Vuelve el delirio al Camp Nou
El Barça juega y golea como hacía tiempo que no lo conseguía frente a un acomplejado Athletic
Un 7-0. Un marcador extraordinario. La goleada, sin duda, de esta Liga. Tres goles de Luis Enrique, dos de Cocu, uno de Abelardo, y un último, en la segunda parte, de Overmars, ovacionado como un héroe por su insaciable capacidad de asistir a sus compañeros y de fallar a bocajarro ocasiones de gol. El Barça bordó ayer una primera parte perfecta con seis goles y martirizó al Athletic con un inagotable festival ofensivo. Los azulgrana, que sumaron ayer su 17 partido sin perder, lograron un resultado para la esperanza, para la autoestima y, quizá, para autoconvencerse de que la Liga no está perdida. El Barça tuvo, eso sí, un aliado perfecto: el Athletic se autoinmoló dejando enormes espacios atrás que fueron aprovechados al milímetro por los azulgrana aunque aún pudieron caer algunos goles más.
Fue la mejor fiesta que ha vivido el Camp Nou esta temporada, que casi tuvo que restregarse los ojos para convencerse de lo que estaba viendo. El Barça se había pasado el año sufriendo ante cualquier rival, independientemente de su DNI, y sólo había ganado con comodidad al Espanyol y al Besiktas turco, con un triste 5-0 que sólo le sirvió para ir a la UEFA. Necesitaban los azulgrana como el aire una victoria de esta magnitud para convencerse de su racha, para seducir definitivamente e ilusinar a la afición y para rearmarse moralmente ante el tirón del Madrid. El Barça sufrió al final en Montjuïc en la Copa y nada hacía predecir semejante goleada: Simão se lesionó el viernes de gravedad y dejó el extremo derecho al descubierto y encima el rival era el Athletic, el primer equipo que le ganó y bajó de la nube al Barça en la era post-Van Gaal. Serra Ferrer retocó ayer su pizarra: Luis Enrique jugó de falso extremo -siempre pululó en el eje-, Cocu dejó más asistida la plaza de pivote y recuperó su pegada como volante izquierdo y Rivaldo se fue hacia atrás arrastrando a sus defensores.
Todo eso facilitó la llegada del Barça, con la inestimable colaboración del Athletic que dejó más espacios atrás que en un partido amistoso. No le salió nada al equipo de Txetxu Rojo: dejó demasiadas zonas sin guarecer y, encima acortó mucho el campo y avanzó demasiado la defensa. Una estrategia abocada al suicidio ante jugadores técnicos del talante de Guardiola, Kluivert o Rivaldo, que se hincharon a tocar y tocar, a triangular con constantes cambios de posiciones. Ante la baja de Simão, Overmars, en la banda izquierda, estaba destinado a acaparar todo el protagonismo. El holandés rompió en cinco minutos el partido. Con sus regates cortos, en seco, con su capacidad de aceleración, volvió loco a Larrainzar y con un centro preciso sirvió el primer gol a Luis Enrique. Todo el juego basculó por la banda izquierda donde quedó patente, una vez más, que Overmars es tan buen asistente como mal rematador. El Athletic apenas daba noticias -si acaso un chut de Larrazabal- y la grada se entretuvo con la capacidad final del extremo para marcar.
Y a partir de ahí, empezó el festival. Los rojiblancos se empeñaron en no rectificar y cayeron los goles como churros: Kluivert dejó sentado a Óskar Vales y Luis Enrique, reivindicándose en su nuevo puesto, metió el segundo. Dos minutos después, Kluivert, majestuoso ayer, sirvió a Cocu el tercero de un chut suave que no pudo detener Lafuente. El público se frotó las manos: Overmars erró el cuarto de chut y después de vaselina -un defensor despejó de cabeza desde la misma linea de gol- pero Abelardo un minuto después marcó. Caerían después otros dos más: el tercero de Luis Enrique, tras una combinación con Overmars que completaba cuatro tantos en ocho minutos (del 25 al 33) y un sexto de Cocu -el árbitro acababa de anular un minuto previamente otro gol azulgrana- ante la desesperación de los rojiblancos.
El Camp Nou sacó pañuelos y se dispuso a seguir llenando el cesto. Pudieron caer más porque Kluivert y Overmars se hicieron un lío ante Lafuente nada más arrancar la segunda parte. El Athletic no alteró su táctica, aunque procuró una mejor contención con Cuéllar que sustituyó a Etxeberria. El Athletic siguió desquiciado, impotente y sólo Julen Guerrero se acercó al gol con una vaselina que despejó Reina, casi inédito toda la noche. La grada tuvo lo que quería: hizo la ola, despidió con aplausos a Guardiola y vio al fin un gol de Overmars. Sólo se quedó sin algo: coreó el nombre de Rivaldo, una máquina de tejer ocasiones, para que acertara en una falta directa. Pero no marcó. Como Kluivert. Los dos máximos goleadores del Barcelona se quedaron secos. Fue el mejor reflejo de la capacidad ofensiva que desplegó el Barça.-
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