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Crítica:ÓPERA | 'DIDO Y ENEAS'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Y se hizo la luz

Llegaron William Christie y Les Arts Florissants a Madrid con un programa de ópera barroca lleno de coherencia y atractivo, pues esa obra maestra absoluta que es Dido y Eneas, de Purcell, se complementaba con la pequeña ópera-ballet pastoral Acteón, de Charpentier.

Llegó Christie y la armó. Fundamentalmente porque mostró, a quien lo quiera ver, cómo se hace una ópera, de dónde surge la emoción, cuál es el verdadero sentido de la teatralidad en el género lírico y un sinfín de aspectos más. Había que frotarse los ojos y los oídos, porque se estaba asistiendo a una ceremonia de iniciación: el descubrimiento de qué es la ópera.

Después de escuchar El retorno de Ulises a la patria de Monteverdi, el verano pasado en Aix-en-Provence, pienso que Christie es uno de los pocos genios que pululan hoy por la dirección operística barroca (recuérdese su Atys hace unos cuantos años en el Teatro de la Zarzuela). Lo visto y oído en el Auditorio, dentro del ciclo de la Universidad Complutense, está en el mismo espíritu. Christie dirige desde el clave con una pasión y una sencillez portentosas, disfrutando y contagiando su entusiasmo a Les Arts Florissants, que pasaban del drama a la comicidad con un desparpajo increíble. Los afectos de la ópera, ay, percibidos en la profundidad de Anne-Marie Lasla, la alegría de tocar de los violinistas Hiro Kurosaki y Mihoko Kimura o el lirismo contenido de Elizabeth Kenny. Un espectáculo.

Salieron las cantantes con la sonrisa puesta -en rojos burdeos, amarillos, azules, verdes intensos- y los chicos en grises con idéntico estado de ánimo. Rebosantes de vida, extraordinarios actores y actrices desde la dosificación de la palabra en la música, desde el gesto concentrado o desde la explosiva vitalidad del movimiento. Inmenso teatro el propuesto por Vincent Boussard, únicamente con unos pájaros de colores como soporte escenográfico. Un lujo escuchar el fraseo cálido de Sophie Daneman, en Belinda o Diana, la intensidad trágica de Stéphanie D'Oustrac, y, en fin, la frescura de todo el elenco vocal. Importaba más en cualquier caso el trabajo de conjunto. Era una auténtica fiesta de ópera pura y verdadera.

Duró muy poco: un par de horas. Y lo van a repetir en Bilbao mañana, en A Coruña el lunes y en Zaragoza el martes, antes de seguir su gira europea que culminará el 26 de febrero en el Barbican de Londres. Christie y su grupo han pasado como un huracán por Madrid, pero han dejado una huella muy significativa, la huella de que se hizo la luz en la ópera y habitó entre nosotros. ¿O será un sueño?

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