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Columna
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Un placer

Leer es un placer. Coges un libro que te apetece mucho, te tumbas en la cama, estás solo y en silencio, lo hojeas y lo tocas, todavía no lo sabes, enciendes un cigarro, colocas las almohadas, tienes un par de horas por delante, empiezas a leer, vas poco a poco concentrándote, vas volviéndote mucho más tú mismo que hace un rato, eres sólo tú mismo, el cuerpo y la mente en una misma actividad, asociados al fin, te vuelves pura acción sin apenas moverte, cada vez más adentro de la realidad, no existe la ficción, sucede todo en la quietud, van despertándose los sentidos y, sobre todo, la voz, tu propia voz, comienza tu diálogo contigo, te oyes, te ves, eres todas las imágenes que no recordabas, todas las ideas que no habías registrado, eres todo lo que no sabías, recuerdas lo mejor de ti, te disculpas, vas haciéndote mucho más completo, más digno, las piernas estiradas una sobre la otra, qué gusto el dedo gordo de tu mano izquierda cuando calibra esas páginas que van siendo un montón, ya sabes lo que tienes entre manos, ya estás adentro, tu cara es sólo para ti, completamente cierta, leer es un espejo, alguien leyendo es el más verdadero de sí mismo. Por ejemplo.

O coges un libro que te apetece mucho leer a alguien que se tumba a tu lado y enciende un cigarrillo, aún busca la postura de las piernas y el ángulo mejor de la cabeza en la almohada, tú empiezas a leer, aclaras un poco la garganta, ajustas el tono y el timbre de tu voz, estáis solos, os vais concentrando poco a poco, vas siendo cada vez más el que te escucha, vais siendo cada vez más uno, tu voz eres tú y se va haciendo el otro, los dos reconocéis las mismas cosas, vais por los mismos sitios sin moveros, os volvéis los mismos ojos, os hacéis casi el mismo porque leer es íntimo, pones un énfasis, provocas una pausa, y el otro lo percibe, te percibe, el otro es tu voz, los dos cuerpos simétricos, juntos al fin los pensamientos, casi idénticos, llegas a una frase que merece una mirada y apartas los ojos de la página para ver esa página en los ojos del otro, leer en voz alta a alguien es quererlo, acercarlo, es hacerle el amor, qué delicia verte obligado a detener la lectura porque no podéis parar de reír, qué gusto aprovechar para besarse. Por ejemplo.

Leer es un placer, como el sexo o la música o la comida o bucear. Así que yo no creo que la supervivencia de la lectura sea incierta, como algunos temen. La librería Crisol, en Juan Bravo, está celebrando unas jornadas en las que algunos escritores y cineastas debaten sobre su futuro. José Luis Borau, Álvaro Fernández Armero, Clara Sánchez, Boris Izaguirre, Elvira Lindo, Manuel Vicent, Forges, Josefina Aldecoa, Aute, Rosa Montero o Miguel Albaladejo se preguntan si se seguirá leyendo. Yo creo que es como preguntarse si seguiremos haciendo el amor. Pues claro que sí. Lo que sucede es que a la lectura le pasa ahora lo que a todos los placeres a lo largo de la historia, que está sometida a presión. Los placeres te hacen, circunstancialmente, dueño absoluto de la realidad, te vuelven enteramente dueño de ti mismo, por eso siempre han sido vigilados, mermados, censurados, cuestionados. El sexo, por ejemplo, ha sido reprimido una y otra vez, familiarmente, religiosamente, intelectualmente, institucionalmente; y aquí estamos y todos venimos de lo mismo. Porque el sexo es un placer.

Lo que le pasa a la lectura es que está sometida a marcaje: vamos demasiado deprisa, tenemos problemas de concentración, hay mucho ruido, vemos demasiada televisión. Pero el futuro es esperanzador, porque noto que la gente está cansándose de esta vida irritada e irritante y necesitará recuperar placeres. Leer será uno de ellos. Cada vez apagaremos antes la basura televisada con la que quieren vendernos algo y nos tumbaremos con un libro a ser nosotros y no esos adefesios. Lo que uno mira no es más que un reflejo del que uno es, y lo que estamos viendo es lo más feo de nosotros, el que menos nos gusta. Seguiremos leyendo porque queremos gustarnos. Lo que hay que hacer es contagiar ese placer a los niños, castigar a los padres que los enchufan al televisor para que no molesten, sembrar los colegios de colchonetas rodeadas de libros divertidos, regalarles libros en los cumpleaños, leerles en voz alta tumbados en su cama con las piernas cruzadas.

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