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Estrada deja a Filipinas con un 'agujero' de 260.000 millones

Los dos años y medio de presidencia de Joseph Erap Estrada han dejado a Filipinas con un agujero de 260.000 millones de pesetas y un reguero de escándalos. Son datos revelados ayer por el nuevo ministro de Finanzas, Alberto Rómulo, quien dijo sentirse preocupado, pues parte de esta carga financiera fue contraída con proveedores y deberá ser satisfecha por el Gobierno de la presidenta Gloria Macapagal Arroyo.

Míster Diez por ciento (o 15%, según el negocio), como se conocía a Estrada, tenía paralizadas millonarias inversiones, cuyos valedores se negaban en redondo a abonarle tamaña regalía. 'Esperamos que ahora fluyan los dólares y que Arroyo pueda mostrar a los filipinos resultados económicos a corto plazo, pues de ellos dependerá el éxito de su Ejecutivo', asegura Delfín Colomé, ex embajador español en Filipinas y actual director ejecutivo de la Fundación Asia-Europa, con sede en Singapur.

Los datos macroeconómicos no reflejan la pobreza real del país, con cientos de miles de personas que han convertido calles, jardines sombreados y vías ferroviarias de Manila en su vivienda; o que han erigido ciudades-lumpen junto a inmensos estercoleros en los que se acumulan la inmundicia y las enfermedades. Estos pobres eran la base electoral teórica de Estrada, quien los encandiló con promesas incumplidas. 'Lo que debería hacer el Gobierno es confiscarle todas sus cuentas, mansiones y amantes y repartirlas entre los pobres', afirma con ironía el escritor Franklin Sionil José, uno de los azotes más lúcidos. Macapagal Arroyo tiene cercado legalmente a su antecesor en el cargo cuyas tropelías económicas pueden costarle la cárcel. 'Parece claro que van a por él, y que los últimos movimientos gubernamentales no son teatro; estoy seguro de que le juzgarán y condenarán', sostiene un diplomático occidental, 'aunque después aplicarán seguramente una solución muy filipina, el perdón'.

Reactivación de la economía y moralización de la vida pública, los dos ejes. El Banco Mundial, por ejemplo, ya le ha pedido al nuevo Gobierno un impulso en la lucha contra la corrupción. En mayo, tras las elecciones, en las que se renovará la mitad del Senado y la totalidad de la Cámara baja, Macapagal Arroyo podrá contar a buen seguro con una mayoría parlamentaria suficiente que le permita liberalizar la economía y reformar la Constitución, en la que la propiedad de la tierra está limitada a los filipinos.

Control de natalidad

Otro problema es el control de la natalidad. Los organismos internacionales exigen para liberar créditos medidas que pongan coto al crecimiento galopante de una población que supera los 80 millones de habitantes, el 32% de los cuales viven en la pobreza, según datos de 1997. La realidad hoy es peor, pues esas cifras no incluyen el brutal impacto de la crisis asiática de ese año, que descabalgó a millones de filipinos encaramados a una incipiente clase media. Cualquier política orientada a reducir el número de nacimientos choca de frente con el poder de la Iglesia católica local, que combate con denuedo el preservativo o cualquier otro sistema anticonceptivo.

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Japón, el primer inversor mundial en Filipinas, y EE UU son los principales candidatos para insuflar nueva vida a esta economía. La presidenta Macapagal Arroyo habló ayer por teléfono con su homólogo George W. Bush, a quien invitó a visitar Filipinas, algo que podría ocurrir este mismo año.

Otro lastre es la guerra que desde hace 30 años se desarrolla en las islas de Mindanao y el norte de Luzón. Por ello, el Gobierno desea reabrir las negociaciones con el Frente Moro de Liberación Islámica y el Partido Comunista. El nombramiento del coronel Víctor Korpuz como jefe del espionaje militar es un síntoma. Korpuz desertó del Ejército en 1969 y se sumó a la rebelión armada de los comunistas, llegando a ser uno de sus jefes. Capturado en la época de Ferdinand Marcos, condenado a muerte y perdonado tras cumplir años de prisión, se transformó en uno de los azotes de sus ex compañeros en la selva. A falta de elegir vicepresidente, la presidenta ha nombrado a un aliado de las clases acomodadas de origen español para conducir la economía (Rómulo), a un ex general demócrata como primer ministro (Renato de Villa), y ha alejado del Gobierno al ex presidente Fidel Ramos, que será su enviado especial internacional.

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