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Crítica:MARIELLA DEVIA | CANTO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sin trampa ni cartón

El bel canto contraatacó en un fin de semana madrileño dominado por un arco de músicas entre Schönberg y Luis de Pablo, con la doble actuación de un fabuloso Klangforum de Viena dirigido por Sylvain Cambreling (con homenaje al recientemente fallecido Xenaks, incluido) y el estreno de la ópera La señorita Cristina. El contraataque belcantista estuvo llevado por la soprano Mariella Devia. Resultó contundente. Para la Sinfónica de Madrid fue un oasis de melodía tradicional; para el público, un retorno a las raíces del bel canto. Todos contentos.

La soprano italiana se movió en su terreno natural: el bel canto, ampliado por un Verdi de las etapas primera e intermedia. De entrada, Mariella Devia lució unas facultades técnicas portentosas. Impecable de afinación, segura, con una coloratura siempre al servicio de la melodía. El bel canto de Devia se podría definir como interiorizado o, si se prefiere, como camerístico. El bel canto es el bel canto sin necesidad de calificativos, desde luego, pero éstos ayudan a situar una manera de hacer.

Mariella Devia

Mariella Devia. Orquesta Sinfónica de Madrid. Director: Daniele Callegari. Arias y oberturas de Vincenzo Bellini, Gaetano Donizetti y Giuseppe Verdi. Ciclo de conciertos líricos. Teatro Real, 11 de febrero.

No hay en Mariella Devia ningún adorno gratuito, ningún exhibicionismo, ningún virtuosismo por el placer del virtuosismo. En todo caso, los placeres son simplemente musicales. Devia se enfrenta al canto desde la sencillez, desde la matización de cada sílaba, controlando primorosamente cada situación o cada problema para que la tensión no decaiga. Y no decae.

La ausencia de concesiones puede dejar la impresión de un punto de monotonía. Más todavía si no tiene el apoyo de la escena o, lo que es lo mismo, si no está metida en la harina de una ópera representada. Lo que desprende Devia en los recitales es, en cualquier caso, un sentimiento de cercanía, pero es una cercanía que hay que buscar, porque la naturalidad se impone al divismo y la musicalidad está por encima del artificio. La belleza se inclina hacia un territorio intimista y, por tanto, requiere cierta complicidad. La tuvo ayer en Madrid con un público absolutamente entregado.

Bellini, Donizetti: una doble delicia en la voz de Devia. Por la elegancia del fraseo, por el buen gusto de la cantante siempre a flote. De Verdi cantó nada menos que Sempre libera, de La Traviata. Lo expuso, claro, desde una sensibilidad belcantista y resultó atractivo, muy atractivo. Es una manera de mirar a Verdi entroncada en la tradición vocal italiana y, particularmente, en Donizetti.

¿Pegas? Pocas o ninguna. En todo caso, una mayor diferenciación estilística entre los diferentes autores. Cantando tan bien como lo hizo Mariella Devia, se puede disculpar. ¿Méritos especiales? La honradez, un sentido de la generosidad desde la más exigente profesionalidad.

Se guardó un minuto de silencio por los componentes de la Compañía Lírica de Zarzuela fallecidos ayer en accidente de carretera. Después vino la fiesta. La bondad del canto se impuso. Sin trampa ni cartón. El contraataque belcantista fue fulminante.

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