Las mafias
La prohibición del alcohol en EE UU creó la Mafia; la de la droga ha prolongado aquella Mafia, ha multiplicado su fuerza y su dinero. Empezaron los italianos huidos del hambre, algunos irlandeses escapados de la pobreza y de los ingleses (la misma cosa). Los inmigrantes, aun legalizados, estaban discriminados: crearon un poder paralelo, porque no podían gobernar, ser rectores o alcaldes: eran pobres. Las mafias aumentaron su poder vendiendo juego, alcohol, mujeres. Sus clientes eran los poderosos protestantes anglosajones, los wasp, que prohibían el vicio -utilizo esa palabra por su expresividad literaria, no por su moral-, pero lo necesitaban.
Mafia, como denominación general, se utiliza entre nosotros para los que ayudan a superar lo que antes prohibimos. Se llama mafia a quienes traen personas que huyen del hambre, las guerras, la corrupción y las dictaduras encubiertas y llamadas democracias, de los países a los que transferimos idioma, religión, corrupción, crueldad; que explotamos en su tierra y luego abandonamos en nombre de la libertad (descolonización) sin haber creado países, recursos o economías. Huyen a millares de la muerte civil; algunos son más listos y organizan las fugas, y las explotaciones europeas por empresarios o de agencias de trabajo -mafias legales-; algunos también explotan a las mujeres que se juegan todo por venir hasta aquí, a veces con su hijo, y las colocan en la calle, en la prostitución: están mejor que en sus países. Nosotros las encarecemos: las echamos de las calles, queremos cerrar los parques donde se alquilan, y así la explotación es más cara: la seguirán ejerciendo por no morir de hambre: por poder mandar algún dinero, por si traen a alguien de allí.
Ah, ahora algunos colaboradores ingenuos de las mafias, los de la autoridad, acaban de inventar que nadie podrá traer a sus familias, pese al cristiano y pudoroso nombre de 'reagrupación familiar', si no presentan certificado de que sus viviendas son amplias: para evitar el hacinamiento. No las tiene nadie: no traen a sus familias, que vendrán clandestinamente, por las mafias. Se prostituirán, se venderán a empresarios, mendigarán: se utilizarán para vender drogas. Las drogas nunca serán legales; pero son de venta libre y todos saben en qué esquina las pueden comprar. Cada alijo encarece el producto, pero no faltará un grupo -de lo que sea- en el mercado negro. El dinero es extenso, muy favorecedor. Y el alcohol y el tabaco, cuya mafia empieza en Hacienda.
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