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El francés Robert Guédiguian se define como 'un militante que hace cine'

Robert Guédiguian nació en Marsella (Francia) en 1953, en una casa humilde del barrio de L'Estaque. Su padre era un obrero portuario armenio y su madre una emigrante alemana. Ingresó en el Partido Comunista a los 14 años, pero a los 27 abandonó la política un tanto desencantado y encontró en el cine, del que nada sabía -había estudiado Economía y ni siquiera era cinéfilo-, otra manera de expresarse, de comprometerse socialmente. Desde 1980, ha rodado una decena de películas, aunque en España se dio a conocer hace cuatro años con Marius y Jeannette. Se define como 'un militante que hace cine'. Y su filmografía lo atestigua.

Ahora, la Filmoteca de Cataluña -en colaboración con el Instituto Francés- le dedica una retrospectiva completa, en la que se proyectarán también sus dos últimas cintas, estrenadas en Francia el año pasado e inéditas aún aquí: À l'attaque y La ville est tranquille. Esta última, que cerrará el ciclo el 6 de febrero, fue galardonada en el pasado Festival de Valladolid con la Espiga de Oro y la protagonista, Ariane Ascaride -actriz fetiche de Guédiguian a la vez que su esposa-, obtuvo el premio a la mejor interpretación femenina.

El director ha viajado a Barcelona con la excusa de la presentación del ciclo. Ayer compareció ante los periodistas y hoy (19.30 horas) asistirá en el cine Aquitània a la única exhibición de À l'attaque, un optimista cuento sobre una familia de origen italiano que vive en L'Estaque -tal vez parecida a la suya- y que tiene que ingeniárselas para mantener a flote su negocio: un viejo taller de reparación de automóviles.

El filme cierra una serie de la que forman parte otras dos fábulas del director en la misma línea, L'argent fait le bonheur (1993) y Marius y Jeannette (1997). La retrospectiva es una oportunidad de recuperar las primeras obras de Guédiguian, ya que en España, aparte del filme que le dio fama, sólo se ha exhibido el largometraje que rodó a continuación, À la place du coeur (1998). Además de los títulos citados, la retrospectiva se completa con Dernier été (1980), Rouge midi (1983), Ki lo sa? (1985), Dieu vomit les tièdes (1989) y À la vie, à la mort! (1995).

El cineasta no se cansa de repetir que el cine es para él un medio de expresión -'o lo que es lo mismo, de existir'- y de compromiso social más que una opción estética. 'Abordé el cine sin ninguna preparación previa, tampoco soy particularmente cinéfilo, aunque después de la posguerra esta expresión artística forma parte de la formación de cualquier intelectual. En ella, encontré la manera de dar salida a las inquietudes políticas que había tenido de joven', contó Guédiguian a los periodistas.

La forma en que llegó al cine no es la habitual, ni siquiera lo es su modo de trabajar. Aunque vive en París, rueda siempre en Marsella, más concretamente en su barrio de L'Estaque -que él inmortaliza en el cine como lo hicieron Paul Cézanne en la pintura, y Émile Zola en la literatura-, y con el equipo de siempre. Los mismos actores y los mismos técnicos.

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Todos forman un grupo de amigos íntimos. Algunos lo son del director desde la infancia y después militaron con él en el comunismo. Es el caso del actor Gérard Meylan y del director de producción, Malek Hamzaoui, así como de su esposa y protagonista fija, Ariane Ascaride. 'Mi formación intelectual estaba muy vinculada a mi cuadrilla de amigos, y vi que el cine era una posibilidad clara de mantener el grupo unido', comentó el director a propósito de la génesis de su fiel equipo.

Guédiguian habló de Marsella como escenario de su obra y como paisaje que le inspira: 'Marsella ha configurado mi sensibilidad. Nací allí. Es el puerto, el mar, el color de los tejados... Es una luz y unos olores determinados. Me interesa también su mestizaje, sus gentes. Marsella es el lenguaje que utilizo, el decorado de mis películas. Pero no pretendo hablar de Marsella, en ningún momento he tenido voluntad de hacer historia o sociología de la ciudad'. Sin embargo, sus filmes son documentos de su transformación: seguramente dentro de unos años de la cementera abandonada de Marius y Jeannette sólo quedará la imagen en el celuloide. Puede que en su solar se levante entonces un centro comercial.

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