siendo además presidente del PP. Cuentan los que tienen la memoria del PP que José María Aznar, una vez designado por Fraga como candidato electoral, consideró que estaría en inferioridad de condiciones si tomaba la salida en esa carrera enfrentándose a Felipe González, habida cuenta de que, a diferencia de su adversario, carecía del liderazgo de la formación política en cuyo nombre competía. Así se lo hizo saber Aznar a Fraga, quien, deseando favorecer el resultado de los colores populares, le cedió sin dudar también el testigo de la presidencia del PP. Ahora, según los planes para 2004, Aznar pretende continuar como presidente del PP y así el candidato lo sería con merma de oportunidades para un partido que tal vez tuviera entonces algo que decir.

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