_
_
_
_

Las vacas

LUIS GARCÍA MONTERO

El asunto de las vacas locas es inevitablemente una noticia rumiante. La masticamos todas las mañanas con nuevos detalles, informes secretos y declaraciones que van añadiendo dudas y manchas negras al blanco lechoso de nuestra inocencia. ¡Qué sabe uno! ¿Cómo sentirnos seguros ante la sospecha que circula por las praderas, los mataderos, las carnicerías y los rincones más desprevenidos de nuestro cuerpo? Esta ubre no tiene fondo, es un largo mugido, una sucesión imparable de afirmaciones y desmentidos, de palabras tranquilizadoras y realidades inquietantes. Hemos llegado a un punto en el que la pesadilla se muerde la cola, porque la información crea de un modo objetivo alarma social. Aquellos que piden informaciones transparentes para evitar el miedo de la población conservan todavía un optimismo voluntarioso, tan ciego como la vaca de Maragall (el poeta). La realidad se denuncia a sí misma y cada nuevo dato empeora las cosas. La ruina de las vacas tiene la gravedad de un espejo roto, de un símbolo partido por la mitad.

La abuela de un compañero del colegio tenía una vaquería muy cerca del Campo del Príncipe. Las vacas estaban en la ciudad de un modo natural, como estaban el campo y las alamedas del Genil, el tranvía de la Sierra y los secaderos de tabaco.

La Granada de los años sesenta mantenía en el aire un sabor provinciano, se juntaban los edificios modernistas de finales del XIX y las huellas de una vida rural, el asfalto y el estiércol, la especulación de los constructores y los burros cargados de arena o de cascajo. Los niños de entonces tardábamos poco en comprobar con nuestras manos que era cierta la simbología pacífica de las vacas lecheras, su mansedumbre de verdad natural, de infancia perpetua, que se extendía al resto de las vacas para definir una imagen ordenada del mundo. El barco sobre la mar, el camión naranja del butano en las calles y la vaca en la pradera. A esta literatura infantil de bondad y pureza debía añadirse la medalla científica de una lucha humanitaria contra la enfermedad. Como se estudiaba en el libro de Ciencias Naturales, vacuna viene de vaca, porque el doctor Edward Jenner descubrió que el contacto con estos animales era el mejor preservativo contra la viruela. En la campana de la vaca y en su paso tranquilo por la hierba había toda una lección de beneficiencia. Realmente la vaca era el sustituto vegetariano de los niños de San Ildefonso.

Pero nuestra sociedad está acostumbrada a corromper sus símbolos. Una vaca carnívora, obligada a comer piensos de origen animal, parece una metáfora rota, una paloma convertida en halcón, un niño asesino, adulterado por los videojuegos. La distancia que existe entre una vaca sana y una vaca loca es la misma que hay entre una sociedad libre y las democracias actuales. La especulación ha estallado en manos de los ricos. Parece que los pobres se morirán antes, pero comerán mejor. Europa ha inventado un chiste para empezar el siglo XXI. El buen filete será exportado al tercer mundo y en los restaurantes europeos se servirán píldoras higiénicas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_