Aprender a mirar el arte
Alrededor de 4.000 niños, de 6 a 12 años, participarán este año en los talleres del Reina Sofía
David, de ocho años, se enreda en resolver (casi a la perfección) una enrevesada operación matemática para averiguar la edad a la que Joan Miró pintó el cuadro Mujer, pájaro y estrella (Homenaje a Pablo Picasso). Al final, haciendo varios ejercicios deductivos y de cálculo en relación con la edad de su propia madre y el año en que ésta nació, concluye que la pintura es de 1969 y sólo por unos meses yerra el tiro, ya que el artista catalán lo pintó en 1970. Su habilidad causa admiración entre los colegiales.
Junto con sus compañeros del colegio público Pinar Prados, de Pozuelo de Alarcón, David visitó el pasado jueves el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía para participar en el programa de visitas-taller para escolares, que este curso se dedica a Miró bajo el título Taller de estrellas.
La primera parte de la actividad consiste en la contemplación de las obras seleccionadas (cuatro, en el actual programa: dos esculturas y dos pinturas). Con ello se persigue no tanto que los niños adquieran conocimientos como que sean capaces de sensibilizarse ante el hecho artístico; que éste les resulte sugerente y estimulante, de modo que lo incorporen a su propia experiencia y terminen con la opinión de que el arte contemporáneo es difícil.
Y si a David le estimula para averiguar una fecha, a Naíma le lleva a pensar en voz alta sobre la vitalidad ('si tenía 76 años cuando lo pintó, ¿lo hizo con ganas?'). A otros simplemente les produce admiración. Como a Teresa, que expresa con sencillez, 'me gusta mucho, ¿cómo lo hace?' y otros se fijan en detalles ('ahí hay unas goterillas de pintura'). O hacen gala de verdadera perspicacia, como Raquel que, ante una imagen nada realista afirma rotunda: '¡Tiene algo en la pierna! ¿Será el pájaro?'.
La visita continúa tras el paso obligado por los modernos ascensores transparentes que flanquean la entrada principal del museo. Las componentes de la formación Teatro de la Luna, que diseñan los talleres desde su puesta en marcha en 1994, saben que aunque no forma parte de la actividad, son un fuerte atractivo para los chavales. Suben hasta la cuarta planta, donde se detienen unos segundos para admirar la vista sobre el Jardín Botánico y bajan al tiempo de un ¡oooooh! prolongado y coreado al unísono. A pesar del revuelo que se organiza por el viaje en ascensor, asisten muy atentos a la segunda parte del taller: una breve sesión de teatro de títeres, protagonizada por el Hombre con pipa (una de las pinturas contempladas), que monta sobre el Pájaro lunar y en la que aparecen otros personajes mironianos.
Y, por último, manos a la obra. La tercera parte consiste en que cada uno realice un trabajo plástico; en esta ocasión, un farolillo de vela que (se apresuran a aclarar las monitoras, antes de que las asaeten a preguntas ) se pueden 'llevar a casa'. Casi 4.000 faroles saldrán de los talleres, que este año se han ampliado a tres sesiones escolares a la semana y una, los sábados, para público familiar. Las reservas están agotadas.
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