El silencio de los rabinos de Israel sobre las elecciones inquieta al Likud
Por primera vez en muchos años, los líderes religiosos de las principales comunidades y organizaciones judías radicales se encuentran sumidos en una enigmática reserva; como si voluntariamente se negaran a dar a sus partidarios instrucciones claras con respecto a quién votar en las próximas elecciones a primer ministro, previstas para el 6 de febrero. La situación no tiene precedentes y ha empezado a inquietar a la clase política israelí, especialmente a la derecha, que recibió en 1996 y 1999 el apoyo incondicional y disciplinado de los sectores ultraortodoxos judíos.
En este panorama angustioso, la única voz clara ha sido la del rabino ultraortodoxo sefardí Ovadia Yoseff, dirigente espiritual del partido religioso Shas, un octogenario oriundo de Irak que en los últimos 15 años ha logrado poner en pie el tercer partido en importancia de Israel, y desde cuyas filas ha llamado a sus seguidores a 'no votar por [Ehud] Barak' y 'hacer lo necesario para provocar su caída', sin hacer un gesto diáfano en favor del líder nacionalista Likud, el ex general Ariel Sharon.
'Ovadia Yossef ha dicho todo lo que tenía que decir. No creo que antes de las elecciones defienda de una manera clara el voto en favor de [Ariel] Sharon. Para nosotros, lo único que nos interesa es que caiga el actual jefe del Gobierno', aseguraba ayer Gabi Peres, uno de los asesores personales del rabino Yossef y responsable al mismo tiempo de la red de asistencia humanitaria vinculada a Shas, donde se recluta a la mayor parte de los votantes y militantes de la organización.
El silencio de los rabinos es aún mucho más significativo entre la comunidad askenazí -proveniente de Europa-, como lo demuestra Yosef Shalom Elyashiv, jefe de los ultraortodoxos procedentes de Lituania, cuyas directrices influyen directamente en el partido Unidad del Torah y el Judaísmo o en el propio Partido Nacional Religioso, tras el cual se alinean un sector importante de las organizaciones y militantes colonos.
'El silencio de los rabinos es lógico. Ninguna de sus formaciones y organizaciones religiosas se encuentra implicada directamente en estas elecciones; sería diferente si se tratara de unas elecciones generales, en las que intentarán obtener una representación en el Parlamento. Aquí se decide entre dos fuerzas ajenas: Likud y Partido Laborista, ambos pertenecientes al sector laico', explica Peres.
En el ala askenazí la única excepción ha sido la del rabino Abraham Yaakov Friedman, dirigente de la secta Hasidin Sadigora, quien a principios de la pasada semana publicó en el semanario de su comunidad -Hamodiya- un llamamiento a votar 'en favor de Sharon'. Pero el rabino Friedman no ha hecho mucho más, en una actitud inusual para alguien que es miembro del partido religioso Agudath Israel.
Las ambigüedades de las organizaciones religiosas han alcanzado incluso a Meimad, los ultraortodoxos moderados, que en las elecciones de 1999 decidieron aliarse junto con los laboristas y el partido Guesr, en la coalición Un Israel, que ha presidido durante los últimos 19 meses el primer ministro Barak. Michael Melchior, responsable de esta organización, ha decidido retirar su apoyo a los laboristas en los próximos comicios, pero también ha anunciado que no se lo dará a Sharon.
'La realidad es que todos desconfiamos de Sharon. A nadie nos gusta que Sharon sea el próximo jefe de Gobierno en Israel. Sharon era un cadáver político cuando se puso al frente del partido Likud, tras la derrota electoral de Netanyahu, en junio de 1999. Sólo la torpeza de Barak ha provocado su resurrección y lo ha convertido en el futuro primer ministro de Israel. Pero nadie cree en él', concluye el dirigente del Shas Peres, mientras sutilmente apunta el germen de la decepción y el desencanto que llevará a muchos votantes a quedarse el día 6 de febrero en casa.
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