Tabaco y tribu

He advertido, al igual que todo aquel que camine por la calle con los ojos abiertos, la presencia de numerosos carteles publicitarios de una conocida marca de tabaco. Esta marca se anuncia con los rostros sonrientes de adolescentes, cada uno vestido de una manera diferente y con el nombre de su tribu urbana. 'Yo, funky', 'Yo, flamenca', 'Yo, pijo', nos dicen. Y debajo de ellos, en letra pequeña, las advertencias de las autoridades sanitarias sobre los peligros del tabaco. ¿Por qué? El misterio queda pronto desvelado. Cada cartel es reemplazado por otro con el mismo rostro, pero acompañado de una cajetilla de cigarros. '¿Y tu tribu qué fuma?', preguntan ahora. Ahora me toca responder a mí. Tengo 16 años, no pertenezco a ninguna tribu urbana y no fumo, y aunque algunos amigos míos sí lo hagan, son perfectamente conscientes de cómo la industria tabacalera, ahora que observa que los adultos se están retirando de ese vicio, centra su campaña publicitaria hacia los adolescentes. Con toda esta invasión de publicidad quieren darnos a entender que para ser guay tienes que fumar esto o lo otro y también elegir un modelo de comportamiento, vestuario y música. Es la única manera de ser distinto y rebelde, de llevar la contraria al mundo de los adultos. En mi opinión, todo lo contrario: gastarte 400 pesetas semanales en absorber nicotina y alquitrán (entre otros) y basar tu modo de vida en ponerte purpurina en las mejillas o llevar pantalones anchos porque todos tus amigos lo hacen es la mejor forma de seguir la corriente al sistema.-