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LUTO EN EL FÚTBOL ESPAÑOL

Muere Antonio Baró, el hombre que logró el consenso de los clubes profesionales

Robert Álvarez

Antonio Baró, que, a pesar de las dos delicadas operaciones quirúrgicas a las que fue sometido el pasado mes de agosto, no pudo superar la larga enfermedad que le mantuvo postrado durante los últimos meses, era abogado especializado en Derecho Mercantil. Tuvo acceso a un cargo en la directiva del Espanyol en 1972 y diez años después sucedió a Manuel Meler en la presidencia del club blanquiazul.

Después de la etapa de Manuel Vega Arango, ex presidente del Sporting de Gijón, Baró fue elegido en 1984 presidente de la LFP, cargo que compatibilizó con el de máximo dirigente del Espanyol, puesto del que dimitió en julio de 1989 después de que el club, al que un año antes había conducido a la final de la Copa de la UEFA, descendiera a la Segunda División.

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A pesar de las discrepancias que mantenían muchos directivos de clubes, a veces escenificadas de manera brutal ante las cámaras de televisión, y a pesar de que en 1996 tuvo que superar una moción de censura presentada por el presidente del Atlético de Madrid, Jesús Gil, Baró logró un extraordinario consenso que quedó plasmado en la convocatoria de las elecciones que significaron su reelección al frente de la LFP, cuando 40 de los 42 clubes presentes pidieron su continuidad.

Orgulloso de su trabajo

Casado con María Luisa Casals y padre de cuatro hijos, Baró vivía en Vilassar de Dalt (Barcelona). Era un dirigente discreto, al que no le gustaba aparecer en exceso en los medios de comunicación. Serio -'lo cual no tiene absolutamente nada que ver con ser triste', puntualizaba-, era un apasionado de la pintura y la escultura y poseía una importante colección de obras de arte. Estaba orgulloso de sus logros como presidente de la LFP. Le gustaba recordar que, a su llegada, su sede estaba ubicada en una habitación de reducidas dimensiones y que por ella tenía que pagar a la Federación Española mientras que años después se trasladó a un edificio de cuatro plantas y más de mil metros cuadrados en una zona residencial de Madrid. También, que los ingresos de la LFP pasaron de 0 a más de 15.000 millones. Asimismo, concedía una extraordinaria relevancia a la manera en la que durante los últimos años los clubes han logrado controlar la violencia de los hinchas radicales.

Gracias a su trabajo y a su talante negociador , la LFP superó trances tan difíciles como la venta de los derechos de televisión, la llamada Ley del Fútbol y la Liga de los 22 en 1995, con el descenso administrativo del Sevilla y el Celta, que finalmente no se consumó.

A partir de esa fecha, la Liga comenzó a formarse hasta llegar a lo que es actualmente. En sucesivas etapas y sin necesidad de que se tuviera que recurrir a elecciones en ningún caso, Baró se mantuvo en el puesto de presidente de la LFP y también fue vicepresidente de la Federación.

Baró fue uno de los abanderados de las exclusivas televisivas en el fútbol, hecho que, según él, permitiría tener en España una de las mejores Ligas del mundo. Su lista de aportaciones a los clubes no acabó ahí y en 1998 firmó un crédito de 20.000 millones de pesetas para saldar su deuda pública.

En los últimos meses, a causa de su enfermedad, apenas acudió a los actos públicos relacionados con el organismo que presidía. Ni siquiera, a la entrega del premio de la Federación Internacional de Historia y Estadística a la Liga española como mejor campeonato mundial del año 2000, que tuvo lugar hace unos días en Madrid.

La capilla ardiente que acogió los restos mortales de Baró, instalada ayer en el tanatorio de Les Corts, fue visitada por una larga lista de personalidades, presidentes y directivos de clubes. El entierro se celebrará hoy, a las 16.00 horas, en Vilassar de Dalt. Pedro Tomás, secretario general de la LFP y ayudante personal de Baró desde 1978 en el Espanyol, mostró su pesar y explicó: 'Pierdo a un amigo; a una persona muy inteligente, muy prudente; a un hombre que poseía una educación impresionante y una enorme independencia, que le permitía hacer lo que tenía que hacer por el bien del fútbol profesional'.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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