Ni chicha ni limoná
Hace 20 años tuve el dudoso honor de comentar el único partido que he visto en Chamartín, en el que el Real Madrid goleó al Athletic por 7-1, lo que me produjo un gran complejo de gafe. Creo recordar que escribí que los madrileños parecían gigantes con imanes en las botas y los bilbaínos niños dominados por el pánico; salvo Dani, que consiguió el gol del honor. Aquel partido tuvo un efecto catártico. El entrenador austriaco del Athletic, Helmut Senekowitsch, fue obligado a dimitir y un par de años después el Athletic conseguía ganar la Liga.
Ayer, en el Camp Nou, se repitió la historia, me temo que como parodia. Sólo que el Athletic parecía tan débil que los jugadores del Barcelona no lograban transmitir ninguna sensación de poderío ni de dominio. Y es pronto para saber si podrá tener un efecto catártico.
Supongo que la directiva del Athletic tiene que estar sumida en la más profunda confusión: Arrate lleva años anunciando que pronto llegarán las vacas gordas del fútbol vasco, cuando llegue la madurez de los que han jugado en la selección nacional y tienen calidad contrastada, como Alkorta, Guerrero, Etxeberria, Urzaiz, Alkiza, etc. Por lo que hay plantearse si todo ha sido un espejismo o, por el contrario, no se nota mucho esta buena época del Athletic porque la Liga española se ha convertido en la de las estrellas. Y la época dorada, aunque nos cueste creerlo, es precisamente ésta. A partir de ahora todo será peor, algo a lo que dudo que se resignen los exigentes forofos de San Mamés.
Por lo que quizá convenga abrir el melón de cuestionarse los fichajes: ¿no será hacerse trampas al solitario ese invento de fichar jugadores oriundos, de calidad nada contrastada y cuyo mayor mérito futbolístico es haber nacido por los alrededores de Euskadi, que cierran el paso a los jóvenes de Lezama y a los que se les paga como si fueran brasileños o argentinos, pero no rinden como ellos?
Hay dos formas de lograr la adhesión de la afición. Una, la ensayada tradicionalmente en San Mamés y que nada tiene que ver con el nacionalismo porque resulta de lo más integrador, es la de ser de la tierra; la otra, la de la calidad futbolística. La del actual Athletic parece una mezcla de la peor de las dos: ni son de la cantera ni son buenos.
Mario Onaindia es presidente del PSE-EE de Álava.
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