'Hemos conseguido que a la gente le cueste mucho morirse'
Su despacho es como un santuario. Está lleno de fotos, recuerdos y milagros. 'Mira, éste es José Antonio, al que hemos tenido que trasplantarle tres veces el hígado. Y ésta es María. Después del trasplante de riñón tuvo a su hija. ¡Mira qué preciosa es!'. José Pérez Bernal (Sevilla, 1950) es el responsable de Cuidados Intensivos en la Unidad de Trasplantes del hospital Virgen del Rocío. Lleva 27 años en esta unidad y por sus manos han pasado 320 trasplantados de hígado, 132 de corazón y casi un millar de receptores de riñón. Es decir, que la lista de 'su familia' de supervivientes no acaba nunca... Y además colabora con Cuba. Allí, en La Habana, ha ayudado a poner en marcha una unidad de trasplantes hepáticos.
Pregunta. Lo de ir a Cuba a hacer transplantes, ¿por qué?
Respuesta. Porque soy solidario. No es sólo un gesto que uno repite de vez en cuando, sino una actitud que llevas contigo toda la vida. Hay que ayudar donde haga falta. La donación y trasplante de órganos, precisamente, jamás sería posible si no existiese la solidaridad.
P. Con su experiencia, usted conocerá como nadie los trucos para que funcione un trasplante...
R. De algunos sé, desde luego. Por ejemplo, hay que indagar en el alma de ese superviviente que en los primeros días lo pasa tan mal. Si es apasionado del fútbol, hago que vengan a verle los futbolistas de su equipo, y si su pasión es la Macarena, aquí se presentarán los cofrades. No lo dude.
P. ¿Y a los cubanos, qué mitos les acerca a la cama?
R. A ellos no les hacen falta. Mitos tienen ya: su revolución, Fidel... Pero es un pueblo tan solidario, tienen tantas ganas de aprender y son tan generosos que los receptores de órganos no necesitan casi estímulos externos para superar la situación.
P. ¿Por qué cree usted que la gente se niega a donar órganos?
R. Sin duda, por falta de información, por tópicos absurdos. Es una lástima que no seamos, todos, donantes, cuando se pueden salvar tantas vidas. Y además, estoy seguro, las familias donantes son, luego, más felices.
P. No parece usted médico, se asemeja más a un predicador. Habla usted poco de técnica y aparatos...
R. En los casi 30 años que llevo aquí he aprendido que lo más importante son las personas, la vida en sí misma. Y, aunque es cierto que contamos con avances tecnológicos fantásticos, muchas veces, un simple gesto es lo que salva una vida.
P. Ya, pero si no fuera por los avances médicos...
R. Sí, aquí hemos conseguido que a la gente le cueste mucho morirse. Tanto, que los muchos especialistas que intervienen en los transplantes y en los cuidados posteriores consiguen ahora salvar muchas vidas que hace unos años eran, sencillamente, imposibles.
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