La virtud como modestia

Todo irá bien ahora. Las nubes sobre las relaciones germano-francesas se han disipado, se afirma tras la cumbre de Blaesheim. Esto supone reconocer de forma oficial que durante los meses pasados ha existido un frente borrascoso. Durante mucho tiempo eso no se admitía con tanta facilidad ni en Berlín ni en París. Era demasiado frecuente calificar de excelente lo que en realidad era malo. Por tal motivo queda un resto de escepticismo: el consenso tan desmedidamente escenificado aconseja prudencia.

Una de las cosas importantes del encuentro es que la modestia se ha impuesto. Los Gobiernos de Alemania y Francia volverán a hablar frecuentemente, lo que no es un éxito, sino algo que habría que dar por supuesto. El clima entre Berlín y París debe mejorar. (...) Se celebrarán conversaciones cada seis u ocho semanas; sin embargo, hablar no es un valor en sí mismo. Habrá que medir esas conversaciones por lo que salga de ellas.

Y eso justifica la duda. En ambos países las elecciones están próximas. La experiencia muestra que eso va en detrimento de la energía política. Cabría la esperanza si el tema de la Unión Europea no se entendiera como una carga, sino como una oportunidad. Mientras se diga 'Europa es buena, pero durante la campaña no hablaremos de ella', todas las profesiones de fe en el futuro europeo carecerán de credibilidad. Las encuestas afirman que el escepticismo de los ciudadanos respecto a la Unión Europea es mucho menor que el de ciertos políticos. Cuando además de hablar se tenga tiempo, se debería reflexionar al respecto.

Múnich, 2 de febrero