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Entrevista:NAZANIN AMIRIAN | ESCRITORA

'Tratar de impedir la inmigración es tan absurdo como poner barreras en el cielo para las golondrinas'

Nazanin Amirian sabe muy bien cómo las gasta el régimen islámico de Irán y lo que implica ser mujer en su país de origen. Pero antes de que Jomeini y su corte de integristas tomaran el poder, ella ya había probado el amargo sabor del exilio.Cuando apenas tenía 16 años se vio obligada a abandonar por primera vez Teherán para eludir los 15 años de cárcel que le podían caer por hacer una simple pintada contra el Sha Pahlavi en una pared del instituto donde estudiaba. Vino a Barcelona con la intención de marchar luego a Inglaterra o Alemania, pero el clima y la ciudad la atraparon. Su primera estancia duró seis meses. Regresó a Irán atraida por el ambiente revolucionario que se respiraba. La oposición logró derrocar al Sha sin sospechar que dejaba el camino expedito a otro grupo de fanáticos que se hicieron con el poder y negaron a los ciudadanos los derechos mas fundamentales en nombre de Alá.

Esta mujer morena, apacible y cultísima es incansable. Escribe libros de cocina persa, tratados de filosofía, artículos de política para la prensa internacional y traduce a los poetas iraníes modernos. Dice que se siente persañola, ahora que tiene la nacionalidad española.

Aunque su motivación para abandonar Irán no fue económica -pertenece a una familia de clase media- está muy sensibilizada con el trato que en España se dispensa a los inmigrantes que no cesan de cruzar el Estrecho. Opina que lo inteligente es una política a largo plazo que vaya cambiando las condiciones que obligan 'al ser humano, que es madriguero por naturaleza, a abandonarlo todo'. Sobre este particular tiene las ideas muy claras: 'Poner una barrera a la emigración es tan absurdo como poner una barrera en el cielo a las golondrinas'. Sabe por experiencia que un ser humano necesita razones poderosas para abandonar la familia, la casa y el país que le vio nacer. Cita el ejemplo de Irán, de donde huyeron despavoridos millones de compatriotas al frustarse la revolución. Sólo en España, en 1983, entraron 30.000 iraníes, de los cuales la mayoría se fueron a otros países comunitarios. En los últimos tiempos la emigración ha caído en picado tan pronto como el Gobierno de Jameney ha aflojado un poco la presión dando signos de cierta apertura. Estos tímidos gestos han bastado para devolver la esperanza y frenar el éxodo de un pueblo que no olvida la estela de muerte (un millón de muertos y tres millones de mutilados) que dejó la guerra contra Irak.

No se cansa de repetir que en Irán, al no ser un país árabe, el islam no forma parte de su cultura tradicional. La Organización Democrática Mujer Iraní, que se fundó en 1923, fue la primera organización feminista que se creó en Oriente Medio. En la década de 1960 había 16 parlamentarias y hasta la llegada de Jomeini había ministras. Sólo algunas ancianas cubrían su cabeza con pañuelo o shador antes de que se impusiera lo que ella llama 'la inquisición islámica'.

Trata de medir sus palabras porque no quiere herir a nadie. Le parece bien que los musulmanes tengan mezquitas en Barcelona para rezar pero personalmente le interesa mas que se habiliten centros abiertos también a las mujeres donde se impartan clases de idiomas y donde se las enseñe además cómo evitar los embarazos no deseados. Considera imprescindible que los poderes públicos abran nuevos cauces para que estas mujeres, que junto con sus hijos, constituyen la mayoría de la inmigración, se puedan valer por sí mismas y no perpetúen aquí la sumisión de sus países de origen. Nazanin reclama para ellas los mismos derechos y deberes 'para que no crezcan sometidas'.

Su segundo exilio en Barcelona, en 1983, al principio fue traumático. Minutos antes del aterrizaje recuerda la sensación de sentirse a salvo que experimentó al divisar a lo lejos las luces de la ciudad. Su alegría duró poco. Al pasar la aduana un policía la detuvo a ella y a cuatro compatriotas suyos por 'pertenecer a un país de terroristas'. Les dijo que serían devueltos a Irán en el siguiente vuelo. 'Con mi castellano mutilado de entonces le expliqué como pude al policía, cuyo rostro nunca olvidaré, que prefería morir aquí que volver a Irán para que me torturaran'. Las cinco personas iraníes pidieron asilo político y se declararon en huelga de hambre. La noticia saltó a los medios de comunicación y automáticamente llovieron las muestras de solidaridad y el apoyo de numerosos diputados. Superado el primer susto, Nazanin Amirian se quedó a vivir en Barcelona. Durante ocho años estuvo sin papeles. Sobrevivió lavando platos, dio clases de persa, de inglés y trabajó jornadas de 18 horas en una pizzería. Aún tuvo tiempo de estudiar la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad a Distancia. Recientemente ha acabado el doctorado de Filosofía. Su situación ha mejorado, ahora le resulta fácil encontrar editoriales dispuestas a publicar sus libros (Noche en Teherán, Cuentos persas), pero sabe muy bien lo que se siente 'cuando la inseguridad te persigue'.

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Hasta hace dos años, Nazanin quería creer que tarde o temprano volvería a vivir en Irán. Aunque ha decidido quedarse en Barcelona, hay momentos en que se pregunta cuándo podrá volver a pasear por las calles, a respirar el aire iraní y hablar su idioma persa.

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