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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Despedida y cierre

Una segunda moción de censura devolverá en breve al PP la presidencia de Ceuta, en manos del GIL desde que desalojó de ella a los populares. La iniciativa parece anunciar el crepúsculo del singular partido creado por Jesús Gil como prolongación de sus negocios particulares. La desbandada con que culmina la aventura está a la altura de su promotor.

En junio de 1999, el GIL obtuvo 87.000 votos y 93 concejalías en las 13 localidades de ambas orillas del Estrecho en que presentó candidaturas. Su programa ('gestionar los recursos nacionales como una empresa') fue interpretado demasiado literalmente por algunos de los hombres de confianza de Gil, que consideraron que esa empresa era suya. Antonio Sampietro, a quien situó al frente de la Asamblea de Ceuta, contrató -para una ciudad de 70.000 vecinos- un centenar de altos o medianos cargos de confianza, a la mayoría de los cuales se llevó de la Costa del Sol.

Sampietro acusa al PP y a los socialistas de no aplicarse los criterios del pacto antitránsfugas que aprobaron en su día. Sin embargo, de lo que se trata es de volver a la situación anterior a la utilización por Sampietro del voto de la tránsfuga socialista Susana Bermúdez para hacer triunfar la moción que desalojó al alcalde-presidente del PP. El episodio del fichaje de Bermúdez a cambio de una consejería para ella y un puesto de confianza para su marido es tan inolvidable como las palabras de Gil al presentarla como una 'heroína' que 'pasará a la historia de la ciudad' por su 'lección de moral'.

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El PP y el PSOE llegaron a un pacto para evitar que un partido como el GIL, que no disimulaba su condición de formación antisistema, llegara a gobernar dos ciudades tan singulares como Ceuta y Melilla, en las que habitan 130.000 españoles y cuya soberanía reclama Marruecos. Es esa singularidad (y la del GIL) lo que seguramente determinó un pacto como aquél, aunque el partido al que se trataba de cerrar el paso hubiera rozado la mayoría absoluta. Ahora se vuelve a la situación anterior a la primera moción de censura, con la diferencia de que el GIL ha perdido en la operación la mitad de sus efectivos.

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