_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Turismo insostenible

Andrés García Reche, quien fuera consejero de Industria, Comercio y Turismo en la última legislatura socialista, solía predicar que Fitur, la Feria Internacional de Turismo de Madrid, era una coartada para que munícipes y profesionales del sector se diesen un garbeo por la capital del reino y echasen una canita al aire. El dicho consejero siempre ha tenido una vena fabuladora y, además, es probable que el certamen haya cambiado e incluso resulte útil para exhibir el surtido valenciano en la materia. Por lo pronto, la comparecencia de la Comunidad suele ser pasto de los informadores, y eso vale su precio en oro. El año pasado fue muy celebrado el multitudinario y caótico ágape. En esta ocasión tampoco ha pasado inadvertida la bronca entre el presidente Eduardo Zaplana y el líder de la oposición, Joan Ignasi Pla, poco oportuno, a nuestro juicio, al aprovechar ese foro ajeno y lejano para sugerir sus críticas a la política turística de la Generalitat.

Poco oportuno, decimos, por el lugar y circunstancias, pero a nadie se le oculta que el dirigente socialista señaló con el dedo un asunto que viene preocupando a muy cualificados observadores de la realidad valenciana. Nos referimos a la sostenibilidad o garantía de futuro de nuestro turismo. Cierto es que a la vista de los rendimientos que se divulgan -número de pernoctaciones, pasajeros, excelencias de la restauración, mejora de las infraestructuras, etcétera- sólo los tipos hipocondríacos podrían objetar la bonanza del negocio. Pero el negocio sólo es una parte de la realidad turística, que comienza por ser el país y sus recursos físicos no renovables y, en muchos trances, irreversiblemente derrochados. Ahí duele y preocupa.

En este sentido no es irrelevante la expectación y alarma que está suscitando la ley de ordenación del territorio que se viene elaborando y que sustituirá a las de 1989 y 1992 -en parte inéditas- que rigen la administración del suelo. Las noticias que trascienden no son precisamente confortantes en la medida que se liberaliza más la disponibilidad del territorio y amenaza con acentuar las saturaciones que ya se soportan en no pocos municipios y comarcas. ¿Vamos a ello? ¿Habrá de llegarse al trance del alcalde de Torrevieja, que no acude a la mentada feria de Madrid porque ya no le cabe más gente en el pueblo? ¿Habremos de someter el país a las conveniencias de la industria hostelera porque, a juicio del subsecretario de Turismo, Roc Gregori, es la que conoce el interés y posibilidades del mercado?

Por fortuna son los mismos industriales, o ciertos de entre ellos, quienes ya le están viendo las orejas al lobo y temen que se produzca una sobreoferta de viviendas residenciales o de plazas hoteleras, tanto más devaluada cuando a menudo ya se ha depredado el entorno paisajístico o se fía para largo el remedio a la sequía intermitente. Sin embargo, confiar en la autodisciplina o en las leyes del mercado como vacunas contra el desmadre nos parece una ingenuidad sumada a una dejación del Gobierno. Pero el Gobierno autonómico no da señales de tomar la iniciativa y atenerse a un modelo razonable de crecimiento. Lo suyo es alentarlo a toda costa -y preferentemente en la costa, valga el chiste- persuadido de que a quien Dios se la da, san Pedro se la bendice. Tal cual viene ocurriendo, por otra parte. Ha bendecido los parques míticos y las ciudades lúdicas emergentes y prometidas. Incluso cuajará el trasvase de agua del Ebro y el AVE está a punto de caramelo. Todo sale redondo, pues, y no hay necesidad de fomentar desasosiegos. El Señor proveerá.

No obstante, resulta evidente que tan idílica coyuntura es precaria e insostenible y obliga más si cabe a prefigurar y potenciar el turismo -y país- que queremos ante la competencia y el aluvión de nuevos residentes -con papeles y euros- que se pespunta. Profesar el liberalismo a carta cabal no ha de comportar la irresponsabilidad, digo yo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_